--¿Cómo lo ve?

--Feo y difícil, muy difícil.

--Ha resurgido un sector que piensa que el descenso del Zaragoza puede ser beneficioso porque ayudaría a la marcha de Agapito.

--Yo siempre prefiero quedarme en Primera y esperar a que cambie la cosa. Subir siempre es muy difícil. Ya lo hemos hecho alguna vez, pero es muy complicado, un riesgo. Lo que sí que hace falta es cambiar la dinámica y está claro cómo se tiene que hacer. Hay que dar el paso, vamos a ver si Agapito se lo piensa y deja a otras personas con más poder económico y capacidad para poder hacer un equipo competitivo.

--Le duele al zaragocismo ver a su equipo abajo siempre, pero también esa imagen que transmite el club de impagos, amaños, líos...

--Escuché el otro día hablar de eso a Ander, que es una persona que habla con el corazón y dice lo que piensa. Y tiene razón. No porque sea Agapito, que no tengo nada personal contra él, pero está claro que la gestión es mala y llevamos muchos años sufriendo mucho. Han salido Poschner, Prieto, ahora está Cuartero... pero la situación es la misma. Cualquier persona se puede parar a analizar dónde está el error. Los que estamos fuera lo vemos, pero los que están dentro... no sé.

-Tampoco se sigue un patrón. Se cambia de jugadores, de entrenadores y hay poca preocupación por la idiosincrasia o el estilo.

--Mira, al final tienes que acertar en los jugadores, que son los que juegan. También en el entrenador. Lo demás va por inercia. Si no tienes capacidad para poder acertar en los jugadores, algo está fallando. No se puede fichar cada año en diciembre a cinco o seis jugadores. Es imposible que con tanto cambio el jugador que llega pueda sentir algo por el club o la ciudad. Yo entiendo que los chicos hacen lo que pueden, pero también juega el sentimiento y el arraigo y eso lleva tiempo. El jugador tiene que estar un mínimo de tres o cuatro años para que pueda sentir el Zaragoza como suyo, como nos pasó a nosotros.

-Antes de llegar a Zaragoza, cuando estaba en Barcelona o en Londres, ¿se acuerda de qué imagen tenía del club?

--Sin duda. Era un club que era querido por todos lados y que era respetado por las aficiones en casi todos los campos. Y cuando te enfrentabas al Zaragoza o ibas a La Romareda, tenías ese temor de saber que jugabas contra un buen equipo al que siempre era muy difícil ganar. Ahora ha cambiado todo, no solo en la imagen deportiva sino también en la institucional. Por desgracia estamos perdiendo esa imagen tan buena que teníamos. También es verdad que se puede recuperar haciendo bien las cosas.

-Llegó a Zaragoza cuando estaba terminando la temporada 92-93. El impacto de la reciente promoción ante el Murcia estaba aún latente y el club se esforzaba por crecer.

--Sí, llegué del Tottenham antes de final de temporada porque ya me había comprado el Zaragoza. Para evitar una lesión en Inglaterra decidimos que viniera ya. En principio no iba a jugar, pero por necesidad participé en los tres o cuatro últimos partidos.

-Luego llegó la Copa, la Recopa y se tocó techo.¿Se dieron cuenta?

--No. A ver, en el fútbol puedes tocar techo y bajar un poquito el nivel. Tienes que ir renovando poco a poco a esos jugadores que van tocando techo y traer a otros para que vayan compitiendo. Lo que no puedes hacer es cambiar siete futbolistas de golpe porque eso es jugar a la lotería. Pero en ese momento se decidió largar a un montón de jugadores de golpe.

-¿Se perdió la oportunidad de hacer un Zaragoza grande?

--Correcto. El equipo que había, renovándolo poco, tenía futuro. Pero no de golpe. Se fue Morientes, Poyet, Dani, Paquete, Pardeza, yo... Es que nos fuimos todos ese año (1997). Ahí sí que se equivocó el club.

-Su marcha fue rara, inesperada.

No quiero hablar mucho de ese tema. Yo creía que me quedaban un par de años al máximo nivel, pero entendí la posición del club aunque no la compartiese. Ellos dijeron que hasta aquí, y hasta aquí fue, no pasa nada. Nunca expliqué mi salida, pero tampoco quiero explicarla ahora.

-Da la impresión de que se le valoró más tras su marcha que cuando estaba en el Zaragoza.

--Sin duda. En el club, no en la afición, que siempre me ha valorado y lo ha seguido haciendo hasta ahora. Pero los que mandaban decidieron prescindir de mucha gente que tenía mucho fútbol en sus piernas.

-Tras esa etapa, pese a no ser regular, el Zaragoza fue capaz de dar algunos alegrones de aúpa en la Copa. Luego, la llegada de Agapito despertó mucha ilusión debido a la inversión y a su discurso, en el que habló incluso de tratar de ganar la Liga.

--El tío lo intentó y el año que se bajó el equipo era de los mejores de la categoría por nombres. Pero después de intentar cosas que no te salen y saber lo que opina todo el mundo, lo normal es irse. Se lo he dicho muchas veces. Ahora ya no me coge el teléfono, pero ya le dije que, en su lugar, no aguantaría ni un minuto más. No sé lo que tiene en la cabeza, pero mi consejo sería que diera un paso atrás, intentara recuperar lo que pudiera de su inversión y dejase paso a otra gente. Claro que no sé si hay otra gente.

-Cuando estuvo junto a Gay en el banquillo del Real Zaragoza, ¿cómo era Agapito?

--De trato era normal. En el tú a tú era un crack, un fenómeno. A mí me trató con mucho respeto. Lo que pasa es que te decía que iba a fichar a este y al otro, que sí, que sí, que tranquilo, y a las dos horas te decía que nada de nada. En la corta distancia es un fenómeno, es un tío que tiene verborrea y te camela. Pero en lo profesional era muy difícil tratar con él. Te decía blanco y a las dos horas, negro. Tal que así.