El Zaragoza de Paco Herrera quiere tener el balón, pero esa intención es una quimera por la falta de precisión de sus jugadores. La desesperación es aún mayor en la medular, donde el equipo es incapaz de gobernar los partidos. Hasta ahora, el técnico ha movido fichas, pero sin apenas resultado.

El panorama es triste por ahora. Paglialunga alterna claroscuros, como Movilla, ayer en peor versión que ante el Tenerife, José Mari ya ha pasado al ostracismo, Anton llama a la puerta, Cidoncha sigue siendo una máquina de imprecisiones y, al menos, Acevedo parece traer algo. Como mínimo oficio y saber estar, además de un pase aseado, a los de su camiseta. Y eso ya es mucho.

De salida ante el Castilla, Herrera se decantó por un doble pivote con Movilla y Paglialunga, con Barkero por delante. Otros días ha jugado con un rombo. Da igual, el Zaragoza no funciona en esa zona.

En el Alfredo di Stéfano, la medular lo hizo hasta peor que otros días y fue el quebradero de cabeza para Herrera. Con Paglialunga disperso y Movilla y Barkero sin capacidad para tomar el timón la salida de José Rodríguez tras el descanso confirmó que el partido era del Castilla en esa zona, donde se cocinan los partidos. Herrera movió el banquillo, metió a Cidoncha junto al Pelado y a Paglialunga de pivote defensivo. Algo más de presencia, pero la misma incapacidad para crear fútbol. Ni nada que se le pareciera de una forma mínima.

Así que el técnico dio otro golpe con Acevedo y ahí sí el Zaragoza logró que ese socavón en la medular no tuviera las fauces tan abiertas, pero el problema sigue muy latente