Utrillas se puso su mejor traje para recibir con todos los honores a todo un histórico del fútbol español, el Valencia CF. Nada más entrar en el pueblo minero ya se palpaba en el ambiente que no el día de ayer no era un día más. «En el campo de La Vega todos bajo el mismo sol», retumbaba la letra del himno del Utrillas por los altavoces de la localidad. Y aunque el sol lució poco, ni el clima gélido pudo empañar lo que iba a ser una jornada de celebración.

Hasta el más mínimo detalle se cuidó con mimo para que nada fallara. «No hemos vivido algo así nunca», relataba Aurelia, que regenta una papelería en Utrillas y que aseguró que la prensa del día se agotó muy temprano. En los alrededores del campo de La Vega los trabajadores municipales se afanaban para que todo estuviera reluciente antes del comienzo del choque. «Nuestra misión es que Utrillas dé la mejor imagen en un día como hoy», afirmaba Antonia, empleada municipal.

A las puertas del centro de salud los últimos rezagados hacían cola para recoger el certificado de vacunación covid, obligatorio para acceder a La Vega. «Estos días ha sido un goteo constante de gente. Muchos veían a recoger el certificado pero otros han decidido vacunarse solo para poder ir al partido», aseguraban los sanitarios.

Ya dentro del campo, la actividad era frenética. Los operarios se aseguraban de que las nuevas gradas, montadas exclusivamente para el duelo copero, estuvieran listas para la llegada de los 2.500 espectadores que presenciaron el partido. Además colocaron nuevas redes en las porterías y revisaron el buen estado del césped. Todo tenía que estar bajo control ante de la llegada de los jugadores valencianistas. 

Así se ha vivido en Utrillas la previa del partido de Copa contra el Valencia Ángel de Castro

En los vestuarios también estaba todo preparado. «Les hemos puesto calefactores para que aguanten mejor el frío, una cafetera y bandejas con fruta y frutos secos», explicaba un empleado del club. Utrillas parecía una recreación de la película de Berlanga, Bienvenido, Mister Marshall, solo que en vez de esperar a los americanos, se aguardaba con ansias la llegada de los ches. 

Los hinchas más fieles del equipo minero colocaron las pancartas preparadas para la ocasión mientras animaban a algunos jugadores que quisieron acercarse a La Vega a comprobar el ambiente que se respiraba . «Estamos en una nube», aseguraba Pitu Lerga, entrenador del Utrillas.

Tras los intensos trabajos de última hora, era el momento de reponer fuerzas. El día no había hecho más que empezar. En el restaurante más concurrido del municipio aragonés se juntaron los lugareños con los aficionados valencianos que iban llegando hasta el pueblo. «La gente de aquí es muy hospitalaria, nos están tratando fenomenal», explicaba un peñista del Valencia.

Un aficionado del Utrillas y otro del Valencia. Ángel de Castro

El minero

Unos de los momentos álgidos de la jornada fue la concentración a las cuatro de la tarde en la plaza del Ayuntamiento de Utrillas para colocar la bufanda y la bandera del club a la estatua del minero, el símbolo más característico del municipio turolense.

Niños, jóvenes, ancianos, grupos de amigos, familias enteras... todos estaban invitados a la fiesta. Los más ruidosos eran los jóvenes, los que en primer línea no paraban de hacer sonar los bombos, las trompetas y, sobre todo, sus voces. Pero los que más valoraban lo que esta aconteciendo en la plaza del pueblo eran lo más mayores. «Es el día más especial que recuerdo y un orgullo poder vivirlo. En realidad es solo deporte, pero esto ha conseguido unirnos a todos», aseguraba Gloria, una vecina que no podía ocultar la emoción.

Entre los cientos de personas que se agolpaban en la plaza, el que sin duda tenía la historia más rocambolesca que contar era el valenciano Marc. Marc Utrillas. «Sabía que en Teruel había un pueblo que se llamaba igual que mi apellido. Llevaba años queriendo venir a visitarlo pero nunca encontraba el momento», explicaba. Marc es seguidor de los ches desde que era un niño y cuando el bombo del sorteo copero deparó el enfrentamiento entre utrillenses y valencianos no lo dudó. «Lo consideré una señal del destino, así que me pedí el día libre en el trabajo y aquí me he venido yo solo», explicaba Marc, con el DNI en la mano para que no quedara duda de la veracidad de su historia.

Y aunque Marc viajó solo, pronto se encontró con muchos de los más de 200 aficionados valencianistas que se desplazaron hasta Utrillas animados por la cercanía entre las dos localidades. Pero llegó un momento en que la única manera de distinguir a los hinchas de cada equipo eran sus colores, porque la comunión y el buen rollo entre ambas aficiones fue total. 

El ambiente se iba caldeando poco a poco mientras llegaban más y más vecinos del municipio minero. El momento cumbre llegó cuando Chelete, el jugador más joven del Utrillas, se subió a lo alto del minero y lo vistió con los colores del equipo. El júbilo se desató y comenzó una traca de cohetes y petardos que pareció un homenaje a los huéspedes valencianos, para que se sintieran como en casa.

Ángel de Castro

El recibimiento

Una vez cumplido con el ritual, se formó una marea humana que recorrió junta la distancia que separa la plaza del pueblo con el campo de La Vega. Durante el trayecto los cánticos no dejaron de sonar ni un instante y se empezaba a sentir un especia de nerviosismo. El momento se acercaba y el siguiente paso era recibir al equipo.

Ya en las puertas del estadio, donde se sumaron cientos de aficionados más, la emoción se desbordó. Los altavoces volvieron a sonar con más fuerza si cabe. Era la señal de que los jugadores estaban llegando. En ese momento se formó un pasillo por el que desfilaron todos los futbolistas. Jaleados por una hinchada con bengalas que iluminaban las caras de los hombres que iban a defender en el campo el orgullo de todo un pueblo.

Lo que se estaba viviendo en el pueblo minero era algo mágico. Antes de que el balón echara a rodar, Utrillas ya había ganado el partido. Y por goleada.