--¿Incumplía habitualmente?

--Claro. A ver, si él te dice que no puedes fichar a tal y a tal, pues es que no. Es mejor así que no ilusionarte, pensar en lo que vas a mejorar el equipo y que luego te diga que no.

--¿Intervenía mucho?

--No se metía en el trabajo directamente, aunque luego sí que hablaba mucho con los jugadores. No en el vestuario, lo hacía en su casa o donde fuera. Le hacía mucho caso a los jugadores y le quitaba mucha fuerza al entrenador. Yo le decía muchas veces: "Dale al entrenador toda la fuerza y el apoyo del mundo hasta cinco minutos antes de echarlo". Pero hasta entonces el vestuario debe entender que el entrenador tiene todo el poder. Pero si tú lo debilitas llamando a los capitanes y todo eso, pues al final el jugador piensa: "A este me lo como".

--No empezó mal en su primer año en el Zaragoza, pero luego pronto se perdió por el camino. ¿Por qué cree que ocurrió?

--No sé. Yo he intentado ser claro y coherente siempre, diciendo lo que pienso de manera constructiva. Lo que pasa es que hay cosas que puedes decir en público y otras que solo debes decir en privado. Este hombre no sé realmente hasta dónde quiere llegar. Nosotros sentimos lo que sentimos por el Zaragoza y nos duele, claro.

-Cuando llegó como técnico, ¿esperaba encontrarse un club tan desestructurado?

--Para nada. Me llevé una gran sorpresa. Antes, cuando llegabas al club, sentías una energía positiva tremenda. Había alegría en las oficinas, en el vestuario, en los campos... Pero cuando llegamos allí la gente estaba ahí cabizbaja, haciendo su trabajo pero tratando de no hacer ruido. ¿Pero esto qué es? Eso era una familia cuando estaba yo allí como jugador. Nos decíamos las cosas a la cara, pero nos ayudábamos a muerte. Los de la Recopa seguimos en contacto y con una gran unión. A mí me tocan a uno de la Recopa y le voy al cuello a quien haga falta. Repito que éramos una familia.

-¿Qué sensación le queda del año con Gay en el banquillo?

--Fue positiva porque es una experiencia de la que aprendes muchísimo, pero me tocó vivir la parte más difícil, que era trabajar con un equipo que no tenía tanta capacidad. La experiencia, no obstante, fue muy buena. De lo malo quizá se aprende más que de lo bueno. También te das cuenta de que el arraigo, el compromiso y el sentimiento es tan fundamental como el buen futbolista.

-Lo que no se entiende es cómo aguanta Agapito pese al clima de tensión que le rodea.

--Yo se lo comenté muchas veces. Le decía: «Pero si esto es por tu familia, por tu salud, por tu dignidad... ». Yo no tengo nada contra ese hombre a nivel personal, aunque a nivel institucional, obviamente, no estoy de acuerdo. Yo he vivido con él una temporada y te da cosa ver que no se atreve a dar el paso para poder dormir tranquilo y no tener que andar pensando en cómo salir de esta.

-¿Ya no se lo puede decir?

--No. Desistí hace tiempo. Yo le llamaba el primer año cuando aún me tenían que pagar un dinerito y se portó muy bien. No denuncié y no pienso denunciar al Zaragoza nunca. Pero luego me dejó de coger el teléfono. Me falta cobrar esto de la concursal, como a los demás. Pero sin ninguna denuncia. Si me quiere pagar, bien; y si no...

-¿Se le ocurre alguna solución para el Zaragoza?

--La varita mágica solo la tiene alguien que pueda venir con equis dinero. Luego tienes que traer a gente de talento y de experiencia pero también juventud. Y, además, mejorar la cantera y tratar de que el club tenga muchos jugadores aragoneses.

-¿Cree que algún día volverá al Zaragoza?

--Si vuelvo, será en otras circunstancias, en una situación en la que yo me sienta útil y que en el club se respire que hay una familia y que vamos todos a una.

-¿Le gustaría volver?

--Sin duda. Amíme llama el Zaragoza y voy de cabeza, pero después de lo vivido, obviamente en esta situación es muy difícil.

-¿Sufre hablando del Zaragoza ahora que lo vive desde lejos?

--No sabes los palos que me dan por todos lados. Pero, claro, hay que aguantar el tirón. Todo el mundo te dice que le cuentes, que le cuentes, pero al final solo les puedes decir la verdad: que no ganamos un partido, que no tenemos nivel suficiente para competir con los mejores y que estamos haciendo las cosas mal.

-¿Ve los partidos?

--Sí, todos. El del Athletic lo vi en el Camp Nou con los veteranos del Barça, que me pusieron una tele y cuando nos marcaron el 1-2 casi me cargo la pantalla.

-¿Qué le parece el entrenador?

--Me reservo la opinión