--Hubo rumores de que iba a entrenar en la Premier.

--Cuando uno lo está haciendo bien, siempre hay rumores. Parecía que iba a tener una oportunidad, pero todo el asunto de la suspensión, porque a mí no me echaron, supuso un freno. Estuve como un mes y pico suspendido y eso provocó que la gente pensara que había pasado algo grave. Evidentemente, luego en el fútbol se sabe todo. Pero para cuando terminó ese proceso, todos los equipos tenían entrenador. O sea, que no tenía chances. Lamentablemente, ahora ya se sabe cuál es la única forma que hay de que te contraten. Tienen que echar a alguien para que puedas entrar. Acá en Inglaterra, además, se hacen como entrevistas. Uno tiene que ir allí para que lo conozcan... En fin, lo que sí estoy es preparado. No quiero que me agarre de sorpresa.

--El Swansea demuestra, por ejemplo, que el nivel medio de la Premier ha subido mucho.

--Los equipos se han adaptado a una buena generación de entrenadores que ha llegado con la idea de jugar más al fútbol. Hay un gran debate en Inglaterra, con lo que es el fútbol de antes aquí y lo que se necesita para jugar a nivel mundial. Ahora, además de los dos de Manchester, está el Tottenham, el Swansea, el Everton con Roberto Martínez, el Tottenham con Brendan Rodgers... Todos juegan al fútbol.

--¿Roberto Martínez también estuvo en el Zaragoza?

--Sí, es un espectáculo. Lleva más tiempo que yo en Inglaterra, vino con los 'three amigos'. Conoce todo muy bien y se ha hecho un nombre porque ha hecho cosas muy claras y muy agradables. Él fue una revolución. La base del Swansea de hoy en día es Roberto Martínez. Es lindo. Ahora hay que darle el crédito a Laudrup con el Swansea, por supuesto, pero el que empezó todo fue Roberto Martínez, que le dio una identidad. Hoy cualquiera que vaya a Swansea sabe que debe ser un jugador que entiende de pasar la pelota y de posesión.

--¿Qué le parece la migración de españoles hacia Inglaterra?

--Habla mal de la parte económica de España, pero habla muy bien del hecho de que el fútbol inglés se enamoró de la selección española y del Barcelona. Ahora el jugador español es visto de una manera muy especial en Inglaterra. Era un mercado que al español le daba un poco de miedo y a medida que empezaron a venir y a triunfar técnicos y jugadores, ha llegado a convertirse en un lugar ideal.

--¿Hay confianza recíproca?

--Sí. La gente antes pensaba en el tiempo malo, en el idioma, en otra forma de vida... Pero somos jugadores de fútbol. Y cuando uno sale a la cancha, lo que quiere es ver estadios llenos. Y eso Inglaterra te lo da, es espectacular. Después no podés tener todo. No se puede jugar en Inglaterra al fútbol y tener un clima y una playa como los de Marbella, hay que poner en el balance las cosas. Inglaterra es un lugar ideal.

--¿En los estadios se halla una de las diferencias?

--Sin ser malo con la gente de Zaragoza, allí o peleábamos el descenso y se llenaba La Romareda, o estábamos muy arriba y se llenaba La Romareda. Pero cuando éramos un equipo mediocre no había gente. La primera vez que vi llena La Romareda jugando yo fue en la promoción aquella contra el Murcia. Cuando vimos que nos íbamos a Segunda, se llenó. Y en ese momento me dijeron: "La Romareda se ha llenado dos veces. En la promoción y cuando vino el Papa". Aquí, sin embargo, siempre está lleno. Y eso para el jugador de fútbol es maravilloso.

--También vivió noches mágicas en La Romareda.

--Claro. Y yo soy hincha del Zaragoza. Aquí me preguntan muchas veces: "¿Madrid o Barcelona?". Yo soy del Zaragoza. Miras su fútbol y a veces te gusta más uno y a veces, el otro. Pero yo pasé siete años allí espectaculares. En Zaragoza me hicieron mediocampista, entre el Zaragoza y Víctor Fernández. Cuando llegué allí era un troncomóvil.

--En el verano de 1990, llegó como delantero, pero casi nunca jugó en esa posición.

--Y es lo que era, delantero. Ahí había jugado toda mi vida. Pero en cuanto cambiaron el sistema a 4-4-2 y yo no cabía delante, tuve que comenzar a correr en los entrenamientos y empezar a entender el juego, a jugar de espaldas... un montón de cosas.

--¿Cómo fue ese cambio?

--Cuando llegó Víctor, a medida que se fue transformando el equipo me fue poniendo de mediapunta. Le saqué provecho a esa posición y en el segundo año ya me transformé. Eso me llevó a un futuro jugando con tres en el centro, con Aragón y Nayim. Entre todos, la verdad, de defender entre poquito y nada.

--Una fórmula mágica.

--Los jugadores te llevan a jugar un sistema. A eso Víctor Fernández se adaptó muy bien. Paquete tenía que jugar, y Pardeza, y Esnáider. No podía dejar ninguno fuera, así que nosotros teníamos que sufrir y correr. Éramos un equipo muy ofensivo.