Diez minutos habían pasado desde que Hernández Hernández había cometido el grave error de no mostrar la segunda amarilla a Battaglia por tocar el balón con la mano de forma voluntaria cuando el argentino del Alavés ya estaba amonestado. Tampoco para esto debe de estar el VAR, aunque las expulsiones estén incluidas entre las jugadas a analizar por un videoarbitraje cada vez menos útil y más confuso. El caso es que el calamitoso fallo del árbitro costó caro al Huesca, al que el propio Battaglia ajustició a cinco minutos del final con un golazo a la escuadra que nunca debió ejecutarse. Primero, porque el mediocentro del Alavés debía estar hace rato en la grada y después porque el raquítico despeje de Pedro López jamás debió acabar manso en la bota derecha del enemigo. El tanto acabó con un Huesca blando, tierno y conservador que vuelve a las andadas.

La derrota previa del Elche en Pamplona redujo notablemente la dosis de ansiedad con la que el conjunto aragonés afrontó el envite aunque subió el ánimo de un Alavés deprimido que afrontaba la cita como una gran oportunidad para diseñar un plan de fuga del agujero en el que llevaba metido semanas. Solo tres de los 19 últimos partidos jugados en Mendizorroza se habían saldado con triunfo local, así que el Huesca, gallardo y guapetón, se frotaba las manos ante su gran oportunidad para poner más tierra de por medio respecto al infierno.

El plan de Pacheta, que repitió once, parecía claro. El éxito final quedaba condicionado a resistir las acometidas iniciales del rival y tratar de explotar su nerviosismo conforme pasaran los minutos. Y el guion se cumplió a rajatabla en una primera mitad sin ocasiones claras en la que el Alavés se dedicaba a buscar las bandas y el Huesca, a base de pico y pala, aguantaba bien y buscaba alguna salida a la contra que pocas veces llegó. De hecho, Vavro fue el atacante más peligroso de los oscenses con un disparo lejano que Pacheco desvió a córner poco antes de que Sandro reclamara penalti por mano de Navarro que el árbitro no consideró merecedora de semejante infracción.

El Alavés apenas inquietaba más allá de un cabezazo de Tachi sin consecuencias y un par de llegadas por banda sin culminar. El partido, soso y pesado, olía a empate a varias millas de distancia. Pero el cuadro vitoriano afrontó la reanudación con ganas. De hecho, Joselu rozó el gol con un remate de cabeza que se estrelló en el larguero en los primeros compases de un segundo periodo en el que el Huesca se mantuvo fiel a su plan inicial. Solo la verticalidad de Ferreiro rompía la monotonía ofensiva de un cuadro aragonés que suspiró cuando el VAR confirmó que Lucas estaba en fuera de juego cuando aprovechó el rechace de Andrés a disparo de Jota para marcar. Pero el aviso estaba dado.

Luego llegó la inconcebible clemencia del árbitro y el agradecimiento de Battaglia poco después de que un desaparecido Mir enviase alto un cabezazo a centro de Ferreiro. Pacheta, que había modificado el centro del campo con tres cambios a la vez, no se lo podía creer. Todo estaba destinado al empate y a que el Huesca estuviera un punto más cerca de su sueño, pero el gol obligaba a correr. Escriche la tuvo, pero estrelló su cabezazo en el larguero. En las guerras no hay lugar para la ternura. Se paga con la vida.