miraDOR

Míster Carreras y su señor equipo

Sergio Pérez

Sergio Pérez

De fútbol todo el mundo sabe. O por hablar con verdadera propiedad, todo el mundo cree que sabe. En esa burbuja individual de conocimiento es donde cada cual vive este excitante juego a su manera y de modo personal e intransferible, con el corazón palpitando a la misma velocidad que palpitan las emociones que van y vienen, cambiando de estado de ánimo al ritmo de los resultados. Así está siendo la temporada de este Real Zaragoza, un balanceo de potentes sensaciones, un looping de vértigo. Hasta ayer, cuando el equipo aragonés consiguió por fin una victoria redonda ante el Alcorcón, la tercera consecutiva, se acomodó en la tercera posición, a tres puntos del Alavés, segundo y último poseedor de plaza de ascenso directo, con el colmillo y el juego bien afilado.

Cuando aterrizó en el club para hacer la revolución, Narcís Juliá seguramente imaginó algo como lo de ayer, el triunfo más convincente de la temporada y la manera de jugar más persuasiva de todo el año. Juliá, que sabe un rato del negocio, de zaragocismo, de fútbol y futbolistas, lo avisó a medio camino entre la fe real y la obligada: había que tener paciencia, el Zaragoza llegará bien a la recta final. Eso dijo. Ha habido idas y venidas, buenas rachas y malas, lesiones y sanciones, entradas y salidas y hasta dudas iniciales con el entrenador, de pocas a bastantes y de bastantes a ninguna.

Hasta que hoy, 25 de abril, a falta de siete jornadas para que esto termine, el Real Zaragoza se ha situado a tiro de un partido del ascenso directo y llega como un tiro después de jugar --sí, jugar-- el mejor encuentro en casa de la temporada: haciendo tres goles, el primero de Dongou de una plasticidad extraordinaria, siendo superior al rival, tocando, llegando y ofreciendo una imagen esperanzadora, a pesar de haber concedido algún despiste, la principal imperfección anoche, pero sobre todo las manos blandas de Manu Herrera.

Juliá acertó en aquel aventurado vaticinio invernal y el Zaragoza ha alcanzado el tramo definitivo en la mejor disposición. Mérito indudable de míster Carreras, que entre todos los inconvenientes, las derrotas y los problemas, ha sabido hacer de la serenidad un don y por el camino, mientras su equipo caía y se levantaba y los nervios volvían a flor de piel, ha ido llenando el fondo de su afamado armario con la recuperación de Dorca, Erik Morán, Freddy Hinestroza, Dongou o Isaac, para ponerle detalle a ese traje de buena costura que siempre lucieron Rico, Lanza y este estupendo y generosísimo en el esfuerzo Javi Ros, sin duda el gran fichaje de enero junto al inamovible Guitián. Con el riesgo de caerse de maduro, el Real Zaragoza ha ido madurando hasta hoy, que tiene este espléndido color primaveral.

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