La 15ª jornada de Segunda

De la ira a la ironía

La Romareda clamó contra dirigentes, técnico y equipo, pero también recurrió a la sorna, con la ola y el "¡campeones, campeones!"

De la ira a la ironía

De la ira a la ironía

S. VALERO

Paco Herrera, y muchos otros entrenadores, se cansan de insistir en que la afición es soberana, que tienen que aceptar sus reacciones, por mucho que algunas no les gusten en demasía. O nada. En el caso del zaragocismo cualquier respuesta viene precedida de un hastío tan terrible, de una indignación tan larga desde que la caída del club de la mano de Agapito Iglesias es imparable, que, sea cual sea su actuación, es entendible. Ante el Girona, la grada reaccionó contra dirigentes, contra Agapito, pero también contra el consejero Luis Carlos Cuartero, contra el equipo, contra el entrenador, al que se le volvió a pedir que se fuera, pero giró esa virulencia hacia la ironía, un cambio seguro que doloroso para los futbolistas y el técnico, pero nada que no hayan merecido.

La respuesta más dura, en todo caso, siempre es la indiferencia y por ahí también hay señales preocupantes, porque el frío y la terrible situación del equipo posibilitaron la peor entrada del curso, dudoso honor que hasta ayer tenía el partido ante el Mirandés. Unos 8.000 valientes se acercaron a La Romareda y el anuncio del once ya avisó a los futbolistas de que la grada estaba de uñas. Pitos para todos, menos para Rico y Tarsi, los dos del filial. La afición, además de sabia, es justa.

El descanso trajo una severa bronca, con el 0-0 en el marcador, pero en la segunda parte la grada ya estaba más que hastiada, superada por tanta pobreza futbolística. Por eso, un regalo del Girona que desaprovecharon Roger, Henríquez y Paglialunga hizo que la pitada fuera tan sonora como unánime y, tras recordar a Agapito como máximo responsable, y a Cuartero --"¡Eres un pelele!", le chilló la grada--, llegó el momento de la ironía con el equipo, a los que ya se les había llamado mercenarios.

"¡Campeones, campeones!" se escuchó en varios momentos, lo mismo que se hizo una ola que tuvo bastante aceptación en la grada, igual que un expresivo "¡Herrera, saca a Cidoncha!" con no poca dosis de sorna, dejando claro que a La Romareda no le gusta ni el futbolista madrileño, que estaba calentando en ese instante, ni las decisiones que toma el entrenador para cambiar los partidos.

Eso quedó aún más claro con la sonora pitada que el técnico recibió cuando decidió quitar a Ángelo Henríquez para dar entrada a Diego Suárez. Él se escudó en el cansancio del chileno, pero la hinchada no entendió que se quitase al jugador con más gol del Zaragoza, por muy mal que estuviera, con un 0-0. El "¡Herrera, vete ya!" fue un clamor. El preparador catalán ya se lo tuvo que oír ante el Numancia y entonces deseó que fuera la última vez. Fue la penúltima, porque se repitió la escena contra el Girona y hasta con mayor volumen e intensidad. El caso es que el gol de Álvaro, celebrado entre aplausos y suspiros, dulcificó el estado de enfado de la afición, aunque algunos, muy pocos, aún se acordaron de la salida de Herrera, pero la gran mayoría se aprestó para sufrir por una victoria que esta vez no se escapó y para que el frío propiciara una rápida salida del campo con el alivio por los tres puntos ya asumido.

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