Fernando Molinos es un hombre reservado, discreto, tremendamente mesurado y que rara vez dice una palabra más alta que la otra. Sus nueve meses en la presidencia del Real Zaragoza se han caracterizado por eso: por la moderación, enjuiciada excesiva desde algunos sectores, y por la prudencia. Él siempre ha creído que esa era la fórmula de gobierno que más le convenía al club después de unas temporadas de crispación social profunda y justificada, todo hay que decirlo, contra las barbaridades de Agapito. La serenidad. Le habrán leído, visto u oído muchas veces hilvanando declaraciones inocuas, sin decir casi nada, con un fin puramente institucional y de no alterar el gallinero.

Hoy, en una profunda entrevista, dice algunas cosas interesantes y no dice, porque no puede, otras. Asegura que Jiménez no tiene un ultimátum ante el Madrid y que cree que acabará la Liga, aunque preguntado por si pondría la mano en el fuego por ello evita ser tajante. No hay que engañarse, a ver quién puede garantizar semejante órdago si esta racha se alarga dos o tres derrotas consecutivas más...

Y luego habla del propietario. "Agapito actúa marcado por los deseos de la afición". Será porque el presidente lo ve con otros ojos o por celo excesivo, pero en cualquier caso debería transmitirle a Agapito que tiene muy mal identificados los deseos de la afición. Que esos anhelos no son que siga fingiendo lo que no es y menos creyendo que es lo que quiere la gente. Porque el aficionado solo suspira por una cosa: que venda y que se vaya.