Miguel Allueva siempre tuvo la ilusión de triunfar en la élite del fondo internacional. Disputar Campeonatos de España y culminar su trayectoria alcanzando el entorchado olímpico en un sector en el que los africanos son los grandes dominadores. En su mente visualizaba las gestas de leyendas como Coe, Ovett o el propio Fermín Cacho. Era tan autoexigente, puntilloso, detallista y perfeccionista que rozaba lo obsesivo. Además no tuvo suerte con las lesiones. Esto le generaba un efecto rebote. «Estaba claro que por mucho que me preparara no iba a ser como Toni Abadía o Carlos Mayo. Me entrenaba mejor que competía y me presionaba más de lo que debería en la competición», afirma el atleta zaragozano.

En su juventud se ejercitó en el grupo del técnico Andrés Moreno con compañeros como Carlos Jiménez, José Antonio Galán y Carlos Torralba. Atleta de magnífica estampa, elegante zancada y con calidad genética, llegó a correr los 800 metros en 1.52 y los milqui en 3.48. Nunca sintió frustración por no dar lo mejor de sí sobre en el tartán y del atletismo sacó muchas cosas positivas. Ahora trabaja desde hace cinco años en una clínica deportiva en Lausana. «Siempre he tenido claro que el atletismo no me iba a dar de comer, aprendes valores que no están en los libros y el deporte me ha enseñado a ser bueno en mi profesión. Irme fuera me ha hecho mejor a nivel personal y profesional», explica el corredor zaragozano.

Allueva es un electrón libre y nunca tuvo miedo de buscarse la vida en otro país muy diferente a la cálida España. Fue hace cinco años cuando buscó su aprendizaje profesional en Suiza. Su respaldo era la licenciatura de Educación Física y Deporte y el diploma de Fisioterapia. «Andrés Moreno me dijo que conocía en Suiza un técnico con el que podría entablar relación. Era Manuel Bueno, que llevaba más de 50 años viviendo en Ginebra. Hacía combinadas y vallas. La primera impresión fue muy positiva», explica.

Fue en el verano del 2012 cuando Allueva hizo un curso de francés en Ginebra. Y en el otoño ya empezó a trabajar de fisio en Gruyére. «Vivía en una localidad de un centenar de habitantes que se llama Marsens. El principio fue un poco duro porque era una aldea con gente reservada y seria. Era difícil hacer amistades». Las únicas relaciones las tuvo en el gimnasio del pueblo. «No me dio el punto de volver a Zaragoza. No pensaba en competir puesto que me estaba recuperando de una lesión en el tendón de Aquiles. Pero hacía entrenamiento alternativo y me dolía todo el cuerpo», reconoce. En su segundo mes de trabajo decidió cambiar de aires. Allueva se fue a vivir a Lausana. Allí prosiguió su carrera profesional en una clínica multidisciplinar.

Lausana tiene 140.000 habitantes y está al pie de los Alpes. En los días despejados se ve el Mont Blanc. Allí está el lago Lemán, uno de los más grandes de Europa. En Lausana es donde tiene su sede el Comité Olímpico Internacional. «De la parte más baja a la más alta hay 600 metros de altura. Yo vivo en la parte baja. El 50% de los que viven allí son extranjeros y hay muchas empresas internacionales», afirma.

Allueva se estableció en un pequeño estudio al borde del lago. «Es más difícil encontrar dónde vivir que conseguir un trabajo. Mi piso tiene 20 metros cuadrados, una pequeña cocina, un pequeño baño. Al trabajo llego en dos minutos con la bici», dice.

Allueva se levanta todos los días a las seis de la mañana y comienza a trabajar una hora más tarde. «Me dedico a las dolencias de gente que hace deporte. Estoy con varios médicos deportivos y el único español soy yo». Su jornada laboral es de ocho horas y media. «A las siete ya estoy en casa cenando. En mi casa se come sano. Tomo cuatro o cinco frutas al día y una vez a la semana como carne roja, pescado y pechuga de pollo», indica.

Alto nivel

Nada tiene que ver el nivel de vida de España con el de Suiza. «Se necesita mucho más dinero para vivir allí. Para sobrevivir se necesitan 2.500 euros en Lausana. Todo cuesta dos o tres veces más que en España. Un menú del día que consiste en un primer plato y ensalada cuesta unos 20 euros. Una caña 4 euros e ir al cine puede costar 18 euros».

No quiere descuidar su entrenamiento. «Hago menos en comparación con otros inviernos. He sufrido un desgarro del sóleo de la pierna derecha y cada día hago dos o tres horas entre estiramientos y masaje. Una vez por semana practico yoga». Reconoce que el 2017 no fue un buen año. «Corrí los 10K en 31 minutos y disputé la final del 1.500 en pista en el Campeonato de Suiza. Pero tengo muchos problemas físicos. Entrenarte tú mismo no es una buena idea y Bueno me dice lo que no tengo que hacer...». No se marca objetivos. «Aunque este año me gustaría correr el 800 y el 1.500 del Mundial de veteranos».

Al final del verano terminará su etapa suiza y regresará a casa. «Abriré un pequeño centro de fisioterapia en Zaragoza. Ya tengo el local. A nivel personal y profesional estoy estancado. No puedo crecer mucho más en Suiza», confiesa.