Sergio Hernández cogió un equipo perdedor, deprimido, mal estructurado, y lo transformó en otro ganador, con una idea clara de juego. El técnico entendió bien pronto que la virtud de este Casademont era su talento ofensivo, su capacidad anotadora, y se afanó por darle lustre a esa faceta, que la virtud enmascarara los defectos, el principal el escaso potencial defensivo. Así le dio la vuelta a la situación y dejó de preocuparse por los últimos puestos de la Liga, pero en las últimas semanas el equipo y el técnico han desviado su camino, sacrificando todo por esa idea de juego. Es el momento de que el argentino vuelva a poner las cosas en su sitio.

El conjunto aragonés apostó por un ritmo altísimo, un elevado número de posesiones y el talento hizo el resto: el Casademont se convirtió en uno de los equipos más anotadores de la Liga Endesa. Hacia esa dirección se encaminaron también los cambios en la plantilla, los últimos Harris y Wiley. Jugadores rápidos para correr y con puntos en las manos, desdeñando los centímetros. Pero ahora el equipo aragonés solo corre y corre, tirando rápido, olvidando otras facetas fundamentales como el rebote y la defensa.

Este Casademont puede anotar cien puntos por partido, pero de nada le sirve si recibe otros tantos. 100, 107 y 113 ha encajado en los últimos tres partidos, tres derrotas con un denominador común. La defensa no ha existido y la batalla por el rebote ha sido una causa perdida. Como muestra, las 20 capturas que el sábado se llevó Ángel Delgado, un pívot de 2,08 que promedia 6 rebotes este curso. Es la mejor marca de rebotes en un partido desde el 2011. Otro ejemplo, el triple de Brown que empata el partido para llevarlo a la prórroga llega después de que JJ Barea le ganara la partida a Wiley en la pelea por un rechace. Hay un problema evidente de falta de altura, pero no solo. En muchos tiros propios no hay nadie, absolutamente nadie, que vaya a por el posible rechace. Conceder más de diez rebotes ofensivos por partido es ofrecer 30 potenciales puntos.

Hlinason como síntoma

Sergio Hernández hizo autocrítica tras el partido, pero argumentó que el reparto de minutos se había debido a la necesidad de poner en pista a los jugadores que más puntos meten. La idea por encima de todo, de las características de la plantilla e incluso de la realidad del partido. El problema del Casademont no era la parte ofensiva (aunque su ataque acabó convertido en un correcalles nada productivo) sino que se estaba desangrando atrás, en el rebote y en defensa. Y no hubo soluciones.

El gran damnificado está siendo Triggvy Hlinason, cuyo rendimiento este año ha sido de lo mejor del Casademont. Los 2,15 metros del islandés le convierten, por una pura cuestión física, en un jugador más lento que otros con menos altura y eso puede restar algo de velocidad en la salida del equipo. Sergio Hernández ha apostado más por otros perfiles desde que llegó. Pero con la salida de Thompson (2,11) y la llegada de Wiley (un cuatro de 2,03) y dado el estado de Javier Justiz, que todavía no está para jugar, Hlinason es el único cinco puro de la plantilla.

No es solo una cuestión de centímetros. El islandés ha demostrado igualmente capacidad anotadora, puede hacer perfectamente 15-20 puntos por partido si se le ponen balones cerca del aro, y un poder de intimidación que, ahora mismo, no tiene nadie más en el Casademont. Bajo la canasta no solo captura rebotes sino que toca muchísimos balones rechazados y cambia los tiros del rival. Mientras Hlinason estaba sentado en el banco, Avramovic dejaba una bandeja detrás de otra en el aro del Casademont y Delgado se llevaba todos los rebotes.

Al argentino le gusta jugar con dos cuatros buscando el dinamismo, la velocidad, pero ni Harris ni Wiley tiran de tres, por lo que no saca fuera a los interiores rivales y al final lo único que consigue es restar centímetros para pelear por dentro con jugadores más grandes. El conjunto aragonés ha perdido el equilibrio y es labor del entrenador recuperarlo. Con las piezas que tiene, traídas para su idea de juego, pero con otro orden, otra rotación y, sobre todo, otro trabajo atrás. Las piezas son las que son pero corresponde al entrenador moverlas de la manera adecuada para hacer al equipo más competitivo. Y eso pasa por defender. Si no, el Casademont se seguirá desangrando.