a la contra
Realmente Zaragoza
En el fútbol, en el deporte profesional, la mente de los protagonistas recibe una sobredosis de información ajena a sus condiciones naturales que debe administrarse. El talento ocupa un lugar de privilegio en la escala competitiva y el jugador suele ampararse casi en exclusiva en sus cualidades sin percibir que gran parte de sus decisiones vienen condicionadas por agentes externos o por una gestión por lo general anárquica de los internos. El Real Zaragoza, con encuentros psicológicos, ha empezado a trabajar en la particularidad de su caso. Lo necesita. En su hoja de ruta figura el ascenso directo, un objetivo ingente pese a la mejoría reciente, o indirecto, una meta más realista. Ambos, sin embargo, exigen un escenario muy particular, antagónico al del resto de una temporada desestructurada, de una plantilla rasgada por los caprichos y ausente de un liderazgo sólido, creíble dentro y fuera del campo.
La renovación parcial de los participantes con seis nuevos fichajes y un entrenador con un método distinto ha elevado la competencia y ha ejercido como primer elemento motivador. No obstante, el Real Zaragoza, aun creciente en su fútbol, carece de una identidad aglutinadora, de futbolistas que por sí solos o en grupúsculos puedan actuar como potentes motores de reacción frente a la gravedad. El entrenador ocupa su terreno específico y de su comportamiento y mensajes tácticos o personales se extrae una personalidad que se refleja en el grupo. Su misión se enmarca en procurar una atmósfera ganadora que ha de traducirse en resultados. En este caso inmediatos. Dejar en sus manos la construcción de un molde completo le restaría tiempo para atender a sus ya de por sí laboriosas funciones.
La peculiaridad del equipo aragonés reside en una segunda oportunidad con un escaso margen para el error. La aportación de los consejos o directrices psicológicas no buscarán, a buen seguro, un florecimiento privado sino el ensanchamiento colectivo como una tribu sin fisuras, la creación de una mente común y lo más liberada posible del estrés. El Real Zaragoza necesita potenciar el talento del grupo centrándose en el cauce que lleva de una jornada a otra. El éxito maneja sus propios códigos, en muchas ocasiones indescifrables, pero su proximidad será mayor cuanto más amplia sea la zancada de la inteligencia.
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