La Vuelta a Aragón nació en 1939, apenas tres meses después de finalizada la trágica Guerra Civil española. Los ciclistas, con su fatigoso pedaleo por las carreteras aragonesas todavía horadas por los cráteres de las bombas, aportaron su pasión deportiva para recuperar el ánimo de un pueblo destrozado material y anímicamente. Desde entonces, con algunos paréntesis, se han disputado 43 ediciones de la Vuelta a Aragón. Yo he cubierto como periodista 25 ediciones, primero para El Día y después para EL PERIÓDICO. En todas ellas, el espíritu colaborador por parte de todos los estamentos intervinientes en este deporte rodante fue ejemplar.

El irremplazable Domingo Martín trabajó denodadamente por la Vuelta a Aragón. Padeció situaciones duras de financiación de la carrera, pero en lo inmaterial siempre tuvo un apoyo generalizado, sobre todo por la Guardia Civil, un estamento que ha hecho por la carrera tanto como los ciclistas. Recuerdo también a nuestros magníficos agentes de tráfico orgullosísimos de compartir apertura de carrera con los gendarmes franceses en la Aragón-Bearn, a los dos lados de la frontera, en un hermanamiento de ambos cuerpos durante todo el recorrido. Una situación tan atractiva como insólita que hoy probablemente no se podría repetir. Recuerdo cómo nos decían los franceses que la labor de la Guardia Civil era infinitamente superior a la de los gendarmes, algo que los seguidores admitíamos con orgullo.

Pero no recuerdo, desde 1982, en que me puse tras los dorsales de los ciclistas, que a Domingo Martín, a Ángel Capapey o a Arturo López del Moral se les obligase a meter a sus corredores por un vial catastrófico, como se le obligó el sábado pasado a Luis Marquina, con todos los permisos en orden, en un sábado por la tarde con la autovía de Huesca desierta, a diez kilómetros de meta, con 140 corredores a sesenta por hora, con televisión en directo para toda Europa. Resultado: ocho ciclistas por el suelo, dos bicicletas rotas (14.000 euros) y un ciclista evacuado con probable fractura de escafoides. Y pudo ser mucho peor. ¿Qué está pasando con el ciclismo en Aragón?

PERIODISTA