El futuro de Neymar pende de un hilo que va balanceándose de un lado a otro y que le acerca y le aleja del Camp Nou según conviene a quienes lo manejan, con su padre en primera fila. Y no es un simple juego. Hace semanas, el Barça daba por hecha su continuidad con una oferta de renovación más o menos pactada a pesar de que los representantes del futbolista no habían dado una respuesta definitiva y han ido aplazando el acuerdo que, debido a las condiciones de la deuda del club, no puede firmarse hasta el 1 de julio.

Y aprovechando este margen de tiempo y los vaivenes de Neymar, el PSG parece dispuesto a lanzar una contundente ofensiva que pasaría por pagar su cláusula: 190 millones de euros que ascenderían a unos 240. Una barbaridad a la que habría que añadir una ficha que supondría el doble de la que cobra actualmente y que se ha llegado a cifrar en cerca de 50 millones anuales.

Neymar tiene desde hace tiempo sobre la mesa una propuesta para renovar con el Barça cuatro años más (del 2018 al 2022). El club sabía de su voluntad de aceptarla tras meses de incertidumbre. Ahora, sigue creyendo que la acabará firmando, pero también tiene informaciones que le provocan intranquilidad.

La causa judicial abierta por su fichaje ha sido un elemento de presión constante y también una excusa para buscar una posible salida. En todo este tiempo, el padre del futbolista ha mantenido contactos con distintos clubs, como el Manchester United o el Real Madrid, encantado de saber de ese interés y sin acabar de cerrar nunca la puerta, dejándose querer, sin que sea fácil saber el grado de complicidad con su hijo. Neymar ha expresado reiteradamente su deseo de quedarse y ha dado muestras de la buena relación que mantiene con Messi y Suárez. Pero paralelamente ha mantenido cierta indefinición sobre su futuro.