Primero, el atenuante. Será por una mala preparación física, será por una errática planificación de esa parcela, será porque la pretemporada no pudo ser como debería haber sido por las dificultades intrínsecas a la gestación del proyecto, será por la acumulación de esfuerzos en los mismos hombres, será por la limitación del número de futbolistas profesionales impuesta por la LFP que obliga al resto a exprimirse, será por suerte esquiva o por una concatenación de infortunios, será por lo que sea, pero el Real Zaragoza corre riesgo de caerse por su mala salud. Ayer se retiraron Bono y de nuevo Mario, que se suman a las bajas de Basha, Jaime, Whalley, Álamo y Rubén. Galarreta vio la quinta amarilla y Rico, la roja. Es palmario que el club tiene un problema serio con las lesiones musculares, ante el que debería poner todos los medios a su alcance y más para atajarlo. Cuanto más se prolongue, más empinada será la cuesta.

Después, el escarmiento. En su tiempo en la ciudad, la gran virtud de Ranko Popovic hasta hoy había sido su flexibilidad y esa serena capacidad de adaptación al medio y a las condiciones de sus jugadores. Su principal acierto, haber entendido en poco tiempo lo que el Real Zaragoza necesitaba: recogerse, armarse bien en defensa, dejar de recibir goles y romper con aquella fragilidad endémica. La figura de Basha, que terminó de configurar un doble pivote de contención con Dorca por delante de la línea de cuatro, personificó esa mutación. El resultado, 13 puntos de 15 y cinco jornadas consecutivas sin encajar gol. Así, con partidos mejores y partidos peores, que de todo hubo, el Zaragoza había hecho camino y regresado a posición de playoff.

En Mendizorroza, el entrenador varió la estructura de su equipo, no en disposición, pero sí en la elección de futbolistas para determinados roles. Seducido y a la vez engañado por los excelentes 20 minutos finales de Galarreta en Sabadell, que no es lo mismo jugar así desde el inicio que entre el 70 y el 90 con el rival en reserva, Popovic cambió un pivote defensivo por la creatividad del eibarrés. Y encalló. Esa fórmula apenas ha funcionado en toda esta temporada. Ni con él ni con Víctor Muñoz.

No quiere decir esto que la dirección del encuentro hubiera sido otra con una alineación más natural y consecuente con lo que había hecho durante la reacción tras la debacle de Las Palmas (por ejemplo con Insa, lo más parecido a Basha, y Galarreta o Willian en la mediapunta). El descanso prudencial de Vallejo y la aparición terrible de Rico tampoco ayudaron. Los lunes todos acertamos la quiniela, pero Popovic renunció a jugar con el modelo con el que el equipo se había sentido ganador, que ni por asomo es infalible pero sí que había funcionado. Condicionado por el estado físico de la plantilla y por una insólita falta de hambre colectiva, pero erró: abdicó de su gran acierto para transformarlo, ayer, en un error.