Venimos de un 2021 en el que se han puesto cientos de cifras sobre la mesa para hablar del FC Barcelona, el Real Madrid, LaLiga y la Superliga. Pero quizás hay una ratio de la que se ha hablado poco, y es cuánto ha variado el peso de los protagonistas de el clásico en el negocio del fútbol profesional español. Y es muy sintomático: de más del 52% que llegaron a representar antes de 2015, a aproximadamente el 40%. Un porcentaje que en 2019-2020 bajó incluso al 37,4%, pues ambos son los que más han acusado las consecuencias de la pandemia.

¿Qué nos revela este dato? Una cosa muy sencilla: la comercialización de los derechos de televisión ha permitido reducir la brecha de ingresos entre los clubes y ha favorecido una mayor competitividad deportiva. Algo positivo para el aficionado y las teles, pues a más emoción, más cosas en juego hasta la última jornada, pero siempre ha sido una molestia para los dos colosos. En su marco mental, este modelo implica que financian al resto de manera indirecta a costa de perder potencial.

Es una afirmación discutible, que siempre tendrá sus defensores en base a que son los que mueven las grandes audiencias y tienen el tirón comercial. También tendrá sus detractores, en tanto que el valor de los derechos sube si existe ese elemento de incertidumbre sobre los resultados (miren el valor de LaLiga en 2016 y ahora) y hay más plantillas competitivas que las de Barça y Madrid. Pero, sobre todo, que para jugar hacen falta dos.

Como el comercio electrónico

Se dice poco, pero el negocio del fútbol podría asemejarse al de los gigantes del comercio electrónico: la agregación de producto es proporcional al valor. Los derechos audiovisuales, y normalmente también los comerciales, de un futbolista por sí solo tiene menos valor que si se suman con los de sus compañeros y los vende un club, que a su vez podrá sacar más partido de sus activos si los comercializa conjuntamente con el resto de participantes en una misma competición. Hoy, en Europa sólo Portugal permite que cada club venda sus derechos de televisión como local por separado, y eso lleva a que el Benfica cobre 17 veces más que el colista.

La magia de la Premier League, a la que todo el mundo pone de ejemplo, es esa. Ningún club cobra 1,5 veces más que el peor pagado por sus derechos de televisión, una ratio que LaLiga logró rebajar a un múltiplo máximo de 3,5 veces. Por sistema, han conseguido que seis equipos peleen cada año por todo, y esa emoción es la que da el dinero. Pero también hace que migre el talento. Aquí, a confiar en que Ansu Vinicius lideren la nueva rivalidad.

La patata caliente de ser director comercial del Barça

El Barça tiene importantes desafíos por delante en el terreno comercial, y el más importante de todos es dar con un director para este departamento. Tras la salida de Xavier Asensi, la no entrada de Cinto Ajram y la dimisión de Jordi Camps en septiembre, el club no está consiguiendo encontrar un reemplazo óptimo. La empresa de headhunting a la que han encomendado la búsqueda ya ha tanteado a algunos profesionales del sector en España, y la respuesta ha sido la misma: “No, gracias”.


Sin grandes activos sobre el terreno de juego a nivel comercial, la única carta que tiene el club para jugar es su marca. Pero el tiempo aprieta, y no ya porque antes de marzo debería encontrar un patrocinador principal para la camiseta. En ese capítulo, les avanzo que el Barça no logrará los 55 millones que aspira a recuperar de lo que consiguió con Rakuten en 2015. Ni están Messi a Neymar, ni la evolución de la inversión en patrocinio hace pensar que sea posible, a no ser que se opte por una marca procedente de un país de dudosa reputación o con negocios difíciles de comprender. Ese problema llegará, pero el más inmediato son esos 25 millones de nuevos contratos que están en presupuesto de 2021-2022. Un “reto”, dijo la comisión económica. Un desafío.