--¿Dónde empezó a jugar?

--Empecé en los juveniles del San Vicente de Barakaldo. Ese fue mi primer equipo. Por cosas de familia, yo nací en un pueblo de Burgos, Melgar de Fernamental, y bien orgulloso estoy, pero vivíamos en el País Vasco y empecé a jugar en ese equipo, que era muy bueno, por cierto. Cuatro de los que estábamos en ese San Vicente llegamos a jugar en Primera División, y eso no es nada fácil. Entonces me llamó el Levante, que estaba en Primera, pero con 18 años era difícil que te dieran la oportunidad. Participé en algunos amistosos, pero me fui cuando me di cuenta de que no iba a jugar. Luego pasé por el Indautxu dos años, en Segunda, y de allí al Osasuna. Antes de acabar la temporada ya me había fichado el Zaragoza.

--¿Recuerda quién lo llamó?

--Estaba ya Avelino Chaves, pero el que me trajo al Zaragoza fue Rosendo Hernández. Aunque se había ido ya Canario, traspasado al Mallorca, el resto de los Magníficos seguían en el club.

--¿Qué se encontró?

--Yo estaba más acostumbrado a lo que era el clima del norte, aunque era un jugador más técnico que de fuerza. La ciudad era tres veces más grande de lo que estaba acostumbrado y el ambiente de fútbol era bien diferente, con los logros que había habido aquí y todo lo que se haría después.

--Su llegada a Zaragoza en 1968 coincidió con el ocaso de los Magníficos. ¿Se percibía el final?

--Cuando llegué yo a Zaragoza, era algo que casi no me esperaba. Llegaba de Segunda División a dar un salto de gigante y para mí era un privilegio no solo jugar en Primera sino hacerlo junto a los Magníficos, aunque estuvieran en la parte final de su carrera. Con Lapetra estuve un año, con Santos más. Aún estaban también Marcelino y Villa.

--¿Los había visto jugar antes?

--Yo solo los había visto por televisión, en blanco y negro, claro. Recuerdo que haciendo la mili en Vitoria vimos una final de Copa contra el Athletic de Bilbao. 2-0 creo que quedaron (29 de mayo de 1966, Santiago Bernabéu, goles de Villa y Lapetra). Para mí era un sueño jugar no solo en un Primera, sino en un Primera de esa categoría. Era un equipo muy importante. En aquel Zaragoza, si no estabas entre los cinco primeros clasificados era un fracaso.

--Coincidió con los Magníficos y con los Zaraguayos, dos equipos de época. ¿Qué diferencias había entre ellos?

--Lo que vi yo de los Magníficos fue más a través de la tele. Los Zaraguayos era un conjunto más compacto, más completo. Había futbolistas que estaban por encima como Arrúa y Diarte, pero el nivel general era muy parejo. Estaban Planas, Violeta, Manolo González, García Castany... Era un equipo más fuerte físicamente y creo que más regular. Al menos fuimos un año subcampeones, creo que los Magníficos no pudieron conseguir eso.

--¿Cómo eran?

--Eran un equipazo. Para que en un equipo jueguen los cinco delanteros durante tanto tiempo es por algo. Aunque creo que con los Zaraguayos teníamos un equipo más completo. Las dos épocas fueron extraordinarias, con esos cinco Magníficos y luego con jugadores como Arrúa y Diarte.

--Incluso otros como Jordao, que no triunfó pero llegó a Zaragoza como una súper estrella mundial.

--Era muy bueno, pero un poco bastante raro. Cada uno tiene su cuadrilla como es normal, y los Zaraguayos iban normalmente juntos, pero él iba más solo. Además, tuvo el problema con Nino Arrúa. Ya se sabe que dos gallos en el mismo gallinero... Él venía como el no va más de Portugal, pero en Zaragoza no cumplió con las expectativas.

--¿José Luis Rico nació siendo lateral derecho?

--No, no (risas). De juvenil empecé de interior en el San Vicente. Iñaki Sáez jugaba de extremo derecha. También estaba Alfredo Pascual, que jugó en el Sporting, y Raúl López. Todos llegamos a Primera, algo muy difícil. Luego pasé al Indautxu, donde me bajaron también al medio, hasta que en los últimos meses ya me pusieron en el lateral. Cuando llegué al Osasuna fue cuando jugué siempre de lateral.

--¿En el Zaragoza solo fue lateral derecho?

--Solo. En alguna ocasión jugué en el izquierdo, pero por circunstancias de bajas. Incluso en Granada llegué a jugar con Carriega de centrocampista. Pero, vamos, excepciones.

--Tuvo un gran recorrido en el equipo aragonés, con 275 partidos entre 1968 y 1977.

--Tienes que tener suerte en cuanto a lesiones, que a mí me respetaron. Y en cuanto a cuidarme, yo siempre he sido muy metódico. Incluso lo sigo siendo hoy en día.

--¿Le faltaron goles para poner la guinda? Solo cuatro con el Real Zaragoza.

--Yo era más de asistencias, que se dice ahora. Y no hablo de centros desde el centro del campo, sino de llegar hasta el fondo para ponerla. Recuerdo que metí uno ante el Atlético, con Luis Aragonés jugando todavía, un día que podían ser campeones de Liga. El gol del empate a uno lo marqué yo. Otro recuerdo en Alicante, que ganamos al Hércules 0-1. Su portero era Santoro, internacional argentino. No muchos más. Incluso alguno me metería en propia puerta (risas), pero tampoco me acuerdo.

--¿Cuánto disfrutó en la época de los Zaraguayos?

--Muchísimo. Era un equipo increíble. Hubo la suerte de que pudimos jugar muchos años juntos. Entonces se sabía la alineación de carrerilla, y eso a un equipo le hace ser compacto. Si además había clase, que la había...

--¿De cuántos entrenadores se acuerda?

--Llegué con Roque Olsen, que no duró mucho. Luego estuve con César, Héctor Rial, García Traid, con Rafa Iriondo, que ascendimos, con Carriega, Lucien Muller... Era un tío estupendo. Le gustaba vivir bien. Era un francés muy francés... una persona muy maja. También tuvimos a Balmanya. Hubo un año que tuvimos tres entrenadores.

--Nueve años en el Zaragoza, y luego una vida.

--Soy una mezcla de burgalés, vasco y aragonés. Pero, vamos, llevo 47 años en Zaragoza. Llegué joven y estuve nueve temporadas en el club. Lo normal era asentarse. Yo, como muchos, me eché una novia aragonesa, me casé y aquí me quedé. Mis hijos también son aragoneses. Y yo, pues tres cuartas partes (risas).

--¿Hubo algún extremo que le sacara de quicio?

--Llegué a coincidir con Gento, aunque ya en su última etapa. A mí el que se me dio peor fue Chechu Rojo, que luego estuvo de entrenador aquí. Era un zurdo que sabías lo que te hacía, pero era tan habilidoso que se te iba. Aunque el futbolista que más me llamó la atención nunca jugué contra él. Era un extremo izquierda que jugaba con nosotros, un tal Carlos Lapetra. Aparte de un señor, lo digo así de clarito, ha sido el extremo que, pese a no ser un extremo clásico, era calidad pura. Lo veías jugar y te maravillabas. Y eso que yo he jugado contra Cruyff, contra Pelé... También recuerdo a Rep, del Valencia, que era muy bueno, a Amancio, al Ratón Ayala, Marcial, Asensi...

--¿Ha cambiado el fútbol?

--Yo ahora voy poco al fútbol porque lo paso mal. Sufro y me aburro. De lo que has vivido a lo que ves ahora, ¡madre mía-! Vivo al lado, pero no me gusta ir. No soy el único, les pasa a muchos.

-¿La afición ha cambiado?

--La veo sufridora. En nuestra época, las exigencias no eran las mismas. O ganabas y jugabas bien, o te pitaban.

--¿Cómo era la relación?

--Éramos normales, cercanos. Aun hoy en día hay gente que me reconoce. Cada uno teníamos nuestras cuadrillas, pero íbamos por la calle tranquilamente. Yo iba con Chirri, Duñabeitia, Antonio Hidalgo, Ruiz Igartua... Íbamos mucho a una zona de piscinas del parque que se llamaba Las Palmeras.

--De la otra vida de los Zaraguayos también se habló mucho.

--A mí la vida nocturna, que es una de las cosas que se les achaca a los jugadores, no me ha gustado nunca. Éramos normalitos, íbamos a merendar o a cenar, y alguna vez a una discoteca. Yo iba mucho con Manolo Nieves, para que la gente se haga una idea (risas), de coca-colas... De ese tipo éramos. La parte sudamericana era otra cosa, ellos se iban por su lado.

--¿Ve los partidos del Zaragoza por televisión?

--Alguno. No los aguanto. Desde mi casa se ve el marcador, y voy controlando el resultado, también por el murmullo. Más o menos lo sigo, pero como no lo paso bien, prefiero estar un poco al margen. Nos pasa a muchos de mi época.

--¿Cuál es el mejor recuerdo?

--El ascenso y el 6-1 al Madrid, que fue estupendo. Ellos eran ya campeones, pero les dimos un meneo. A nadie le gusta que le metan seis, y menos al Madrid. Nosotros lo hicimos, les pudimos meter ocho o nueve. Fue uno de esos días que te sale todo.

--¿Cómo fue su final en el fútbol?

--Tenía 33 años y entonces era lo normal. Nos fuimos ocho o nueve ese año, que fue el del descenso (76-77). Manolo González, Javier Planas, Violeta, Porta, yo...

--¿Qué hizo al dejar el fútbol?

--Pasé un año sabático y luego entré a trabajar en automóviles. Sabía poco de coches, pero me llamaron de la Renault, en Eazasa. Allí estuve de jefe de ventas 23 años, y estuve muy bien. Los futbolistas, en esa época, o se montaban bares o se iban a los bancos. Yo fui una cosa rara porque me fui al automóvil. Empecé en San José, aunque la central está en Cogullada. Ahora se llama Vearsa.

--¿Qué echa en falta del fútbol?

--Todo. La ilusión de cualquier niño es llegar a un equipo grande. Cuando lo consigues, la satisfacción es enorme. También saber que la gente te aprecia tantos años después. También es verdad que, si no cumples, no estás nueve años en un club tan importante como el Zaragoza.

--¿No le llamaba la atención ser entrenador?

--No tenía ganas. Saqué el título de entrenador, pero hay que tener un carácter especial para ejercer. Por ahí he tenido el carnet hasta hace cuatro o cinco años. A mí lo que me gustaba era jugar. No tenía ganas de seguir ligado al fútbol.