Perico Fernández es el mismo de siempre. Es tan tirado para adelante, tan ocurrente y tan fanfarrón como cuando el 21 de septiembre de 1974 se proclamó campeón del mundo de los superligeros en Roma. Recuerda muy bien el momento en el que el árbitro levantó su brazo a las doce menos cuarto de la noche frente al japonés Lion Furuyama.

Han pasado 37 años y Pedro Fernández Castillejos sigue siendo único. "Me gusta que me digan que fui el Messi del boxeo español. Entonces era mucho Perico. Era un genio", dice mientras se toma una cerveza en el restaurante El Churrasco junto a Pedro, su hijo, y Sandra, la novia de este. "Estoy enganchado a esta zona. He vivido muchos años en ella", reconoce.

Ahora tiene 59 años. No ha perdido su inconfundible tartamudez. Vive la vida como puede y donde puede. A mediados de los setenta, en los estertores del franquismo, levantó pasiones en España. Incluso se han escrito dos libros sobre él. Fue el tercer español que conquistó un título mundial tras José Legrá y Pedro Carrasco. Hoy casi nadie le conoce en las calles de Zaragoza. Ahora su preocupación es que le quiten un molesto quiste que lleva en la boca. "Llevo un año con él y no se a dónde acudir. No hacen más que pedirme papeles en el hospital", exclama.

Perico lleva muchos años en crisis. Pero ya está acostumbrado a vivir de esta manera. "La cosa esta muy mal. No trabajo. Nunca he encontrado un trabajo. Lo mío era el deporte, el boxeo y como deje de boxear.. El dinero te lo vas gastando. Tenía que haber ganado muchísimo dinero, pero los mánagers que tuve se fueron contentos. Enrique Soria era muy listo", confiesa.

Pedro ha estado peleado toda su vida con el mundo. No tiene especial cariño a su tierra natal. Cree que no se le ha tratado justamente. "Estoy asqueado de Zaragoza. Nací en Zaragoza por desgracia. Nadie sabe lo que estoy pasando y a nadie le importa. Deberían darme algo en España, porque he sido en el mundo alguien importante. Y ahora me dejan tirado por la calle", proclama. Aún recuerda con nostalgia cuando Franco le recibió en El Pardo tras proclamarse campeón del mundo. "¡Murió Franco y este país se ha ido a la ruina!. Rodeado de políticos que son unos sinvergüenzas. Allí lo conocí y al año siguiente se murió. Me dio muchísimo respeto. ¡Le di la mano al que mandaba, al que tenía un par de cojones!", explica.

Perico tiene cinco hijos y dice que ha tenido cinco mujeres. Ahora no sale con ninguna. "¡Ahora no quiero saber nada de mujeres!", afirma. Tras retirarse del boxeo con 33 años, uno de sus medios de subsistencia fue la pintura. "Lo mío era el arte abstracto y las estampas taurinas", explica. Ya no pinta. "No tengo donde pintar. Tenía un amigo sastre y en su taller me dejaba pintar. ¡Pero se cansó de mí!".

Infancia

Siempre fue un desarraigado. Nunca conoció a sus padres y estuvo hasta los 16 años en el Hogar Pignatelli de Zaragoza. Entonces conoció el boxeo y empezó a entrenarse en el gimnasio de la federación de la mano de Martín Miranda. Su carrera fue fulminante. El 3 de marzo de 1973 ganó el título nacional de los ligeros a Kid Tano en Zaragoza. Un año más tarde machacó a Tony Ortiz y ganó el título europeo de los superligeros. Perico tenía una derecha poderosa, un magnífico juego de piernas y una gran inteligencia sobre el cuadrilátero. En Viaregio defendió el título continental ganando por KO en el segundo asalto a Pietro Ceru.

Un mes más tarde llegó la gran oportunidad de su vida en Roma. Se jugó el título mundial ante el nipón Lion Furuyama. "Estaba bien preparado, pero en el primer asalto me jodió una costilla. Fue un combate duro a quince asaltos. Estaba muy cansado y no podía pegar. No me salían las manos rápidas. En el séptimo asalto, casi lo tiro", la decisión fue discutida por el público. Pero ganó Perico.

El 19 de abril de 1975 defendió el título con éxito frente al brasileño Joao Henrique en Barcelona. Pedro reconoce que fue el mejor combate de su vida. "Fue el mejor boxeador al que me he enfrentado. En el primer asalto casi me deja KO. Después le tumbé", reconoce.

La estrella fugaz declinó tres meses más tarde en la odisea de Bangkok. Allí se enfrentó al tailandés Suansak Muangsurin. Salió derrotado al ring. "Estaba muy cansado, no podía. En Tailandia hacia mucho calor. Ese chino era muy malo, muy malo. ¡No sabía ni boxear!". A los 22 años la figura de Perico empezó a declinar. Admirador de Joe Louis, "se los comía a todos en bocadillo", ya no quiere saber nada del boxeo. "Paso del boxeo. Yo no lo hecho de menos". Su futuro es un largo túnel del que no se ve la salida.