Dicen que al volverse para ver por última vez Barbastro, una de sus lágrimas reposó de tristeza en el suelo. La emoción inversa del regreso invadió a Fernando y Alejandro delante de su familia, de sus amigos, en el altar de esa ermita a San Ramón, allí donde resbaló su llanto desterrado al exilio en Roda por no tomar la espada contra los musulmanes. 905 años después, en la víspera de su festividad, estos dos 'trailers' celebraron la vida corriendo en un día los 138 kilómetros de esa santa ruta por una buena causa.

Esta historia nace en otra sombría cuna medieval. Entre tumbas antropomorfas, en los Templarios de Graus, Fernando Latorre y Alejandro Castarlenas sellaron su reto. «Ese día decidimos que aunque nadie más se apuntara nosotros lo íbamos a hacer», recuerda Fernando. Era mediados de enero y no tenían claro si esta temporada habría carreras de montaña. Alguna tenían que liar para entrenar por el monte detrás de un objetivo.

Alejandro es un clásico de las ultra a sus 50 y tantos. Fernando hace ocho años que se metió a esto. En el confinamiento, con tanto tiempo para pensar y preparar, completaron desde Barbastro con otros tres atletas la ascensión al Monte Perdido en menos de 24 horas. «En Navidad nos juntamos y empezamos a hablar de hacer otro reto, siempre vinculado con el territorio, diferente, motivador y atractivo», recuerda Fernando.

Encontraron en el camino del Exilio de San Ramón una dulce excusa. Se empollaron los textos de Daniel Vallés y se pusieron a inspeccionar la ruta quemando suela. «Íbamos los fines de semana a recorrer los tramos. Nos acompañaba Mariano Lacambra», indica el corredor. Los entrenamientos fueron creciendo en intensidad y distancia hasta que una semana antes se apuntaron a una carrera en Nuria. Eran 70 kilómetros exigentes, una última prueba que no salió del todo bien. «No terminé. Tuve un mal día. Alejandro también llegó algo tocado», confiesa.

Pero no reblaron. Salieron a las ocho de la noche. Eran cuatro, ellos, Nico Llorens y el 'navarrico' José Miguel Sádaba. Y no era casualidad. Porque en ese primer tramo hicieron una variante para pasar por Estadilla, pueblo donde todos tienen sus orígenes. Allí se unió el sobrino de Fernando y coronaron el Buñero, la cota de la Sierra de Carrodilla antes de bajar a Aguinaliu y cruzar al Isábena por Capella. «Sólo fuimos solos de diez hasta las tres de la noche. Íbamos hablando, entretenidos, preocupados de comer», relata. A las tres, en plena noche, se les unió Mariano Lacambra.

Fernando y Alejandro, dentro de la Catedral de Roda de Isábena. FERNANDO LATORRE

Y a las siete entraron en Roda despertando a los vecinos. No por ellos, sino porque el parroco Aurelio Ricou hizo teñir las campanas de la catedral situada en el pueblo más pequeño de España. «Allí nos esperaban nuestras parejas con sopa, tortilla y pan con tomate», relata Fernando. La emoción de ese encuentro fue mayor para Castarlenas porque fue precisamente allí donde se casó y para el propio cura, que les hizo una visita al templo y les enseñó la urna donde reposan los restos de San Ramón.

Entre amigos

El regreso lo hicieron por el ramal del Camino de Santiago Arán-Pirineos, bajando por el Isábena hasta Graus, La Puebla de Castro, El Grado y Costean. Los últimos 18 kilómetros fueron los más duros. Pero no estaban solos. De nuevo el 'navarrico', Carlos Enrique, Ernesto, Rubén, Josán, más amigos y familiares no les dejaron solos. Al entrar a Barbastro hasta pudieron parar un rato a descansar y abrazar de emoción a su gente.

Llegaron a la ermita quince minutos antes de cumplirse el día de su partida. Reto cumplido. «La gente puede pensar que es una locura. Para mí es un estilo de vida. Muy sacrificado, por los entrenamientos, los metros acumulados... Pero cuando ves a la familia implicada, la emoción del párroco de Roda, el agradecimiento de la gente... merece la pena. Es muy gratificante», dice Latorre, reivindicando con Alejandro la cultura del esfuerzo.

Fernando Torres, alcalde de Barbastro y consumado corredor, les dio la bienvenida. El obispo Ángel Pérez les hizo subir al altar, donde recibieron el cariño de la Cofradía de San Ramón por su gesta y un libro sobre las vivencias del insigne religioso. La pandemia evitó que, como es tradición, encendiesen la primera hoguera en la víspera de la festividad del patrón barbastrense. 

Corriendo perseguían un sueño y una realidad. El anhelo de que este recorrido sea una andada popular y la hazaña de donar 140 kilos, uno por kilómetro, de comida a Caritas, obtenidos por Supermercados Aldi y particulares. La pregunta ahora es cuál será su siguiente reto. «Lo fuimos hablando en el camino. Algo hay. Lo que es seguro es que partiremos desde Estadilla».