--"Tenemos un brasileño que juega mejor que Pelé, Paulo, Paulo Jamelli, Paulo Jamelli". ¿Recuerda ese cántico en La Romareda?

--Sí. Además la temporada pasada, cuando fui a Zaragoza, cogí el tranvía para ir a ver el partido con el Madrid y la gente que iba allí empezó a cantarla al verme. Me puse muy contento, porque después de tanto tiempo de haberme marchado de allí la gente me sigue recordando.

--Usted ha jugado en muchos sitios pero siempre ha tenido un cariño especial a Zaragoza.

--El Real Zaragoza es mi equipo de corazón. Me encanta ir a Zaragoza y ver a la gente. Fue un equipo en el que pasé de todo. Estuve casi 6 años y llegué cuando mis hijos eran pequeños.

--Recientemente estuvo aquí e incluso acudió a la Ciudad Deportiva. ¿Cómo vio el ambiente en torno al Real Zaragoza?

--Vi a la gente con dudas sobre el equipo. Lo que más le preocupa a la gente de Zaragoza ahora son los problemas que tiene el club fuera del campo. Parece que echan de menos la época de la familia Soláns y cuando se ganaban títulos. Entonces estábamos en Primera División y teníamos un equipo que jugaba bien.

--Pero es que en su época hubo un buen equipo.

--Llegamos a tener un equipazo e incluso una temporada estuvimos peleando por la Liga. Ganamos una Copa y a la temporada siguiente de irme yo se consiguió otra. Da mucha pena ver en la situación que se encuentra el club en todos los sentidos.

--Usted, de todos modos, en el Real Zaragoza vivió de todo.

--Llegué cedido en el año 98 en el periodo invernal y luego firmé por cinco temporadas. En el Real Zaragoza pase de todo, porque el fútbol es muy dinámico y cambia mucho. Un año eres campeón, quedas pichichi, otro no juegas mucho, te lesionas, bajas de categoría y al siguiente subes. Al final te quedas con los buenos recuerdos y con los amigos.

--Su mejor recuerdo quizás sea aquella Copa que ganan en el 2001 y en la que usted marca un gol de penalti.

--Ese año fue muy bueno para mí. Vivimos una semana muy intensa, porque en la última jornada jugamos en casa con el Celta para salvarnos y metí el gol que nos permitió lograr ese objetivo. Después, en poco más de una semana, jugamos la final de Copa ante el mismo equipo. Ellos eran favoritos, pero ganamos nosotros. Mi gol fue clave porque íbamos 1-1 y el Celta estaba muy encima de nosotros. De haber fallado ese penalti se podían haber complicado las cosas.

--Además lanzó el penalti en la portería donde la grada estaba poblada de seguidores del Celta.

--Cuando puse el balón en el punto de penalti miré a la grada y casi no veía la portería, porque detrás era todo un fondo azul. Además, el portero, Caballero, me dijo si no cambiaba la forma de tirar me lo iba a parar, porque sabía como los lanzaba. En esos 10 o 15 segundos que tardó el árbitro en autorizar el lanzamiento lo pensé, pero al final no cambié, tire con seguridad y el portero se fue para el otro lado.

--¿Y luego le dijo algo al portero?

--Le dije que si sabía como tiraba porque no había parado el penalti. Era un penalti de mucha responsabilidad. Si hubiera fallado y nosotros nos ganamos la Copa cada vez que hubiera ido a Zaragoza me lo hubieran recordado, pero lo metí.

--En aquella final estaba como entrenador Luis Costa, con el que tuvo siempre una buena relación.

--Éramos vecinos en la casa que vivíamos y tanto él como su mujer me ayudaron mucho, porque mi mujer y yo éramos muy jóvenes y teníamos niños pequeños. Además, él siempre contaba conmigo para jugar y tenía las ideas claras sobre lo quería de mí. Tengo a Luis Costa como un padre en España, un padre deportivo, pero un padre y una persona a la que le tengo mucho cariño.

--Se va Luis Costa y viene Txetxu Rojo, con el que su relación ya no fue tan cordial.

--Fue la temporada que luchamos por la Liga hasta la última jornada en Valencia. Cuando se fue Rojo es cuando volvió Costa y ganamos la Copa. Con Txetxu Rojo jugué mucho, pero en un partido de la UEFA con el Servette tuvimos una discusión en el vestuario y luego ya jugué poco.

--¿Pero qué sucedió con Rojo?

--Fue una situación muy desagradable, pero después hablamos y quedamos bien. Son cosas que pasan en el vestuario, en el calor del partido. Estábamos jugando mal y él me dijo que yo, aunque no estaba jugando bien, estaba peleando y poniendo interés, pero que me quitaba. No lo entendí y por eso vino la discusión.

--La temporada de Segunda, con Paco Flores, también jugó poco.

--Ese fue mi último año en el Zaragoza. Flores contó con gente que tenía más años de contrato y gente de su confianza que había traído. Yo era uno de los capitanes y siempre intente hacer vestuario. A veces salía desde el banquillo e incluso metí algún gol que nos ayudó. Lo importante es que se consiguió el ascenso.

--Con el paso de los años tiene la sensación de que consiguió triunfar en el Real Zaragoza.

--De verdad creo que triunfé. Fui Pichichi un año, otro ganamos la Copa y jugué casi 200 partidos. Los resultados los veo cuando voy, porque la gente me para por la calle y tiene buenos recuerdos de mí. Aún se acuerdan cuando me puse el cachirulo tras marcar ante el Bayern Munich, en las fiestas del Pilar en el Trofeo Ciudad de Zaragoza.

--Usted siempre tuvo buena sintonía con la afición.

--Siempre me sentí querido por la gente. Ellos valoraban mi juego, porque siempre peleaba y trataba de jugar a tope. Pero en mi época, el Zaragoza jugaba bien al fútbol y eso es lo que le gusta a la gente de La Romareda.

--Por eso quizás le dolió no poder despedirse de la gente en el campo, jugando.

--Yo quería jugar el último partido y por los menos poder saludar desde el campo, pero no me sacaron. Fue una pena. Me hubiera gustado despedirme de la gente que tanto me había apoyado.