El Club Baloncesto Peñas está en una situación límite. «Todos los escenarios son posibles, desde la continuidad normal hasta la desaparición total pasando por renunciar a la LEB Oro y quedarnos como un club de cantera», explica Antonio Orús, su presidente. Que acabe ocurriendo una de esas cosas dependerá del resultado de la campaña de rescate lanzada la semana pasada por el club y que, de momento, ha tenido una buena acogida.

«Ahora mismo hay muchas facturas pendientes de pago y necesitamos dar una respuesta a esos acreedores», añade Orús. El Peñas cerró la temporada pasada, en la que los ingresos cayeron drásticamente como consecuencia de la pandemia, con 200.000 euros de deuda. Además cuenta con otra pendiente, que está estructurada con entidades de crédito, debido a los préstamos solicitados tanto para la construcción del Peñas Center como de adelanto por el dinero de las subvenciones.

«Pero si los recursos para esa deuda hay que destinarlos a otra cosa vamos a tener un problema. Necesitamos liquidez», añade el máximo responsable. La campaña está encaminada tanto a recaudar dinero directamente por medio del crowfounding como a aumentar el público en el Palacio y a conseguir más empresas que quieran patrocinar al equipo. «Estamos muy contentos con la respuesta social obtenida. En tres días ya habíamos recaudado algo más de 6.000 euros y confiamos en que vaya a mejor», dice el presidente.

El objetivo de la junta que preside Orús es «sensibilizar al tejido empresarial, al aficionado que no es tan fiel al baloncesto y a las instituciones. La DPH está muy implicada, el Ayuntamiento podría dar un paso más», indica Orús. El Peñas no quiere repetir su propia historia. En 1996 se vio obligado a vender su plaza ACB al Fuenlabrada por problemas económicos.

Javier Zaragoza vivió en primera persona la crisis del Peñas en 1996. Era el segundo entrenador y tomó las riendas del equipo para salvarlo en el playoff por la permanencia. «Pero luego empezó el proceso de venta de la plaza al Fuenlabrada y nos quedamos con la suya en la LEB», explica Zaragoza. «Fue un momento durísimo. Pasamos de ser algo de Huesca, de la provincia, con un montón de apoyos a, de repente, no interesarle a nadie. Veíamos que se moría, se moría, se moría… Y se murió», explica. La situación fue empeorando poco a poco. «En los últimos años el presupuesto era cada vez menor, hubo algún retraso en los pagos, y veíamos que se adormecía mucho. La nueva directiva que entró con Guardiola a la cabeza fue un revulsivo, pero te dabas cuenta de que no avanzabas, siempre había problemas», añade.

Zaragoza no se explica lo sucedido. «Desde la parcela deportiva, no lo entendía. Lo que me sorprendió fue el devenir del proyecto. Pasar de ser reconocido a nivel nacional con la campaña Huesca La Magia, que fue pionera, tener el reconocimiento social en la propia ciudad, y que eso se fuera diluyendo como un azucarillo me sigue sorprendiendo», indica el extécnico, que rompe una lanza a favor del trabajo de las diferentes directivas del club.

«La gente de la directiva merece el máximo reconocimiento. Lo que el Peñas ha sufrido estos últimos años con esta directiva me suena un poco. Tiene un valor tremendo, gastan tiempo, dinero propio y un esfuerzo tremendo. Me da pena que estos deportes como el baloncesto o el balonmano tengan que sufrir tanto en Huesca», valora Zaragoza, que después fue gerente del BM Huesca.

No ha sido el único club aragonés de élite que se ha visto abocado a la desaparición parcial o total en los últimos años. El CBZ sigue siendo una referencia en el baloncesto de cantera de la comunidad pese a que también tuvo que vender su plaza ACB aquel fatídico verano de 1996. Dos años más tarde se quedó sin dinero el Sego Zaragoza, que había sido campeón de Liga como Pinturas Lepanto en 1995, y no se presentó a varios partidos de Liga. En 2008 tuvo que decir adiós el Waterpolo Zaragoza, creado tras el ascenso de El Olivar a la máxima categoría en 2000.

La plantilla del Rótulos Plasneón en la temporada 2009-10. ARCHIVO EL PERIÓDICO

Un caso muy particular fue el del Multicaja Sabiñánigo, equipo femenino de ciclismo creado alrededor de Maribel Moreno y que decidió disolverse cuando la serrablesa dio positivo en los Juegos de Pekín en 2008. El 2012 fue un año negro para el deporte femenino porque vio cómo tres equipos se despedían de la élite. El Mann Filter CB Basket Zaragoza lo hacía ahogado por las deudas, mientras que el Rótulos Plasneón de balonmano y el Fútbol Sala Zaragoza 2002 no podían hacer frente a los gastos de la nueva temporada.

Los dos últimos ejemplos lo son también de dos formas opuestas de hacer las cosas. El CV Zaragoza no pudo inscribirse en la Superliga de la temporada 2013-14 porque le faltaron 30.000 euros. Ocho años después no solo existe sino que es un club más fuerte, consolidado con 32 equipos y más de 300 niños y niñas en su cantera. Por el contrario, el Balonmano Aragón dejó de jugar en abril de 2016, con la temporada sin terminar, tras no superar los graves problemas económicos que le habían metido en un concurso de acreedores en 2012. El club desapareció por completo y jugadores y entrenadores no han cobrado ni cobrarán las cantidades adeudadas.

Dos casos opuestos

«Ahora tenemos más salud que cuando estábamos en Superliga», afirma Diego Carreras, que sigue al pie del cañón en el CV Zaragoza como presidente y entrenador del equipo masculino de Primera División. «Renunciar nos permitió reconvertirnos en un club de base, que entonces solo teníamos dos o tres equipos, y ahora somos el club con más licencias de Aragón, contamos con 32 equipos y algunos éxitos a nivel autonómico», relata Carreras. La crisis de 2008 afectó tanto a su principal patrocinador, Fábregas, como después a Bantierra y les abocó a tomar la decisión de no salir.

«La reducción de las subvenciones más la pérdida del patrocinador principal nos hacía inviable afrontar los gastos de licencias y viajes», recuerda el presidente. El club lanzó una campaña para recaudar dinero pero le faltaron 30.000 euros. «No teníamos deuda ni dejamos a deber nada a nadie. Lo máximo fueron retrasos en algunos pagos», indica Carreras, que no duda en que tomaron la decisión correcta.

«Tenemos un espacio que antes no teníamos. El otro día en el Siglo XXI contra el Barça B había más gente que en los partidos nuestros de Superliga. Se ha tejido una masa social que antes no teníamos. Somos un club más sólido a nivel de base. Ojalá pudiéramos volver a la élite, es un buen momento para apostar por nosotros», explica el presidente.

Doder, Ortega, Vatne, Zaky, saludan tras el partido ante el Magdeburgo. EL PERIÓDICO

En el polo opuesto está el caso del Balonmano Aragón. Las deudas lo fueron ahogando hasta que tuvo que retirarse de la Asobal en abril de 2016. El equipo de élite desapareció y la base se transformó en el Balonmano Almogávar. «No se hicieron las cosas bien. La crisis no acompañó pero al final el agujero era tan grande que lo más fácil era hacerlo desaparecer y que nadie se hiciera cargo de la deuda», rememora Demetrio Lozano.

La pérdida del patrocinador principal, la CAI, a principios de 2012, aceleró una crisis motivada por una deuda que iba acumulándose de manera peligrosa. La falta de ingresos llevó a la directiva del club a solicitar concurso voluntario de acreedores, pero no salió bien. «Se intentó hacer un concurso sin quita, simplemente aplazando los pagos, cuando un concurso se hace precisamente para perdonar una parte de la deuda y que se pueda pagar el resto. Pero no se hizo así y eso nos llevó a desaparecer y a no cobrar nada», dice el exjugador. Ahora no tienen a quién reclamar esa deuda.

«Fueron momentos complicados. El contexto social tampoco ayudó, fue un momento de crisis que afectó a las inmobiliarias y también a las cajas. La desaparición de CAI como principal patrocinador fue uno de los problemas, porque más del 50% del presupuesto dependía de ellos y de otras aportaciones privadas. Además, las instituciones dejaron de apoyar. Durante unos años hubo que depender de las ayudas públicas y estas fueron bajando», relata

El que fuera campeón del Mundo llegó como jugador pero ejerció también de entrenador y se implicó al máximo para intentar salvar el proyecto. «Estoy contento porque hicimos todo lo posible. Tanto los jugadores como la junta directiva que se quedó al final y que es la que menos culpa tiene de lo que pasó. Ellos tuvieron que tomar la decisión más dura pero no se les puede culpar cuando ya arrastrábamos una deuda. Puedes acumular deuda pero no puedes ahogarte en tu propia deuda», resume Demetrio Lozano.