España vuelve a depender de sí misma para estar en el Mundial 2022, tras firmar un triunfo con grandes dosis de sufrimiento en Kosovo (0-2) por graves errores defensivos, pero logrando el objetivo del triunfo con tantos de Pablo Fornals y Ferrán Torres para hacer bueno el tropiezo de Suecia, que cayó en Atenas (2-1). Cualquier rival de entidad habría asestado un duro golpe a España. Solo la inocencia ofensiva de Kosovo perdonó los regalos defensivos, errores de gravedad, que en un gran torneo te mandan para casa. La inseguridad mostrada en Pristina por la selección española la tapa un resultado y una nueva realidad. La derrota de Solna queda en el olvido. Las dos últimas jornadas decidirán la plaza directa al Mundial y España ya no depende de otros.

La dificultad de descifrar a Luis Enrique va en aumento por cada encuentro que dirige a la selección. Nunca repite un once, aunque funcione. Y al equipo que se despidió con honores de la Eurocopa, no cesan de incorporarse caras nuevas. Hasta cuatro del equipo titular se perdieron la gran cita hace apenas dos meses. Hasta seis cambios en el once. Demasiados. Esa falta de rodaje provoca desajustes en jugadores que nunca han jugado juntos. Ocurrió con los centrales, Laporte e Íñigo Martínez, imprecisos en el inicio, con demasiada distancia entre ambos. Un desastre en el segundo acto.

El dibujo táctico de Luis Enrique presentaba varias apuestas sorprendentes. El regreso de Marcos Llorente al lateral cuando es unánime la opinión, hasta del propio jugador, de asentarse de interior; la sorpresa de Pablo Fornals en la banda izquierda del tridente ofensivo. Los hechos dieron la razón al asturiano por muy incómodo que estuviese en la demarcación un centrocampista que no encara ni tiene velocidad para el desborde.

Lo cierto es que estuvo en las acciones de peligro del primer acto. Sin acertar a rematar la primera acción de mérito, cuando asistió Koke y perdonó el remate a los nueve minutos, o con un testarazo blando diez después. El encuentro no era del gusto de Luis Enrique. Abierto, con Kosovo presionando arriba y Rashani acariciando el gol con un zurdazo cercano al poste.

Entre los continuos cambios de nombres hay uno intocable. Es Ferrán Torres y cada partido demuestra el por qué. De su descaro nació el paso al frente de España. Intentándolo siempre en banda derecha. Fue cuando asestó un duro golpe Fornals, sacando provecho del movimiento de Morata, al que acudieron los dos centrales a la marca, y el pase del delantero que enganchó con potencia a la media vuelta.

Con la ventaja en el marcador y buscando más, con una falta de Soler que sacó como pudo Muric y un testarazo tras córner de Morata al lateral de la red, un ojo se ponía en Atenas a la espera de un tropiezo de Suecia que cambiase el destino del grupo. Y llegó. Eso sí, España dio un recital de errores defensivos en la segunda parte, que Kosovo no aprovechó.

Luis Enrique había advertido de la peligrosidad del partido, «el más difícil del grupo» en su opinión. Lo que no esperaba es que fuesen sus jugadores los que aumentasen el riesgo. Con espacios para correr apareció el máximo goleador de España en una fase de clasificación irregular y sentenció. Ferrán hizo el 0-2.