—No le pueden ir mejor las cosas en el Espanyol. 12 goles a estas alturas en Primera los habría firmado en verano, ¿no?

—Llevo tres años, en el Celta B, en el Zaragoza y en el Espanyol, en los que hubiera firmado claramente los goles marcados antes de empezar. Estoy disfrutando y sigo creciendo, era la oportunidad que buscaba, me la han dado con creces y me siento feliz.

—Es de imaginar que cada vez verá su techo más alto.

—Sí, cuando ves que las cosas van creciendo lo que quieres es seguir aprendiendo y dando más. Yo quiero llegar lo más arriba posible, ser mejor jugador y progresar en Primera todo lo que pueda. Y a ver lo que viene después.

—Quizá lo siguiente sea la selección. Ya ha sonado para ir...

—Me ilusiona y me gustaría mucho ir, pero no me obsesiona. Intento hacer lo que está en mi mano, mejorar mis números, mi aportación al equipo y, a partir de ahí, lo que llegue.

—El Espanyol ha vivido dientes de sierra, empezó bien, bajó el nivel y ahora se ha recuperado.

—Es cierto, pero a nivel de juego el equipo no tuvo esa bajada tan grande, aunque en los resultados sí se dio, porque al inicio éramos muy solventes atrás y con pocas ocasiones liquidábamos el partido y después nos costó seguir así. Ahora volvemos a ser muy sólidos y, a partir de ahí, somos un equipo peligroso.

—El tren europeo lo tienen lejano cuando faltan seis jornadas.

—No está sencillo, pero la gente que miraba hacia abajo ya está más tranquila y ahora nos ilusionamos con acercarnos lo máximo posible a esa zona europea.

—El Espanyol lo fichó por 10 millones, una inversión muy grande, pero ha convencido a la afición pronto.

—La gente me aprecia mucho y me trata muy bien. Lo he notado desde que llegué. He caído de pie aquí, lo estoy disfrutando y quiero devolver ese cariño.

—¿Es una presión mayor tener ese elevado coste para un club?

—Es que evito pasarlo por la cabeza. Cuanto más vueltas le dé a esa realidad más me puede pesar.

—En el Zaragoza dio el salto a Segunda y ahora ha dado otro a Primera. ¿Cuál es más difícil?

—Los dos son saltos importantes, las categorías están para algo y se nota la diferencia. La Segunda es un fútbol muy físico, con una competición fuerte y con batallas individuales que cuesta ganar. La Primera es más rápida, con futbolistas que piensan con velocidad, que te buscan los problemas en cuanto te relajas un mínimo. Ese ritmo de juego tan alto es la gran diferencia para mí este año.

—¿Quién le ha sorprendido más en la élite?

—Muchos, pero quizá el que más Canales (Betis). Esa capacidad para desbordar siempre y llevar la batuta a ese ritmo me sorprendió mucho y más aún viendo todas las lesiones que ha pasado en su carrera.

—¿Ha visto muchas veces en directo este curso al Zaragoza?

—Muchísimo menos de lo que hubiera querido. Estuve contra el Rayo Majadahonda y fui a Tarragona. Lo sigo mucho, claro, con la mirada siempre pendiente y hablando con mucha gente de allí y mandando toda la fuerza a mis excompañeros.

—Esta temporada seguía el proyecto con muchos jugadores del año pasado, donde se rozó el ascenso. Pero está siendo un curso muy duro. ¿Se lo explica?

—Es difícil. El fútbol es tan bonito porque no es controlable. La temporada pasada demostramos que la idea era muy buena, que teníamos un equipo que podía competir y fue una pena que no se culminara con el ascenso, porque tal y como llegamos al final había que aprovecharlo. Y no fuimos capaces. Este año se empezó bien, jugando al fútbol, con las ideas claras y siendo capaces de ir a Oviedo y ganar 0-4. Pero después se giraron las cosas, entraron las dudas, los cambios de entrenador y es difícil explicar todo. Yo, desde luego, no le encuentro esa explicación.

—El equipo es decimoséptimo. ¿El nivel de la plantilla se corresponde con su puesto?

—Por supuesto que no se corresponde. Le he visto partidos en los que ha generado ocasiones y ha dominado el juego. Ha sufrido porque la Liga es muy competitiva, pero muchos encuentros merecía llevárselos y no lo ha hecho. Eso le ha penalizado.

—A cinco puntos del descenso... ¿Hay que temer por bajar?

—El Zaragoza se salva seguro, lo tengo clarísimo. Ni un ápice de duda. Le ha tocado vivir esta situación complicada y ahora es momento de que todos, desde donde podamos, aportemos todo lo que esté en nuestra mano.

—¿Una explicación de la mala temporada es lo que el equipo le echa de menos a usted?

—A ver... En mi relación con la afición se generó un aura muy especial y la gente me cogió tanto cariño que se dio esa sensación de dependencia mayor de lo que luego era mi impacto en el juego. Yo aporté lo mío, pero no creo que fuera tan fundamental ni que ahora me echen tanto de menos. Dependía de lo que generaba el equipo, que sacaba bien la pelota desde atrás y creaba peligro, lo que hacía que los de arriba nos pudiéramos beneficiar. Y, además, estando acertado ante el gol, pues destacas mucho.

—Álvaro, Marc Gual, Linares, Pombo... ¿Cree que al Zaragoza le falta gol?

—Tiene jugadores con mucha capacidad para hacerlos. No han estado tan acertados como ellos querrían, pero por condiciones sí hay futbolistas con gol.

—A Álvaro lo conoce bien de la pretemporada en el Espanyol.

—Creo que sus condiciones están fuera de toda duda. Ha tenido mala suerte en momentos puntuales, con las lesiones que le han cortado cuando estaba bien. Esas tres semanas que se está fuera te frenan mucho, te sientes más inseguro, no te encuentras igual de cómodo, está el miedo a la recaída, hay que convivir con el dolor... Y después cuando no llegan los goles se señala al delantero. La temporada pasada, por ejemplo, yo pasé por momentos de no marcar y hubo goles de Pombo, de Papu...

—¿Habla mucho con él? ¿Qué le dice del Zaragoza?

—Sí, tengo buena relación. En pretemporada estábamos juntos en la habitación y me ayudó mucho a integrarme en el Espanyol. Me dice que la temporada está saliendo como nadie quería. Álvaro podrá estar más acertado o menos, pero es muy competitivo, siempre busca el gol e intenta ayudar al equipo. Estar mejor o peor es algo que cuesta controlar, pero su compromiso y su entrega son absolutos siempre.

—Ante el Alcorcón tuvo un roce con un sector de la grada.

—Me lo contaron un poco, sí. Son momentos complicados para gestionar, puedes cometer un error en un momento determinado porque vas a mil por hora... A mí me sucedió con la grada rival en Tarragona, pero fuera de casa se queda un poco más ahí, aunque al pasar en La Romareda siempre tiene más eco. Lo que hay que intentar es limar asperezas y remar todos juntos, porque al final lo contrario no ayuda en nada.

—Otro que está pasando una temporada dura es Pombo. ¿En él hay un jugador de Primera?

—Lo hay, no tengo ni una duda. Tiene muchísimas condiciones para jugar en la élite y una personalidad que a veces es lo que más cuesta encontrar. Ese carácter para pedir el balón, para jugárselo en momentos difíciles, aún le da mucho más como jugador.

—Aquí se ha atacado su proceso de renovación. ¿Le comenta algo de ello?

—Jorge y yo somos muy amigos. Por experiencia propia en el Celta sé qué pasa cuando una renovación no sigue el curso que se querría, que es solucionarlo rápido y centrarse solo en el fútbol. Habrá flecos que no harán llegarse al acuerdo, pero sé que hay jugadores en ese vestuario que sienten ese escudo y que lo defienden a muerte y Pombo de forma indiscutible es uno de ellos. El compromiso con el equipo y con el club lo tiene desde niño. Lo conozco y sé lo que piensa. Lo que más le gustaría, lo que más feliz le haría, es seguir allí mucho tiempo, por mucho que ahora su renovación esté parada o no se llegue un acuerdo. Su única intención es seguir ahí.

—El club puede verse obligado a venderlo, como a Soro, a James, a Benito o a Eguaras, por citar algunos ejemplos, por pura necesidad económica.

—Pero es que eso no solo pasa en el Zaragoza, sino en muchos otros sitios. Los jugadores entran, salen y seguro que llegarán otros con esa ilusión de aportar, de querer devolver al Zaragoza a Primera. Hay que verlo como un situación natural y que pasa. Cuantos más se puedan quedar, mejor, pero el fútbol y la economía de los clubs tienen estas cosas.

—¿Cómo ve a Soro?

—Me ha sorprendido muchísimo, en verano hablando con varios jugadores ya me lo decían. Sobre todo recuerdo que Zapater me decía ‘este chico va como un avión, es fuerte, rápido...’ No se equivocaba, está claro. Es un buen jugador, con mucho desparpajo, capaz de soportar situaciones de estrés que no son sencillas en un futbolista tan joven. Hay un proyecto de mucho futuro en Soro.

—Zapater tampoco está viviendo una temporada fácil.

—Está viviendo todo de otra forma, no está teniendo la posibilidad de estar en el campo todo lo que quisiera. Ha cambiado ese chip, sabe lo que tiene que aportar ahora y lo está haciendo en muchos partidos, no solo entrando de refresco también hasta sin entrar, porque es un emblema del club. Un futbolista como él te da muchísimo en un vestuario, como capitán, como jugador que ha vivido muchas experiencias, que es capaz de guiar al resto por tener esa capacidad.

—Lalo Arantegui fue muy importante en su llegada y también está viviendo un año duro.

—Sé que es complicado para él lo que está viviendo, quiere mucho al Zaragoza y trabaja duro. Ha podido estar más o menos acertado, pero siempre trabaja desde el corazón. Conmigo fue sin duda el más importante para que fuera al Zaragoza, me llamó, me convenció y me dijo lo que iba a pasar. Y eso pasó. Es de esas personas que deseas que le vaya todo bien porque se lo merece.

—En octubre fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad. ¿Qué sentimiento le une a Zaragoza?

—Un sentimiento tremendo. No tengo palabras para agradecer a la ciudad y al club lo que me han regalado. Era un chico que llegué allí para hacerlo lo mejor posible y recibí muchísimo más que eso, me siento muy afortunado y espero, cuando nos volvamos a encontrar, devolverlo.

—¿Cuántas veces ha escuchado que tiene que volver?

—Cientos, pero no solo al ir por Zaragoza sino que cada semana me llegan mensajes de aficionados, de gente que conozco, diciéndome eso, que me echan de menos o que vuelva. Y lo agradezco mucho, porque yo en cierto modo también echo al Zaragoza de menos, por ese sentimiento tan fuerte y por todo lo que viví allí. Eso no quita, claro está, para ser muy feliz en el Espanyol.

—Cuando se marchó dijo que creía que sus destinos se volverían a unir.

—Y sigo pensando igual. Es muy difícil cuadrar todo en el tiempo, pero es algo que deseo.