El Madrid-Barça tenía por objeto contraprogramar las manifestaciones masivas de los desabastecidos, el patriotismo opiáceo del balón como freno artificial a la inflación. Por fortuna, a los agricultores y pescadores se les hurta el vídeo en que fenómenos como Hazard o Bale recogen su cheque mensual millonario sin contraprestación conocida, unas imágenes que hoy desatarían una revolución. El galés ni siquiera puede jugar en el Bernabéu, porque peligra su integridad física a manos de los madridistas.

Entremos en lo deportivo, aunque ninguna acción llevada a cabo por el Madrid en pánico frente al Barça merece tal consideración. Quienes llevamos años denigrando la pereza congénita con sobrepeso de Benzema, jamás imaginamos que el Madrid añoraría en exceso al delantero que interviene hoy en más de la mitad de sus goles. Siempre salvando las distancias, que son de 311 dianas para el francés frente a las 450 de Ronaldo.

El Madrid sufrió el miedo escénico en el Bernabéu, la goleada que se quedó corta del Barça es el castigo justo a la alineación cobarde de Ancelotti. El italiano prescindió de la artillería, confiado en que la baja de Benzema se compensaba con la disfuncionalidad de la zaga azulgrana. Por agujereada que esté una defensa, se necesita efectuar al menos un disparo si se pretende atravesarla.

El Barça pierde sin Messi, pero el PSG todavía pierde más con Messi. Con una correlación elemental, la debacle madridista después de tres años ininterrumpidos sin caer en un clásico demuestra las miserias del equipo parisino. La banda de Neymar se parece a asistir hoy a un concierto de Led Zeppelin, con bombonas de oxígeno para los músicos entre bastidores.

El Barça se queda a doce puntos del Madrid, que son nueve confiando en que la mejoría azulgrana se sustancie en el partido aplazado. La ventaja blanca es holgada a falta de nueve jornadas, por lo que el abismo existente hoy entre ambos equipos surge más bien del desbarajuste de la competición, de la clamorosa ausencia de líderes sobre el terreno.

Xavi ha apuntalado a un equipo en ruinas. Cuando Ancelotti prefiere a Rodrygo antes que a jugadores dignos de Primera, confirma que se apunta al principio de que su club gana la Champions por tradición, jugando veinte minutos de cada 180. Al Madrid le faltan jugadores de clase, y también le sobran jugadores de clase que se limitan a cobrar sin poner a prueba sus recursos. Con estos mimbres, el fútbol no sirve de droga contra la política. La empeora, que ya es decir.