La Montaña en Aragón
La montaña mágica
El ascenso al Turbón por la Selvaplana es una ruta por leyendas de colosos y Diluvios, historias de brujas y minas de oro que esconden el guardián camaleónico de Ribagorza

La panorámica desde la cima exhibe a Peña Montañesa, Cotiella, Armeña, Baciero, Sierra de Chía y hasta Llardana. / S. R. A.

Leyendas bíblicas bajo el Diluvio, guarida de gigantes y seres mitológicos, escenario de cuentos de encantarias, lavanderas y fadas, historias difuntas de brujas y ermitaños, grutas de oro, último cobijo del oso… El enigma rodea a una de esas montañas mágicas cuyo perfil camaleónico cautiva como guardián de los Pirineos. El Turbón es un paraje asequible para el montañero y lleno de alicientes por su silueta cambiante donde se mantienen tradiciones originales en este corazón de Ribagorza.
La subida más popular a su cumbre parte por Serrate hasta el refugio de La Plana o desde Las Vilas termales asciende en una gran seseo por el collado de Pasaturbiello. Hoy proponemos una ruta menos transitada, que comparte con esta segunda el último tramo, y que permite conocer los bosques donde habitaba la osa Sarousse y cuya frondosidad es casa de fauna, flora y misterios.
Empieza la caminata desde el refugio de La Muria, a las puertas de su famoso barranco de Cogulas. Para llegar a esta población de Bisaurri ahora hay que transitar por la nueva carretera de Abella y Espés, dado el corte del Congosto del Ventamillo, y contemplar estas pequeñas aldeas donde aún se guardan tradiciones como apilar la pajas en medas.
Los pasos primerizos calentarán los músculos remontando la pista de Selvaplana. Al llegar a un cruce, que reconoceremos en el descenso, tomar el giro a la izquierda y continuar en subida mientras el bosque mixto permite alguna vista inaugural sobre la Sierra de Chía, Armeña, Llardana y Gallinero. En un plano, otro cruce, en el que, siguiendo las señales, andamos hacia la izquierda.
Pronto este camino alcanza un depósito de agua en el que la subida se empina y estrecha hasta convertirse en un sendero que gira a derecha y marcado que nos llevaría a la Cap de la Montañera. Tras avanzar cinco minutos hay que estar atento para hallar un nuevo desvío marcado por un hito. Abandonamos aquí la senda para remontar por este barranco hacia las áreas herbosas. En algún instante es necesario el uso de manos, sin ninguna dificultad, para ir vadeando los ligeros saltos de un torrente normalmente seco. Las vistas compensan el calentón.
Muros para sarrios
El límite del bosque de pino ilumina el final que desemboca en una canal herbosa rodeada de los murallones de piedra donde es normal ahuyentar manadas de sarrios. Alcanzado el collado, es momento de parar para disfrutar de una mirada de 360 grados. Abajo despierta el Coll de Fadas (hadas) y Laspaúles, donde en 1593 fueron ahorcadas 24 mujeres acusadas de brujería. Nos rodea el misterio en ficción y en hechos reales.
Aquí puede tomarse la parte más blanda del vallecillo o remontar el crestero que linda con la Canal de San Adrián, sin riesgos, hasta alcanzar el Turbonet (2.346). La presencia de la cima gemela, opuesta y principal del Castillo es en este tramo una constante para el despiste.
La bajada hasta el collado de Porroduño anuncia el último escollo hasta tomar la vertiente cimera al Castillón del Turbón (2.492) sobre La Plana y Campo. Desde aquí, dicen las leyendas, el coloso L’Ome Granizo lanzó las poderosas piedras que aplastaron a varios pastores de Llert y que aún reposan en el Vall del Bardaixi. Las vistas al suroeste permiten deleitarse con Peña Montañesa, Guara y, en jornadas de gran visibilidad, identificar el Moncayo. La belleza de estas montañas dan para el llanto.
El regreso hasta el collado de Porroduño es el mismo de la avenida. Aquí giramos para descender por la Coma de San Adrián, donde se dice Noé varó con su Arca evangélica en tiempos de Diluvio. Dos grandes rocas erosionadas, conocidas como el Rey y la Reina, vigilan nuestro avance que circunda la silueta de los restos de una ermita románica donde, en época medieval, habitaba algún solitario creyente sufridor. Hay que buscar aquí una fuente que, relatan, si se sacan diez puñados de arena de su fondo, concede un deseo.
Al alcanzar la Cap de la Montañeta identificamos una señal que nos lleva al Puerto de La Muria, circundando primero unos riscos y luego caminando por un cortafuegos hasta dicho collado, donde un árbol solitario da paz a rebaños. Desde aquí se puede bajar a la Margalida, Esterúny Lle rt, pasando cerca de la boca de una antigua mina de oro. Pero no, en la otra dirección tomaremos una PR, la 50, que se adentra por el bosque hacia el este en hermosa explosión otoñal hasta, en menos de una hora, alcanzar el primer cruce de la jornada, a apenas un centenar de metros del inicio de la excursión.
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