Un brote de boj y un trozo de metal. El herrero lo empalma en piolet. Calcetines de lana, jersey recio, pantalón de pana y chirucas. El GPS era el pastor del pueblo y el instinto. El acercamiento en bici o, con suerte, una moto alquilada o el coche de línea. Y lo mejor, todo un mundo por descubrir. Cuesta imaginar ese Pirineo de pioneros, de aventuras y expedición, ese que aún brilla con viveza en la retina centenaria de Pepe Broto. «Eran ídolos. Entrabas y los veías. Como ahora un debutante en el Real Zaragoza cuando se encuentre a Zapater», asiente José Masgrau.

En los casi 73 años de existencia del Club Montañeros de Aragón de Barbastro únicamente ha habido cinco presidentes. El actual es José y el tercero fue Pepe. El pasado sábado, Masgrau visitó a Broto. Era su cumple y le llevaba un regalo, una pequeña réplica de ese piolet de madera con el que este titán del Somontano fue haciendo camino para los que le siguieron. «Es una cuerda interminable del recorrido generacional. Ellos sembraron montañismo y fueron testigos de muchos descubrimientos y aventuras pioneras. Es muy querido por todos, por su humor y ser risueño», indica José Masgrau. Por eso es normal, por esa herencia imborrable como sus hazañas, que le homenajee su club. Y ese posesivo no es solo emocional. Porque Pepe fue su fundador y es su carnet número cinco. Su historia fue bien documentada y narrada en Breve historia de una ilusión, editado por Montañeros con motivo del 50 aniversario en 1999, y en fantásticos artículos como el que firmó su sucesor Joaquín Torres.  

Exploradores

José Broto Llorens nació en Barbastro en 1921. Un 24 de abril, mientras los británicos intentaban el primer ascenso, fallido, al Everest. Pronto comenzó su relación con esas picudas siluetas que aparecían en el horizonte desde su casa. Atraído por esas líneas se formó siendo infante en esos grupos de Exploradores de España y continuó tras el paréntesis de la Guerra Civil en la Peña Sport. Era una época dura, donde el control militar de la frontera restringía las alturas salvo para los pastores y frente a los guerrilleros rojos.

La apertura comenzó con la finalización de la contienda mundial y las escaramuzas revolucionarias. Pepe fue protagonista del grupo que el 25 de julio de 1949 ascendió hasta El Cantal, el antiguo refugio de Estós, para celebrar su inauguración. Coincidiendo con este acto se produjo el bautizo oficial de Montañeros de Aragón de Barbastro, como delegación de la entidad homónima existente en Zaragoza.

Esa montaña no era la de ahora. No había trailrunners, ni escaladores en hielo, ni helicópteros al rescate, ni refugios como hoteles. Solo montañeros de otra pasta, duros. La escasez de infraestructuras y material hacia de cada incursión una verdadera aventura en un territorio casi virgen e inexplorado. Pepe ha sido uno de esos abridores de huella. En su bici por las calles de Barbastro o subido a una pared de roca en Olvena o Estada, caminando o trepando a las cumbres de Ordesa, Llardana, Aneto o Peña Montañesa, su montaña fetiche, donde fue accediendo a cada espelunga, faja o canal. O bañándose en las heladas aguas del ibón de Marboré, en el bravo Cinca o el plácido embalse de Barasona. O descendiendo en esquíes, como hasta no hace tanto resbalando por la pista del Gallinero. «Hasta con 80 y tantos bajaba por Cerler con sus esquíes y ropa de siempre», narra Masgrau.

Las proezas de Broto le llevaron a descubrir las gargantas de Guara. Los diarios de la época documentan que Pepe y sus compañeros, Carlos Sampietro, Ramón Arce, Emilio Ros y Bienvenido Ibor, fueron de los primeros en remontar de forma integra las gorgas del Vero. Eso fue el 4 de octubre de 1953, décadas y décadas antes de que tanto se popularizara esta actividad como motor turístico de Alquézar.

Pero el Pirineo era el destino deseado, abriendo nuevas vías a cumbres inéditas. La cartografía estaba muy limitada por las restricciones militares. La presencia del maquis les obligaba a viajar con salvoconductos ante las patrullas que vigilaban las fronteras. Pepe recuerda una noche en la que tuvieron que dormir en el antiguo Hospital de Llanos junto a una pareja de guardias pertrechados con sus armas. En Benasque participó en la entronización de la Virgen del Pilar en el Aneto el 15 de agosto de 1956.

Fue el tercer presidente de del club (1962-68). Sucedió a Miguel Lacoma, que también vive a los 98 años, como este había hecho con Luis Paúl. Joaquín Torrés y el actual José Masgrau tomaron su testigo hasta el presente. Su labor de difusión del territorio ayudó a popularizar las incursiones de nuevos montañeros entre los valles que él tan bien conocía. La edición, junto a Luis Calvo, fallecido el pasado mes de mayo, del libro Barbastro, Puerta del Pirineo se subraya como antecedente de las actuales guías turísticas como fantástico compendio de las excursiones del Pirineo y de la Sierra de Guara, esas siluetas que siguen brillando en su retina centenaria.