Tan lejos y tan cerca. El CAI Zaragoza rozó la proeza, se quedó a las puertas del cielo para acabar cayendo por cuestión de detalles ante un Real Madrid que sufrió para sumar su vigesimo séptima victoria seguida de la temporada. Ocho puntos seguidos de Rudy en el último cuarto y una pérdida de Tabu en una contra con el CAI cuatro por debajo y menos de un minuto por jugarse dieron al traste con las opciones aragonesas en un partido jugado de igual a igual, en el que el CAI lo hizo casi todo, y casi todo bien, capturó más rebotes, repartió más asistencias, menos llevarse el triunfo.

Nadie ha ganado aún al equipo de Pablo Laso, ni en España ni en Europa. Para conseguirlo hace falta el partido perfecto y el CAI se quedó en el casi, suficiente ante cualquiera, insuficiente ante el líder de la ACB. El CAI entendió que sus opciones de victoria deberían cimentarse en la defensa y el plan funcionó durante muchos minutos. José Luis Abós tejió una maraña que obligó al Real Madrid a agotar y agotar posesiones sin ver claro por dónde salir. En algunas ocasiones se comió el balón. En otras, se lo encontró Borousis solo en la línea de tres y únicamente se atrevió a lanzar, sin éxito, una vez. El Real Madrid es una máquina de jugar y anotar y ayer el CAI atascó esa máquina. Tabu no se despegó de Sergio Rodríguez y no hubo magia del Chacho. Tampoco brilló Carroll, ni Mirotic. El Madrid anotaba con cuentagotas y no lograba despegarse del CAI. Fueron Reyes y Rudy quienes se echaron el equipo a la espalda.

La duda era comprobar si el conjunto zaragozano sería capaz de mantener ese ritmo, esa intensidad, durante los 40 minutos. Porque de ser así, el CAI iba a tener opciones de triunfo. Shermadini comenzó barriendo en la pintura, la buena defensa del equipo permitió además al CAI controlar el rebote. Echó de menos el equipo aragonés algo de su acierto desde el perímetro pero, en general, el CAI ejecutó su plan con orden y criterio. Rebajó el ritmo de partido, buscó ataques largos no solo para trabajar mejores opciones de tiro sino también para desgastar a su rival atrás.

LA ÚLTIMA El CAI Zaragoza exploró sus límites y comprobó que son amplios y pueden llevarle lejos. Aguantó 30 minutos sin que el Madrid lograra una ventaja superior a los cuatro puntos, mantuvo intactas sus opciones ante un rival con un fondo de banquillo ilimitado, con muchos más recursos, con más capacidad de reacción y de variación de un partido. Fue además una de esas tardes grandes, con el pabellón a reventar, el público implicado, empujando a su equipo.

A falta de diez minutos, el partido estaba igualado a 54. Rudy, intocable para los árbitros (y Arteaga por el medio, para variar), siempre a medio camino entre la genialidad y el histrionismo, más pendiente de todo lo que sucede alrededor que del propio juego, se sacó de la chistera dos triples imposibles para la mayoría de los mortales y el Madrid se despegó por primera vez lo justo como para entrar al tramo decisivo sin ponerse nervioso.

Con el 57-67 a falta de cinco minutos llegaron los peores errores del CAI en ataque que, aun así, no se rindió nunca. El Madrid se puso más serio en defensa y a los aragoneses les costó encontrar el aro. Rudez desde el 6,75 dio la última esperanza al CAI, solo cuatro de desventaja con un minuto por jugarse (64-68). Entonces Llompart robó un balón y lanzó una contra para Tabu que, buscando a Rudez solo bajo el aro, echó el balón fuera y, con él, todas las esperanzas aragonesas. La grada se fue a casa orgullosa de su equipo. El equipo se fue satisfecho pero lamentando la gran oportunidad perdida. El mejor CAI de la temporada sucumbió ante el equipo que solo sabe ganar.