Se imaginan a Ferrari sin una sola victoria en los cinco últimos años, tan solo un puñado desperdigado de podios, de cuarto a sexto en el Mundial de Constructores. Ese Ferrari existe. Es Ferrari sin Fernando Alonso, o mejor dicho, es Ferrari si el español hubiera cosechado los resultados de sus compañeros, de Felipe Massa y Kimi Raikkonen. Ni una sola de las dos peleas por el título, ni uno de los tres subcampeonatos, ni una de las 11 victorias. Ferrari hubiera estado al nivel de Sauber o Force India. Alonso ha estado muy por encima de la Scuderia estos cinco años y eso ha removido los cimientos de Maranello y ha soliviantado al entorno mediático italiano.

"Es un rompe pale", suelen decir de él desde los medios italianos, las pocas veces que ha enviado algún mensaje indirecto, nada de bronca, solo la pura realidad suavizada, como aquel yo ñno lucho contra Vettel, lucho contra Newey" del 2012. Alonso no ha entendido el desmoronamiento técnico de Maranello, los problemas de diseño, de método, los interminables problemas con el túnel del viento. De un coche más o menos competitivo como el del 2010, las cosas fueron degenerando. Y aún, así, Alonso y Ferrari hubieran tenido más, mucho más, de no mediar una auténtico desastre estratégico.

El primer año fue en la pista. Alonso solo necesitaba ser cuarto en Abu Dhabi en la última carrera, pero sus ingenieros eligieron unos reglajes ultraconservadores y erraron inexplicablemente en la estrategia con una parada en boxes sin sentido. En el 2011, la FIA había prohibido los escapes sopladores con los que Red Bull abusaba del resto y, se había demostrado, eran ilegales. Los controló en el GP de Europa en Valencia (Alonso fue segundo) y los redujo al 20% en la siguiente carrera de Gran Bretaña (ganó Alonso). Inexplicablemente, formó parte de la unanimidad de los equipos para seguir utilizándolos.

Ferrari construyó al año siguiente un monoplaza (F2012) casi peor que el F150 Italia. Pero una gran conducción llevó a Alonso a pelear por el título. En Brasil sucedieron cosas, como los polémicos adelantamientos de Vettel. Ferrari ni lo vio. En el 2013 fue peor. No habían hecho un mal coche. Alonso ganó dos de los cuatro primeros GP. Pero Ferrari se acongojó cuando Red Bull y Mercedes pidieron el cambio en la construcción de las ruedas a mitad de año, lo que acabó con las ilusiones de Alonso. El 2014 es un desastre.