Respirar. Respirar ese aire. Mirar hacia ese horizonte infinito. Esa línea quebrada que separa el azul intenso del cielo del blanco puro de la nieve. Escuchar ese crujido debajo de los pies. Vivir. Simplemente vivir libre. Entre montañas. Quien no las ame no puede entender la emoción sentida el pasado fin de semana por muchos montañeros y montañeras zaragozanos desconfinados, que tras cuatro meses, desde el cierre del 6 de noviembre, han podido volver al Pirineo.

«Sólo llegar y ver las montañas te hace ser feliz». A Marta Cabetas se le sale la emoción por la boca. No es para menos. Lo suyo es de campeona. El pasado sábado se calzó de nuevo los esquís de travesía después de un confinamiento y un embarazo que en verano apenas le permitió hacer caminatas, una larga espera de quince meses. Cogió la caravana, a la niña, al padre y los abuelos y se fueron a Gavín. Madrugaron para ascender al Garmo Negro. La noche anterior estuvo intranquila. «Pensaba que me iba a costar más, pero no sé si fueron las ganas de salir, viendo las montañas que tanto me gustan, estar esquiando... esa noche estaba nerviosa porque me desperté antes como cuando tienes que hacer algo importante y estás entre ansiosa y nerviosa», relata esta escaladora y alpinista socia del Club Montañeras Adebán.

Subió los 1.400 metros de desnivel con ritmo, aunque a la bajada no pudo tomarse esa cerveza típica en la Casa de Piedra porque Martina esperaba. Quizá allí se hubiera cruzado con el grupo de Alta Montaña de Os Andarines que acababa de bajar del Pico Bazías. Fueron ocho, seis con esquís y dos con crampones. Lo habían organizado todo en dos días al enterarse de que abrían la provincia. Iban a ir a Añón de Moncayo pero cambiaron de planes rápidamente. «Entre septiembre a noviembre habíamos subido al Moncayo seis veces, por todos los lados. Después de tanto tiempo es que no te lo creías. La libertad otra vez, la paz y alegría. Al llegar a la cima no digo que alguno llorase, pero casi, casi», describe Carlos Encabo. Fueron en el día para evitar el contacto con la gente local.

Porque no hubo avalancha, ni estampida, como se esperaba. «Al pensar que iba a ir todo el mundo, muchos se quedaron en casa o solo fueron a sus segundas viviendas», añade Carlos Encabo e indica que al Bazías casi fueron solos. Marta Cabetas únicamente se cruzó con unas treinta personas en uno de los 3.000 más populares del Pirineo. «No llamamos a ningún amigo de los que viven en el Pirineo. Estuvimos en una terraza en Biescas, pero siempre con la familia, al aire libre y con mascarilla. Somos muy precavidos por la niña y por los pueblos», matiza.

«A nosotros nos siguieron dos y en la cima estábamos separados», indica Pepe Barbany, que hizo el corredor de la Z de Peña Telera. Fue con la furgoneta, donde durmió, y solo pasó por el Camping de Escarrilla para «hacer gasto», sabiendo que los establecimientos de la zona lo han pasado mal y consciente de que hay que mantener el distanciamiento y las normativas por solidaridad y egoísmo. «Tenemos que ser conscientes de que no podemos incumplir las reglas por respeto al mundo rural. Evitar un repunte que suponga el encierro y, por consecuencia, que no podamos hacer lo que nos gusta. Porque si me encierran me vuelvo loco», indica el montañero del Pirineos, que en dos semanas se hace cargo de los cursos de formación invernal.

Esa precaución, esa cabecica, es el peaje de sentir esa libertad. Por eso Estela Callejero decidió ir a una zona que sabía iba a haber menos gente. «Hicimos el cordal de la frontera desde el Puerto Viejo de Bielsa», indica. Iban tres y cambiaron de idea cuando vieron que otro grupo se dirigía a Barrosa. «Esta fobia de juntarte con personas y la distancia social nos ha afectado. Queríamos disfrutar de la montaña solas, fuimos tranquilas, mirando esas tierras lejanas, para cuando podamos pasar a Francia», afirma Estela.

La semana anterior había estado en Boí en una actividad de FEDME, pero saber que no era una excepción, que va a poder volver este fin de semana, le dio otra dimensión. «Fue la plena libertad. Ya no tengo esa sensación de ahogo. Nos han levantado el arresto domiciliario. Me sentía superagobiada de no poder ir a la montaña», dice. Hoy correrá por los montes de Boltaña libre y responsable.