Si alguien lo tuvo claro desde sus inicios, por más jovencito que empezase a correr en el ‘karting’, bueno, tan joven como el resto de campeones que surgieron y siguen apareciendo de esa magistral, juguetona, agresiva y velocísima especialidad, ése fue, desde ¡ya!, el bueno, el magnífico, el manitas Àlex Palou, nacido en Sant Antoni de Vilamajor (Vallés Oriental) hace 24 años.

¿Qué tuvo clarísimo? Que, viniendo de una familia modesta, tenía casi imposible llegar a la F1 por caminos tradicionales y, por tanto, desde muy, muy, pronto decidió que su destino debía ser Estados Unidos y cualquiera de sus múltiples categorías aunque, eso sí, soñando, cómo no, con las IndySeries, la gran competición, aquella que, anualmente, visita el ovalo por antonomasia de Indianápolis.

¿Qué sabía Palou?, que un coche top en la F1 cuesta (ahora) 200 millones de euros y el top de la Indy vale 8 millones. Así de claro lo tenía el chico que, el pasado domingo, acabó segundo las 500 Millas de Indianápolis, a centímetros, sí, sí, centímetros, del vencedor, el ya tetracampeón brasileño Helio Castroneves. Palou fue líder de la prueba hasta la última vuelta, donde unos doblados le impidieron pelear con Castroneves.

El maestro Adrián Campos

Palou, como tantos prodigios de las cuatro ruedas, tuvo, una vez destacó en el ‘karting’ y las primeras competiciones de promoción en el mundo de la velocidad, el mismo padrino de muchos, por ejemplo, de Fernando Alonso, que no fue otro que Adrián Campos, que siempre decía, sí, que Àlex fue quien más le recordaba al ‘Nano’ en sus inicios, tal vez por eso le ayudó. “El primer día que vi correr a Àlex”, explicaba el manager valenciano, “sentí las mismas vibraciones que cuando vi correr, por vez primera, a Fernando, las mismas”.

A Palou le costó arrancar e, imitando a Pedro Martínez de la Rosa, decidió dar el salto a Japón para hacerse con un nombre y, sobre todo, para utilizar aquellos competitivos campeonatos como trampolín hacia Estados Unidos. En ese momento, Palou dejó de soñar con la F1, como acaba de demostrar rozando el cielo en Estados Unidos, en la Indy, en Indianápolis, una de las puertas de la gloria de su profesión. Palou arrancó de forma brillantísima en la F3 japonesa y, al año siguiente, estuvo (mereció) ganar el título de la F-2, la conocida como Superfórmula, cetro que perdió, sí, sí, en la última carrera.

"Duele, duele mucho acabar segundo, pero si te gana el mejor de este negocio duele menos"

Àlex Palou - Piloto del equipo de Chip Ganassi

Pero esas exhibiciones le sirvieron, como él quería, para que los buenos equipos se fijasen en él. Y lo contrató Kazumichi Goh para su equipo del campeonato GT (corrió con un McLaren). Aquella época no le fue muy bien a Palou, pero sus actuaciones sí hicieron que el magnate Goh le ayudase (otro empujoncito a lo Adrián Campos) para que, posteriormente, Dale Coyne, dueño de un equipo en la Indy, le hiciese una prueba para dar el salto a USA. Y lo fichó, pese a que el team de Coyne no era de los mejores.

Salto definitivo

Las manos de Palou, su agresividad, su sabiduría, ya su experiencia y, sí, claro, sus maneras y buenos resultados dentro de la modestia de su coche, hicieron que, finalmente, Chip Ganassi, éste sí una de las mejores, sino la mejor, escudería de las IndySeries (en ella corre el campeón Scott Dixon, a quien Palou derrotó a las primeras de cambio en Alabama), le fichase para intentar ganar el campeonato grande de EEUU, óvalos como Indy incluidos.

Alex Palou se hace una selfie con el piloto brasileño, Ony Kanaan antes de la carrera de las 500 Millas de Indianápolis.

Alex Palou se hace una selfie con el piloto brasileño, Ony Kanaan antes de la carrera de las 500 Millas de Indianápolis.

Desde el día que escogió entre EEUU y la F1 hasta hoy, perdón, hasta el pasado domingo cuando dejó admirado a medio mundo y a todo Estados Unidos, Palou se ha ido trabajando la gloria y, sobre todo, la consideración de un mundo altamente competitivo como son las carreras en USA. De ahí que su segundo puesto en las 500 Millas de Indianápolis del domingo, pegadito a todo un tetracampeón del 2001, 2002, 2009 y 2021, tiene un mérito extraordinario. Ya nadie lo bajará de ese podio, aunque él sigue soñando a lo grande, claro.

"Volveré para ganar"

“Duele, duele, aunque sea muy dentro, llegar el segundo después de tanto trabajo bien hecho, tantas vueltas y, sobre todo, no nos engañemos, tantas posibilidades de ganar”, comenta Palou, muy orgulloso de lo que ha hecho. Es el mejor resultado de un español en 105 ediciones de las 500 Millas, pues Oriol Servià, otro ‘grande’ en USA, fue cuarto en la edición del 2012. “No puedo estar enfadado, ¡claro que no!, pero teníamos coche para ganar, pues Honda nos ha proporcionado un gran motor. Desde luego no hay duda de que si te gana el mejor de este negocio debes estar orgulloso de lo hecho y lo difícil que le has puesto la victoria al campeón”. Y, sí, Palou prometió que volverá el año que viene para ganar “porque la experiencia, en las carreras de los óvalos, es vital”.

Palou regresará y ganará porque por algo, ¡no es casualidad!, luce el número 10 en su monoplaza, el dorsal de las estrellas, de los buenos-buenos, el de los auténticos cerebros del deporte.