No hubo flechazo. Se diría que fue un enamoramiento progresivo que derivó en un enlace cada vez más robusto y sólido. La relación entre Santiago Jaime Latre, el único colegiado aragonés en la élite del fútbol nacional, y el arbitraje comenzó cuando el aragonés (Sariñena, 1979) tenía 15 años. «No viene de familia. Mi padre era un apasionado del fútbol y yo empecé en esto por probar una aventura nueva. Había jugado en categorías inferiores, pero me gustaba lo que sentía arbitrando, el compañerismo y las vivencias que escuchaba. Y aquí sigo». En agosto comenzará su octava temporada consecutiva en Primera División, siete de ellas junto a sus asistentes Jorge Bueno Mateo y Fernando Tresaco, ambos hijos de ilustres del arbitraje aragonés (los excolegiados José Ignacio Bueno Grimal y Fernando Tresaco, respectivamente). Ningún otro trío arbitral lleva más tiempo en la élite. «Formamos una familia. Somos muy distintos, pero la confianza en el otro es absoluta y eso se muestra en el campo», dice Latre. «Santi y Fernando son la noche y el día en cuanto a forma de ser, pero la compenetración es total. Santi es nuestro capitán pero si nosotros tomamos cualquier decisión, él ni siquiera nos pregunta por qué, sino que la acata y la da por buena sin dudar», sostiene Bueno.

A poco más de un mes para que el balón vuelva a rodar y con las pruebas físicas aún por hacer, el trío aragonés apura sus últimos días de vacaciones antes de reencontrarse con Messi (siempre que acabe renovando con el Barcelona) y compañía. Precisamente, el argentino mostró, la pasada campaña, su malestar con Latre cuando aseguró, al descanso de un partido ante el Valladolid, que el oscense estaba «deseando» amonestarlo. «Por supuesto que no hay ningún problema. De hecho, las veces que hemos coincidido casi ni hablamos. Una vez le amonesté por perder tiempo para sacar una falta y otra vez por protestar. Este año hizo un comentario ante el Valladolid, sí, pero ni siquiera me enteré. Y eso ha sucedido en cinco o seis años, así que relevancia ninguna. Es un futbolista enorme. Recuerdo un gol de falta al Sevilla que nos dejó a los tres con la boca abierta», recuerda el colegiado.

La próxima temporada no será una más. El regreso de los aficionados también es motivo de celebración para los árbitros a pesar de ser los habituales objetivos de la ira de la grada. «Afrontamos el año con mucha ilusión por la vuelta de la gente tras un año muy difícil. Estoy deseando volver a sentir lo de antes», asegura el trencilla, que tiene claro que el fútbol sin seguidores «no tiene nada que ver» con el real. 

Vivir el momento

Al menos, la pandemia ha supuesto una lección de aprendizaje. «Hay que vivir el momento y disfrutar de la familia», subraya Bueno. «Y valorar más lo que tenemos», añade Latre, para el que su mejor partido «todavía está por llegar», aunque guarda un recuerdo especial de un Athletic-Real Madrid jugado hace cuatro años en San Mamés o de un Celta-Real Madrid que solventaron con un éxito resaltado en las crónicas al día siguiente. También ha habido momentos malos «sobre todo cuando sabes que has cometido un fallo del que no has sido consciente en el campo. Se pasa mal. Es tu trabajo y perjudicas a un equipo», expone Latre, que, sin embargo, no recuerda haber llorado. «Mi etapa en Regional fue bastante sana . No soy de exteriorizar mucho los sentimientos ni lloro con facilidad. Creo que, tanto en el arbitraje como en el deporte de élite en general, debes saber reponerte cuando las cosas no van bien. Hay que tener la piel dura, una personalidad fuerte y creer en ti mismo para seguir adelante».

Porque «en todos los deportes, cuando estás muy bien te lo reconoce todo el mundo pero en nuestro caso te lo dicen cuatro, mientras que cuando estás mal tienes el móvil lleno de mensajes», indica Latre. «Pero eres demasiado serio. Ya le digo por el pinganillo que podría sonreír más», matiza Bueno Mateo. «Pero es que yo soy serio. No soy excesivamente dialogante ni de los que da excesiva confianza a los jugadores porque tampoco es que sea una persona demasiado dicharachera ni divertida. Soy serio, insisto, aunque tampoco muy estricto ni cuadriculado a la hora de sancionar, aunque es verdad que a veces estoy tan concentrado pensando en lo que viene que se me escapa al presente», insiste el árbitro. «Siempre ha sido así de profesional. Fíjese que en Regional iba por los campos con la máquina de escribir a cuestas», revela Bueno.

Pero Latre disfruta y, a sus 42 años, tiene claro que el gran objetivo es seguir haciéndolo. «Quiero seguir mejorando y disfrutar del momento». La internacionalidad hace tiempo que no es una espina clavada. «Es difícil porque en su día no se dio. Estuvimos cerca hace unos años, pero al final decidieron que no y ahora, aunque no hay nada descartable, sería una utopía». 

La ayuda

Así que Latre y compañía afrontan el reto de seguir representando a Aragón en la máxima categoría nacional. Volverán las reuniones semanales con el comité para unificar criterios y debatir jugadas polémicas. Y el VAR, que ayuda «aunque ahora el acierto se premia menos. Es verdad que sabes que ya nadie va a descender o dejar de ganar una Liga por un error flagrante», pero la tecnología no ha reducido, aseguran, la complejidad de su labor. «Quizá es más difícil que antes porque los entrenadores cada vez se estudian más y dan más valor a la estrategia», lo que obliga a los árbitros, a su vez, a más horas de análisis. «Disponemos de buenas herramientas para ello. Estudiamos las jugadas de estrategia de los equipos, sus sistemas de juego, quién tiene cuatro tarjetas, posibles incidencias entre los dos contendientes en anteriores temporadas y también nos pasan estadísticas con los motivos de las amonestaciones de los jugadores. No, el VAR no lo arregla todo y ahora lo importante es la gestión del partido», exponen ambos. En las salas del videoarbitraje, precisamente, estará una de las principales novedades de la campaña. «Van a ser todos profesionales. Yo ya no seré árbitro de VAR, sino ayudante (AVAR) y los asistentes ya no harán VAR. Los partidos de VAR serán siempre para los mismos en busca de una mayor unificación de criterios. En Primera habrá cuatro árbitros de VAR y en Segunda cinco y cada uno hará un par de partidos cada semana», explica Latre.

Y volverá la polémica. Y el improperio. Y el insulto. Y la protesta. Pero también el orgullo y el privilegio del trabajo bien hecho. Y el reconocimiento. Y la complicidad. Y el reencuentro con unos futbolistas que, en líneas generales, colaboran. «Se comportan mejor de lo que parece, no hay nadie que se porte excesivamente mal», dicen. Es más, alguno es un ejemplo. «Vallejo. Ese chico da gusto», afirman. O Leandro Cabrera, «otra maravilla de chaval».