Con el verano llega el tan deseado descenso de barrancos. Aragón es uno de los sitios de privilegio para practicar una de las modalidades reinas de los deportes de aventura. Están catalogados unos 400 barrancos en la comunidad de todas las características y dificultades, aunque se explotan con clientes no más de medio centenar. Los más frecuentados en el Pirineo son los de Las Gloces en Fanlo y el barranco de Infierno en Echo. En la Sierra de Guara los más conocidos son los del Formiga, el Vero, la Peonera y los Oscuros de Balces. «Son diferentes los del Pirineos a los de Guara. Estos últimos son más planos y horizontales, mientras que en el Pirineo es raro que no se utilice la cuerda en alguno de ellos. Por ejemplo, en El Gorgol hay 15 metros de rapel», explica Luis Ángel Fernández, guía de barrancos de la empresa Aragón Aventura.

Este guía se conoce al dedillo los barrancos más representativos de Aragón. El que más ha descendido es el de El Gorgol. «También se denomina del Betato y está entre Piedrafita y Tramacastilla. Lo pueden hacer desde adultos a niños», indica. En los últimos tiempos la filosofía del descenso de barrancos ha dado un giro de 180 grados. «Hace 25 años venían más montañeros que querían disfrutar del entorno. Ahora vienen gente de gimnasio y urbanitas que buscan más la adrenalina y emociones fuertes. Si no tienen rapeles y saltos grandes no les termina de convencer. Vienen familias entre 25 y 45 años con sus niños y se gastan por cabeza 50 euros, que ahora no puede pagar todo el mundo», confiesa el guía de barrancos.

Desde hace un mes se ha activado el descenso de barrancos. En Aragón Aventura ya se ha realizado actividad en el Gorgol, Formiga, Aguare, El Furco y Os Lucas. «La primavera ha sido muy lluviosa, ha habido más caudal de lo normal y los barrancos han bajado alegres. Este año ha habido que extremar las precauciones porque el caudal era más elevado. Pero ahora ya está en buenas condiciones», explica el guía.

Fernández bajó la semana pasada con seis clientes el barranco de Os Lucas, situado en Orós Bajo. «Vinieron seis amigos de Madrid. Cuatro de ellos no tenían experiencia en descenso de barrancos». El barranquismo también se adapta a los protocolos sanitarios. «Cada persona llevaba su material en su bolsa para no mezclarse. Caminando hacia el barranco vamos separados y en los puntos de reunión como son los rapeles llevamos las mascarillas». Un problema. «Las mascarillas quirúrgicas no valen cuando se mojan. Yo llevaba una mascarilla deportiva, aunque no se respira bien si te entra agua en un salto o un rapel. Sin embargo, los clientes llevaban mascarillas quirúrgicas», explica. Las condiciones del barranco eran «idóneas y estaba muy bonito. Aquí se puede nadar, caminar, saltar, bajar toboganes, destrepar...para ir avanzando». Un grupo con experiencia baja Os Lucas en hora y media. «Pero todo depende del ritmo del grupo, si saben rapelar. Aquí había un rapel de 30 metros que impresiona y a nosotros nos costó dos horas y media en total», afirma.

Tras comenzar caminando hay un resalte que se desciende sin la ayuda de la cuerda. «Después llegan a una poza que les cubre hasta la cintura. A continuación hay un tobogán que bajan en oposición sin dejarse caer». Tras un salto opcional llegan a otro salto de 7 metros. Estamos llegando al final de la travesía donde les espera a los barranquistas una sorpresa. «Es la cascada de Orós Bajo, que tiene un rapel de 30 metros. Los más atrevidos se meten en la cascada, pero se puede pasar por un lado. Impresiona porque es como un salto desde un noveno piso». Hay una última cascada de 10 metros y se accede al camino, final de la actividad.