—Dice Álvar Garriga, su mecánico cuando tenía 9 años; que lo más prodigioso en usted es la frialdad con la que pilota, esa serenidad para entender el riesgo sin que le afecten las dificultades.

—Es verdad, tiene razón. Mi reacción, en situaciones de máxima presión o exigencia, después de una caída, por ejemplo, es seguir como si no hubiese pasado nada. Continuar pilotando a tope, con la misma frialdad y confianza en ti mismo. No es fácil, desde luego, pero trato de ser fiel a mi estilo, sea cual sea la situación.

—Roser Atienda, su maestra en Primaria, cree que siempre ha tenido las ideas claras, que es capaz de decidir en milésimas de segundo y se equivoca poco.

—Eso me viene de origen, de nacimiento, de cuna. Forma parte de mi personalidad. Tengo las ideas muy claras, pero nunca una idea fija, inamovible. Busco consejo en mi entorno, en mi familia, en mi equipo, en la gente que siempre ha estado conmigo y me ha ayudado a crecer como persona y piloto. Intento no ser cabezón, me gusta escuchar a los demás. Pero, eso sí, hay cosas que no puedes consultar sencillamente porque, en ese instante, no los tienes a tu lado. Por ejemplo, mi determinación a la hora de atacar en la última vuelta de un gran premio. He de hacerlo a mi estilo.

—Ángel Viladoms, el expresidente de la FEM, cree que nadie tiene su sensibilidad de Marc a la hora de saber qué le ocurre a la moto.

—Yo creo que esa sensibilidad aumenta y mejora con el paso de los años, de las temporadas, de los campeonatos. Cuantas más carreras corres, el sensor va siendo más sensible. Y este sí es uno de los secretos de los grandes campeones como, por ejemplo, Valentino (Rossi), capaces de ir rápido pero, sobre todo, saber por qué son rápidos, entender el comportamiento de la moto.

—¿Es un privilegiado?

—Encima de la moto soy muy sensible, aunque creo que hay pilotos que lo son aún más. Cuando surge un problema en la moto y no somos capaces de solucionarlo, intento olvidarlo y tirar p’alante. Los muy sensibles no se lo sacan de la cabeza en todo el fin de semana y no son capaces de ir rápidos nunca.

—Su hermano admira lo claro que lo tiene todo. Ni se lo cree cuando gana, ni se hunde cuando pierde.

—Vivo en un mundo que, como ocurre estos días, cuando tienes 33 puntos de ventaja y faltan solo dos carreras (50 puntos), todo el mundo te considera ya campeón y la gente empieza a volar, creyendo que esto ya está hecho. Y todos sabemos que lo más difícil es el último paso. Por eso me gusta ser realista, no despegar ¡nunca! los pies del suelo y quedarme con lo positivo de los problemas y con lo negativo de los éxitos.

—¿Ya pilotaba así de niño?

—Para ir rápido en moto, tienes que tener talento, ser trabajador, pero tienes que tener ese punto de inconsciencia, que no es locura, eh, de no pensar lo que estás haciendo. El domingo, en Australia, estuvimos tres motos, carenado con carenado, a 330 kms/h. Si te paras a pensarlo, te bajarías de la moto de golpe. Este punto de atrevimiento me viene de serie. Cuando piloto, me cuesta ver el riesgo. Es así, lo confieso.

—Nadie se atreve a decir cuál es su límite, su techo en este deporte. ¿Usted adivina dónde está?

—No creo en los límites de una persona, porque siempre puedes hacer más. La clave es no encontrar el límite, perseguirlo siempre, ver que puedes mejorar. Yo vivo el día a día, no me interesa saber cuál es mi techo. Solo pienso en ganar este domingo.

—Todo el mundo dice que, desde que llegó usted a MotoGP, en 2013, es el puto amo de la máxima categoría.

—¿Por qué? Si no fui capaz de ganar el título en 2015...

—Ha corrido 88 grandes premios, ganado 35 (el 39%), sumado 62 podios (el 70%) y totalizado 44 ‘poles’ (el 50%) y está a punto de ganar su cuarto título en cinco años ¿es o no es usted el puto amo?

—Hombre, visto así, sí, hemos hecho muy buenos números, pero son pasado. Los números son buenos para repasarlos cuando te retires. Yo no vivo del pasado, ni del futuro, de ahí que no me interese conocer mi límite. Solo me interesa el presente.

—¿Por qué su Honda es la única que gana? ¿Es usted y no la moto quien logra semejantes éxitos?

—No me interesan las otras motos. Trabajo con mi moto, mi equipo técnico, mi fábrica y mis entrenadores. Para ser campeón, tienes que ganar a todos los pilotos de la parrilla, incluidos tus compañeros de marca.

—¿Se ve muchos años más en Honda?

—Sí, claro, por supuesto y más ahora, que estoy liderando el Mundial, con toda mi gente contenta y orgullosa del trabajo que estamos haciendo.

—Dicen que un día aparecerá Red Bull, su patrocinador personal y del equipo KTM, y le ofrecerá 20 millones por temporada para que pilote la moto austriaca.

—Dicen, dicen, dicen… Ni caso. Yo no me muevo por dinero. Yo quiero, busco, un proyecto ganador. Nunca me iré a un equipo, por más dinero que me ofrezcan, si no tienen una moto que me permita ganar cada domingo, o intentarlo. No tiene sentido correr para no luchar por el podio.

—¿Piensa que algún día llegará alguien a MotoGP que le gane?

—Lo pienso cada invierno, cada pretemporada, cada vez que empieza el Mundial. «Este año me ganarán». Eso me hace estar más atento, más vivo, me motiva.

—¿Sueña con tener algún día a su hermano Álex de compañero de equipo en MotoGP?

—Sueño con competir con mi hermano en MotoGP. Tenerlo como compañero no depende de mí. Depende de su progresión, de su madurez, de sus resultados. Aquí no sirve ser el hijo de, el hermano de o tener este o aquel apellido. Aquí si das gas, te quieren; si no das gas, no te quieren.