El statu quo ha elevado perversamente la casta política a la categoría de clase dirigente en España, cuando en absoluto debería de ser así.

La falta de preparación de nuestros políticos, en general y, en particular, de algunos presidente de Gobierno o de Comunidades Autónomas, más alcaldes, diputados, senadores y concejales, desmiente con rotundidad ese jerárquico privilegio.

Siguiendo la doctrina de Sócrates, nuestros dirigentes no deberían ser los algarrobos y tozoloneros de los partidos, sino nuestros filósofos, intelectuales, pensadores, científicos. Esos que no tienen escaño ni voto y que nunca salen en la televisión.

Pero, nos guste o no, son los políticos y los banqueros quienes mandan en España, sin que se haya hecho suficiente crítica de sus carencias y corruptelas.

En otras épocas, sin embargo, los más preclaros autores sí se ocuparon de radiografiar a sus clases dirigentes.

Un caso paradigmático podría ser el del escritor Chèjov con su decimonónica Rusia.

En una maravillosa novela, titulada Extraña confesión y lujosamente publicada por Rey Lear, Chèjov, con tan sólo veinticuatro años, trazó un diagnóstico demoledor de la aristocracia rusa. Asimismo, de las estructuras de poder de la época, la venalidad de los jueces, el ocio de los grandes propietarios y rentistas, la ignorancia de las clases bajas, el alcoholismo generalizado, la ausencia de objetivos, estructuras, conciencias o doctrinas morales susceptibles de impulsar aquellas inmensas poblaciones hacia un horizonte de progreso, como el que las naciones vecinas, Prusia, Austria, Inglaterra, Francia, comenzaban a experimentar... Y dibujando igualmente una serie de personajes inolvidables, funcionarios dispuestos a poner la mano, administradores venales, muchachas invariablemente ligeras de cascos y condes solitarios, varados en sus propiedades sin otra cosa que hacer que templarse con vodka... o cometer un crimen.

Porque Extraña confesión, además de un poderoso e impactante cuadro naturalista, expresionista, casi, es también una novela policíaca pionera en el género negro, con muchos de los ingredientes imprescindibles para mantener la concentración del lector e ilustrar su crítica con el acero de las buenas plumas.