LA ENTREVISTA DE LA SEMANA

Roberto Fabián Ayala: "No pude estar al nivel de la historia del Real Zaragoza"

Para muchos es uno de los mejores centrales de la historia reciente del fútbol, triunfó en el River, en el Milan y, sobre todo, en el Valencia, pero no lo logró en el Zaragoza, donde Ayala (Paraná, Argentina, 14-4-73) llegó a golpe de talonario en el 2007 como fichaje estrella para sustituir a Gaby Milito. Se fue dos años y medio después (81 partidos oficiales), con un descenso tras una campaña nefasta y con un ascenso el curso siguiente con Marcelino como técnico a sus espaldas

Roberto Fabián Ayala: "No pude estar al nivel de la historia del Real Zaragoza"

Roberto Fabián Ayala: "No pude estar al nivel de la historia del Real Zaragoza"

S. VALERO

-Fue 115 veces internacional con Argentina, ganó un Apertura con el River Plate, Ligas con el Milan y con el Valencia... ¿Qué supone el Zaragoza en su carrera?

-Un equipo más, una parte importante, a pesar de que las cosas no salieron como uno quería. Es una institución con una historia y lamentablemente no pude estar al nivel de ella. Si hablamos por mis logros, el Zaragoza claro que no está a la altura de otros clubs de mi carrera, pero para cada aficionado lo más importante es su equipo y para mí cada uno de mis equipos lo son.

-Se marchó en enero del 2010 tras dos años y medio. ¿Acabó satisfecho de su etapa aquí?

-No podía estarlo. Soy muy exigente conmigo y mi saldo allí no fue positivo en el sentido de haber dejado algo importante a la gente. ¿Sabe? Amí en el Valencia no me había ido bien en la Copa del Rey y quería ese título. El Zaragoza era un equipo copero y creía que iba a tener la oportunidad de al menos jugar una final. Está claro que nada se dio...

-Vayamos al inicio, llega en julio del 2007 tras una operación sonada. Acababa de fichar por el Villarreal y, sin jugar allí, el Zaragoza paga 6 millones de su cláusula.

-Fue algo muy comentado. En enero, cuando se sabía que no iba a continuar en el Valencia, el Villarreal me contactó. Recuerdo que firmé el contrato antes de un partido con la selección argentina en Francia. Terminó la Liga, el Zaragoza vendió a Gaby (Milito) y llamaron a mi agente para ver las posibilidades. Había una cláusula no tan asequible pero sí más o menos baja y trasladaron una oferta primero a mí, que me sedujo. Lo comentamos al Villarreal, que no quiso mejorar las condiciones y que pensaba que era una presión nuestra. La oferta del Zaragoza en lo deportivo y en lo económico era muy seductora, con un proyecto bastante ambicioso, que me gustaba.

-Se generaron muchas expectativas con su fichaje...

-Sí, lo sé. Yo conviví bien con eso muchas veces en mi carrera, el futbolista de alto nivel siempre tiene esa presión y la va sabiendo llevar. Yo llegué aquí con una madurez que implicaba tanto asumir el reto como la responsabilidad que conllevaba.

-Llegó con 34 años tras unas temporadas magníficas en el Valencia, pero quizá ya en el declive de su carrera.

-El declive es normal a medida que vas cumpliendo años, ya que el físico merma. El fútbol no dura toda la vida y no juegas hasta los 75. Pero también ganas en otras cosas, en experiencia y en madurez. Yo fiché por el Zaragoza convencido de dar lo mejor de mí, de hacer aquí la mejor temporada de mi carrera.

-Aquella plantilla de la 07-08 es la más cara en la historia del Zaragoza, con fichas muy elevadas, como la suya. ¿Cree que el club se alejó de su realidad económica y lo pagó después?

±Yo no puedo entrar en eso. No estaba en los números del Zaragoza para saber si se pasó o no de sus posibilidades. Asumo que pagar seis millones para fichar un jugador de 34 años implica un desembolso importante. Más allá de eso, no sé si era algo o no alocado. Si lo hizo, es porque el club creyó que podía soportarlo.

-¿Qué pasó aquella temporada? Con una plantilla para Champions se acabó bajando.

-Se dieron todos los condicionantes y todas las circunstancias. Todos. Si no, con un plantilla así es imposible bajar. Nuestra cabeza estaba para jugar arriba, vimos pronto que no estábamos en los objetivos y después costó sacar resultados.

-También se habló de muchas diferencias en el vestuario. El incidente entre Aimar y D’Alessandro, el grupo de los argentinos, la rivalidad entre Oliveira y Milito...

-Lo primero, a mí siempre me pasó en los clubs estar más con los argentinos y suramericanos que hubiera. Pero eso no quiere decir nada. Yo no veía un mal funcionamiento y una convivencia negativa. Después, no sé lo que le pasaba a cada uno por la cabeza, pero yo no tuve ninguna mala experiencia con nadie, ni con los argentinos ni con los españoles. Se entrenaba y se competía, por ahí no hubo problemas. Con el paso del tiempo, cada uno de los que estuvimos dirá lo que quiera, pero siempre hubo charlas entre nosotros para intentar solucionar y cambiar el ritmo y los resultados que había desde casi el inicio de esa temporada.

-El entrenador era entonces Víctor Fernández. ¿Qué opinión le queda de él?

-Un tipo muy amante del fútbol argentino. Tenía un cierto apego, afinidad, hacia el futbolista de allí. Yo compartía su filosofía de vida y la futbolística. Para mí es un entrenador que se maneja bien en el grupo, que dice las cosas claras, que es frontal.

-Tras pasar por el banquillo de forma efímera Ander Garitano y Javier Irureta, la recta final es con Manolo Villanova, pero no se logra la permanencia...

-Manolo dio ese carácter, esa palabra o ese gesto que empujaban al grupo. La oportunidad de salvarnos la tuvimos, pero no estuvimos a la altura de la exigencia que supone jugar para no bajar. Es más difícil jugar por no descender que por una Liga y esa experiencia yo la tuve en el Zaragoza. Una Liga no la ganas y no pasa nada, más allá de la decepción. Lo otro es más complicado, tiene muchos más efectos y supone un peso difícil de llevar en el día a día. La cabeza llega muy intoxicada cuando saltas al césped.

-El descenso se consuma en Mallorca. ¿Qué recuerda de aquel día?

-Fue de los más amargos de mi carrera, no me había visto en una situación así. El tiempo lo cura todo, pero la herida no se acaba de cerrar. Esto es un juego, pero los sentimientos y la responsabilidad por la gente que confió en mí... ese peso carga siempre.

-¿Al bajar a Segunda tuvo la idea de marcharse?

-No quería irme, asumí que era un momento también de aprendizaje, de vivir algo nuevo. Sabía, eso sí, que no era un jugador barato y me puse a disposición del club. Hablamos, lo que necesitaran hacer yo lo aceptaba. Quería devolver al equipo a Primera y al menos ese objetivo sí lo pude cumplir.

-Con Marcelino García Toral sí tuvo muy buen feeling

-Sí, es verdad. Tengo un gran recuerdo de él y buena relación. Me gustó por su carácter, ideología y forma de pensar. Sacó el resultado que todos queríamos. Y no fue fácil tras una temporada complicadita. Yo en los primeros partidos no pude ayudar mucho por una lesión en la zona entre el muslo y el glúteo. Tuve problemas, me mermaba, me impedía correr cómodo. Pero lo superé y pude jugar bastantes partidos, sobre todo al final.

-¿Hasta qué punto las lesiones fueron un gran hándicap para no ver al mejor Ayala aquí?

-No creo que lo fueran. Esa lesión no me había pasado en toda mi carrera y condicionó mi rendimiento. Tenía también una operación en el menisco externo que se fue degenerando, pero con mucho cuidado y cariño en la rodilla me permitía jugar.

-Para un jugador con su currículum, ¿qué supuso ese ascenso?

-Una alegría enorme, sobre todo por la gente, que viera a su equipo donde merece estar. En lo personal fue un éxito deportivo que no había vivido y lo sitúo a la altura de cualquier título que logré porque fue muy importante también. Conseguir un objetivo nunca es fácil, en ese había 21 enemigos que querían lo mismo. Así como el año anterior no se había cumplido con ninguna meta y cargas con eso, también tienes que darle valor al ascenso.

-Su última temporada en el Zaragoza empieza con problemas y mala clasificación.

-Había material y recursos para la permanencia y más teniendo un entrenador como Marcelino. Había plantilla, no sé si para puestos europeos, pero sí para estar tranquilos.

-Con el técnico que vino después (Gay) llegaron siete refuerzos...

-Si fichas tanto en enero es porque no hiciste las cosas bien en julio, eso es verdad. Yo veía que había compañeros con calidad para firmar ese objetivo pero las decisiones pasan por el club. Para mí, la destitución de Marcelino fue un golpe, cuando se echa a un entrenador siempre parte de culpa de lo que pasa es de uno, por no dar lo que el técnico quiere conseguir en el equipo.

-En enero se van usted y López Vallejo, mientras que Gabi y Ponzio quedaron en una situación difícil que sí lograron reconducir. ¿Ser la guardia pretoriana de Marcelino les marcó?

-Es que creo que la obligación de un jugador es identificarse con el entrenador que esté, porque somos sus intérpretes. Así lo viví siempre, comprometido con el técnico, con lo que te diga, aunque sea ingrato tratar de hablar siempre el mismo lenguaje. Eso hace entender más fácil las cosas. Si se entendió que éramos muy de Marcelino, pues no lo sé, defendimos a un técnico que eligió el club.

-¿Cómo vivió su adiós? ¿Se sintió maltratado?

-Maltratado no es la palabra, pero no se habló claro, directo, conmigo en mi salida. Y uno lo que necesita es eso. Igual que me dijeron que me quedara en Segunda no se me trató de la misma manera después. No hay rencores ni nada, porque esto da muchas vueltas. Y las instituciones no las hacen los dirigentes ni los periodistas, son de la gente, de la afición, de ese sentimiento. Por eso, guardo todo el respeto y el cariño a todos mis clubs. Pero siempre fui claro a la hora de hablar y, si algo tenía, es la capacidad de lectura de los momentos. Y el trato no fue idéntico hacia mí. Me tuve que ir de un lugar donde estaba bien.

-¿Qué recuerdo le queda de Agapito Iglesias?

-Empezamos muy bien, con una relación muy buena. Yo entiendo que quería otra cosa para el Zaragoza en los resultados, y no se le dieron. Tomó decisiones, alguna, como en mi caso, no la compartía, pero la aceptaba. Al final, cuando uno quiere hacer un proyecto de éxito es básico saber lo que uno quiere, tener una identidad y hay que buscarlo y reflejarlo en la gente que te rodea, en la dirección deportiva, en el míster y en los jugadores. Ahí es donde está la clave del éxito o del fracaso de un proyecto.

-¿Mantiene contacto con gente en el club? Ya quedan pocos de su etapa...

-Con Andrés Ubieto me hablo bastante y trato de estar en contacto. Y, bueno, está el cariño, yo miro de reojo, sigo la trayectoria, quiero que al Zaragoza le vaya bien, que pase esta mala época. Además, mi trabajo hoy pasa por mirar fútbol y a mis equipos los veo con más cariño, claro. El deseo es que el Zaragoza vuelva a Primera, aunque en Argentina apenas podemos ver la Segunda.

-Ha estado en la secretaría técnica del Valencia. ¿En los despachos orienta ahora su futuro?

-Estoy a la espera, sí, y haciendo el curso de entrenador. Una vez tenga el título quiero entrenar algún equipo, es mi objetivo. La secretaría elige los jugadores pero no puede cambiar nada más, ni sacarles el rendimiento. Me gusta más el banquillo.

-La historia del fútbol le va a recordar como un central contundente y de carácter, un defensa de los que marcaron época en Argentina. ¿Le gusta?

-El fútbol me dio todo. Logré títulos, éxitos, y además me abrió la mente, me formó como persona, me dio valores. Estoy superagradecido y feliz de mi carrera. Y sí, siempre me gustó competir. Incluso ahora cuando juego algún partidito. Ese deseo de ganar, de hacer las cosas bien, es lo que quiero que quede de mí. Se podrá jugar bien o mal, pero el esfuerzo es innegociable. Eso es lo que como técnico exigiré a mis jugadores siempre.

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