La evolución del fútbol femenino aragonés puede contarse desde la figura de Nuria Mallada. Ha jugado durante 25 años y ahora, después de temporada y media en el Huesca de Primera Nacional, se retira de los terrenos de juego «para dejar paso a jugadoras que puedan estar al 100%», cuenta. Ella ya no puede estar centrada en lo deportivo, a pesar de que sí asegura que estaba comprometida al máximo con su equipo. Trabaja como fisioterapeuta en Casetas y se ha pasado la última campaña de aquí para allá en el coche. 

«Es egoísta querer estar en un equipo», confiesa la aragonesa, que cree que su decisión, aunque fue «difícil de tomar» ha sido lo más sensato tanto para ella como para el club porque el trabajo no le deja «descansar y alimentarme como debería». Antes de llegar al conjunto oscense, con el que asegura estar «muy agradecida», jugó en el Zaragoza CFF, nueve años en Primera División, pero sus inicios fueron en el Zuera. Su inicio en el fútbol está ligado a su hermano y a un vecino, algo más pequeños que ella pero a los que siempre acompañaba un balón. «Supongo que había más juguetes, pero o jugabas a fútbol porque les gustaba a ellos o te quedabas sola», relata la futbolista entre risas.

«A mí también me gustaba jugar, aunque creo que todos los deportes que me hubieran dado me habrían gustado», recuerda Mallada. Lo que le encantaba era moverse, correr y estar entretenida. Al final, su relación con el balón no se limitó a las calles y parques. Se apuntó al equipo de fútbol sala de Zuera, en el que era la única chica. Después probó el fútbol once. «Jugué con chicos hasta infantiles, que es hasta cuando te permiten jugar en categoría mixta», explica y añade que cuando cumplió los trece «el club dijo que había que crear equipo femenino para que pudiese seguir allí». 

No querían dejar escapar a esa niña que ya destacaba. Y por ella se creó el equipo femenino del pueblo. Ficharon a muchas chicas, pero los comienzos de los equipos, y más en el fútbol femenino, donde hay que sacar jugadoras de debajo de las piedras, son complicados. «De fútbol algunas no tenían ni idea», recuerda con cariño, ya que todas eran amigas que se apuntaban por estar con gente cercana y divertirse. Por esto mismo, estuvo dos o tres años solo en el club, no recuerda exactamente la duración de esa etapa. Después se le ofreció el que por aquel entonces se llamaba Transportes Alcaine. Ahora Zaragoza CFF.

«Con 17 años debuté en Primera División y allí me pasé nueve años, hasta que al siguiente bajamos a nacional, luego las dos temporadas en el Huesca», cuenta, como si no fuese nada. Pero ha vivido todo el desarrollo de este deporte. Cuando empezó, Aragón solo tenía una Liga Territorial femenina. De esa se ascendía directamente a una categoría nacional que actuaba como Segunda División, pues quienes ascendían de esta llegaban Primera. Ahora, los equipos empiezan en Segunda Territorial, pasan a Primera Territorial, de allí a Primera Nacional, por encima está la Liga Reto Iberdrola y, en lo más alto, la Liga Iberdrola. 

«Está siendo un crecimiento sin prisa pero sin pausa», incide la jugadora aunque también admite que «igual no va tan rápido como querríamos». «Pero recientemente se ha firmado la profesionalización de la Primera Iberdrola, eso es un paso muy importante para que todas las futbolistas puedan dedicarse a ello», asegura la aragonesa, de 29 años, ya que cuando ella estuvo en la máxima categoría del fútbol español había muchas que no cobraban por ello.

También repasa la diferencia de infraestructuras y medios entre unos y otros equipos. Sobre todo, en comparación con el Barcelona: «Mientras las del Barça descansaban, nosotras estábamos trabajando para que nos llegue para comer». Sin embargo, el triplete de las azulgranas se debe al «trabajo» que han hecho esta temporada. Entre ellas se encuentra una excompañera de Mallada, Mapi León. «Ella y Marta Cardona (con la que también coincidió en el Zaragoza CFF) son referentes, otra cosa que no había cuando empezamos», concluye.