Paco Herrera, tras encajar su equipo el 2-1, compuso un centro del campo para controlar la situación. La conjunción de planetas tan distantes entre sí como Acevedo, en ese momento ya sin vida, José Mari y Movilla, hizo del Real Zaragoza un esperpento que aumentó con la posterior presencia de Cidoncha. No está fino el entrenador con los cambios ni con ese tendencia a ahumar a sus jugadores por miedo a perder lo ganado. Le ha dado por meterlos en una lata de conservas en la que no respiran ni física ni futbolísticamente. El Alavés abrió ese envase de juguete para empatar un encuentro que daba por perdido. El Deportivo lo hizo una semana antes.

Los garabatos de Herrera adornan el vestuario zaragocista, pero hay borrones de descomunal tamaño que no le corresponden. Por ejemplo, la invitación de sus dos centrales, Paredes y Álvaro, para que los vitorianos se llevaran un punto de La Romareda el pasado sábado. Ni siquiera pueden argumentar que los centrocampistas no les echaran una mano en un par de acciones que retrataron una descoordinación y una blandura intolerables para los puestos que ocupan. Y no es la primera vez. En este sentido, la eterna petición de un central por parte de Herrera adquiere más fuerza y urgencia que nunca porque Laguardia tampoco ha aprovechado su oportunidad.

Para pocos trotes

El Jabalí no está para muchos trotes, sobre todo porque ese puesto le viene grande con el paso del tiempo. Ni la experiencia que se le supone es una garantía. Contra el Alavés se quedó clavado en la pared entre Guzmán y Viguera, justo después de que Álvaro desertara en la persecución del segundo tras meter la uña con delicadeza para robarle sin ningún éxito el balón. En lugar de atacar al futbolista que filtró el pase del primer gol, Paredes esperó y dejó abierta la puerta de par en par. En el acto previo al penalti, dejó pasar la pelota a la altura de su cadera, incapaz de articular algún recurso para despejar el cabezazo de Jarosik en una desigual pugna con Abraham. También paseaba por allí Álvaro, observando las musarañas.

Ambos salieron airosos de un excelente partido en Mallorca y de una más que correcta actuación en Riazor, donde se les puede achacar pasividad en el tanto del Deportivo. Sin embargo, y pese a la escasa amenaza de las delanteras de Segunda, ni Álvaro ni Paredes transmiten juntos seguridad y sí una constante de irregularidad entre dos jugadores que deberían estar sincronizados. Herrera falló, pero sus centrales agigantaron su error. El Zaragoza no deja de gustarse sonámbulo en el alambre eléctrico.