El Zaragoza sumó su segundo triunfo seguido, el primero fuera desde aquel lejano en San Mamés el 22 de diciembre, y continúa su escalada en la categoría de plata. Eso fue la mejor noticia, porque el partido del equipo para superar al Real Madrid Castilla fue de un nivel bajísimo. Sin embargo, se agarró al oportunismo de Henríquez y al estado de gracia de Víctor, al que un catarro con fiebre apartó del once aunque le concedió un cuarto de hora, para sellar la victoria y ejecutar a un rival inocente y colista, que cuenta sus partidos por derrotas y que hizo más méritos para ganar, pero lo que valen en el fútbol son los goles, la pegada. Y en eso se sujetó el Zaragoza en el Alfredo di Stéfano, porque si llega a tener que hacerlo en su fútbol...

La victoria da más oxígeno y le acerca al Zaragoza a su objetivo, pero no debería esconder, bajo ningún concepto, que este equipo sigue sin funcionar, que Paco Herrera no da con la fórmula para que el fútbol llegue de una manera fluida. Fueron desesperantes la capacidad para perder balones, el poco dominio en la medular, los nervios y el agarrotamiento en algunas fases, además de la baja forma de algún futbolista como Barkero, que sigue a años luz de lo que se espera de él. Con todo, la construcción de un bloque solvente siempre llega de manera más fácil a través de las victorias, aún más en un proyecto con tantas dudas y cambios como el del Zaragoza en este verano, aunque queda claro que a Herrera le queda muchísimo por hacer.

El equipo empezó a contrapié antes de salir en el Alfredo Di Stéfano, un campo metido en una Ciudad Deportiva para refrendar la imagen del Zaragoza de Segunda. Con la enfermedad de Víctor, Herrera se vio obligado a apostar por Barkero y ese cambio, ahora, es perder mucho. Paglialunga pasó la prueba, pero desde el inicio su doble pivote con Movilla no funcionó. No fue el día del Pelado, desde luego. De casi nadie se diría. Quiten ustedes a Víctor, a Henríquez, a Acevedo, con una irrupción solvente, y la sobriedad de Rico y del meta Leo Franco. Nada más, suficiente para doblegar al Castilla, insuficiente para ascender y ése es en teoría el único objetivo.

GOL MADRUGADOR

Y eso que la cosa arrancó de cara. Un córner botado por Barkero acabó en la cabeza de Álvaro y Henríquez se aprovechó del rechace del palo para demostrar que en él habita un delantero de verdad, un depredador. El tanto debió tranquilizar a un equipo que venía de ganar al Tenerife. Al revés, se fue diluyendo como un azucarillo. El Castilla se imponía en la medular, donde Movilla no daba de sí y Paglialunga aparecía muy poco. De Barkero, ni noticias. Tampoco demasiadas de Montañés. La presión zaragocista era floja, por decirlo de una manera suave, claro, y, cuando recuperaba el balón, no había manera de enlazar cuatro pases. Ni tres.

El filial blanco empezó a crecer de la mano de Burgui y Casado por el costado de Cortés y el Zaragoza comenzó a desaparecer. Álvaro, tras un buen comienzo de partido, no despejó un balón en un córner y Casado no acertó a marcar. Después, Rozzi, un incordio constante, la mandó al larguero tras adelantarse a Laguardia en un pase de Borja. El único peligro zaragocista llegaba en los córners, con Abraham como inesperado protagonista en el remate.

Toril decidió que era el momento de su equipo con la entrada de José Rodríguez, que terminó de dinamitar el centro del campo zaragocista. Herrera recurrió a Cidoncha, que trajo más presencia que Barkero --no era nada difícil-- pero que supuso aumentar la capacidad para perder balones. Con Henríquez al borde de la desesperación, el esférico estaba cada vez más cerca de Leo Franco y José Rodríguez mandó dos avisos. Lucas Vázquez, al que Rico secó en muchas fases, se cambió de banda para dejar atrás a Cortés y poner un balón que despejó Leo Franco ante Borja para que Burgui remachara a la red. El gol hacía justicia a lo visto en el césped y los peores presagios se cernían sobre el Zaragoza.

El Castilla no se decidió a ir de veras a por todo el botín y el equipo aragonés recompuso la cara con Acevedo, que aumentó el oficio y el criterio. Faltaba el toque de gracia y este lo dio Víctor, que salió por Henríquez, tras una buena jugada de Acevedo al aprovechar una pérdida de balón de Burgui. Al catalán no le cegó la fiebre, controló el pase y se giró ante los dos centrales del Castilla para encañonar a Pacheco, que pudo hacer más. En el primer balón que tocaba decidió el partido. Este chico anda ahora tocado por una varita mágica.

De ahí al final, el Zaragoza sufrió, se metió muy atrás y tiró de la sobriedad de Leo Franco para sellar un triunfo que permite crecer en la tabla. Se espera que ese crecimiento permita también aumentar en lo futbolístico. Es obligado hacerlo.