A tres días de la victoria de D-Link Zaragoza en Burela, sabido ya que el equipo aragonés logró llevarse el partido remontando un resultado desfavorable a falta de 1.30 minutos con goles de Víctor Tejel y Nano Modrego de penalti, ha trascendido otro de los culpables de que D-Link siga soñando con alcanzar la última plaza que da derecho a jugar los play-off por el título. Y no es un cualquiera. Es el utillero, Benigno Martínez, ‘Beni’.

A remolque todo el partido, los de Jorge Sampedro alcanzaron la agonía del choque con el ánimo de cara. En la primera jugada de 5, recién salido del banquillo a todo riesgo, Víctor Tejel hacía el 5-5 enfundado en la camiseta de portero-jugador. Burela, que hasta entonces había llevado la voz cantante en el marcador, recibía el mazazo del empate con el dolor de un boxeador grogui. Con el partido loco, los nervios a flor de piel y Jorge Sampedro sujetando a Tejel para que no se quitase la camiseta de portero-jugador, Nano Modrego cometía una falta táctica tan necesaria como peligrosa. Tres jugadores al suelo, sudor en la pista.

Dudó Juanlu, técnico local, si arriesgar también de 5. Dudó Vista Alegre, después de todo, si el empate era malo o regular. En ese instante, segundos que parecieron horas, la zona técnica local echó el freno de mano a los chicos de la mopa. No era asunto baladí. Con los tiempos muertos ya consumidos, cualquier laguna del reglamento para detenerse a pensar es buena. Y en ese instante, como una aparición, un tipo canoso de bigote saltó a la pista con una toalla y como alma que le llevaba el diablo. Cuerpo a tierra, Beni limpió el sudor e instó a los árbitros a seguir. Los chicos de la mopa se quedaron petrificados.

La grada jaleó la acción. Y todavía bramó más divertida aún cuando veinte segundos después, el loco de la toalla salió de nuevo a la pista en otra falta favorable a Burela. Otra vez cuerpo a tierra, otra vez a la carrera. Cuarenta segundos más tarde, Nano Modrego apagó las risas desde el punto de penalti.

“Yo veía que no podíamos parar. Sabía que si seguía el partido así nos íbamos con los tres puntos, pero si nos parábamos…”. Beni sonríe al recordar la acción. El bigote se le eriza, el colmillo se le afila y los ojos le brillan como los del chiquillo que todavía es en el fondo de su dilatada experiencia. Sabe que el sábado, además de la fe del equipo, la valentía del banquillo y la precisión de francotirador de D-Link a balón parado, una parte de los tres puntos son suyos. Llegó, vió y venció. Beni, vidi. Vinci para el del bigote.