Demasiado triste hubiera sido que Cristian Álvarez se hubiese perdido la vuelta a Lugo, el lugar donde el santo obró su milagro más feliz, el más sonado, el más especial y el más difícil. Una proeza, por el hecho en sí de marcar un gol siendo portero y, sobre todo, por el momento, con un Real Zaragoza agonizando y con el temor más que patente de un descenso a Primera RFEF que hubiese sido una estocada prácticamente mortal y directa al corazón.

El argentino, después de superar unas molestias que le impidieron entrenar el pasado jueves con sus compañeros, está presto y dispuesto para ponerse bajo palos en un estadio especial y único para él. «Es un recuerdo muy sanador, un momento que cada vez que lo revivo me genera mucha alegría, es un pequeño tesoro que guardo dentro de mí, porque traer esa imagen me hace muy bien, además de lo que significó para estar más desahogados en ese tramo final de una temporada que fue la más oscura que vi en cuanto al futuro», explicó Cristian en una entrevista con este diario.

Para él significó mucho, un sentimiento casi de paz pero sin sentirse héroe, porque al argentino, aunque se empeñe en estar en el foco con sus grandes actuaciones, no le gusta ser el centro de las miradas. Pero para la afición fue la elevación definitiva a los cielos de un meta único, de los que más huella va a dejar entre el zaragocismo el día que ya no defienda su camiseta. Palabras mayores.

Ese gol de cabeza en la última jugada para sumar un punto y evitar que el Lugo ganase tres catapultó a Cristian al olimpo, si no lo estaba ya. Pero más allá de su significado poético y de que fuese un portero anotador, su tanto ayudó en el momento más difícil de la historia reciente del Real Zaragoza, cuando más cerca se veía el descenso a un infierno inexplorado todavía. Ese cabezazo certero no obró la salvación del Real Zaragoza, ni mucho menos, pero permitió creer al equipo y a la afición y quizá ese pequeño gesto sirviese de acicate. Un motivo para creer.

De hecho, aquel punto salvado en el último suspiro cimentó la permanencia. Se empató justo después (0-0) con el Espanyol, se venció en Las Palmas (0-2) y se remató la faena frente al Castellón con goleada en casa (3-0). Aquellos tres partidos terminaron de dar carpetazo a una campaña de indecente sufrimiento, pero en un sentido poético, el gol de Cristian Álvarez fue el que realmente dio la permanencia. San Cristian no iba a dejar que el equipo se fuese a Primera RFEF bajo ningún concepto.

Este domingo volverá al Anxo Carro, el lugar de aquel sueño despierto, a la portería del milagro, donde logró, en palabras de Juan Ignacio Martínez ayer mismo, «una jugada heroica y que pasará a la historia del club».