Cuando Luis Rubiales accedió, en marzo de 2010, a la presidencia de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), se encontró con una organización que había perdido pulso, actor muy secundario en el fútbol español. Pues bien, una de sus primeras decisiones, apenas dos semanas después de ser elegido, fue amenazar con la convocatoria de una huelga durante una jornada en la que se disputaba un Real Madrid-Barcelona.

Ya entonces, todavía con 33 años y recién retirado de una carrera como futbolista de Primera y Segunda División, exhibió Rubiales el carácter que iba a demostrar en los siguientes años como uno de los dirigentes deportivos más importantes de la última década. Quienes le conocen bien hablan de él como un tipo temperamentaldecidido y sin miedo a lanzar órdagos. Y lo parece, desde luego.

Fue en 2018 cuando dio el salto de líder de sindicato a jefe de patronal. Ángel María Villar había caído en diciembre de 2017 tras el Caso Soule y tras unos meses de regencia de Juan Luis LarreaRubiales decidió dar un paso al frente. Contaba con el respaldo de los futbolistas y de muchos dirigentes federativos que entendían que la continuidad de Larrea, el otro candidato, iba a impedir que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) pasara página de la larga y tantas veces oscura 'era Villar', que se había alargado durante 30 años.

Rubiales sabía que se iba a encontrar una RFEF anticuada poco profesionalizada, víctima de la dejadez de Villar en todo aquello que no afectara a la selección absoluta masculina y al bienestar personal de la mayoría de presidentes de federaciones autonómicas, en su mayoría 'dinosaurios' con varias décadas de poder indiscutido en sus respectivos ámbitos.

Pero la realidad superó las expectativas y eso llevó a Rubiales a su equipo a hacer una remodelación integral en las oficinas de Las Rozas. "Todo era un desastre", resume alguien que vivió aquellos primeros meses. La RFEF se había vaciado de contenido en favor de LaLiga, que había asumido gustosamente la delegación de competencias como el fútbol femenino.

Guerra con Tebas

Eso desembocó en una guerra abierta con Javier Tebas, enemigo íntimo desde sus tiempos en AFE, para que la Federación recuperara íntegramente las competencias que por ley le correspondían. Y también en batallas por otras en las que no estaba tan claro, como ocurrió con los partidos de los viernes y los lunes, en la que LaLiga salió victoriosa.

Es obvio que el Rubiales actual no es el de 2018, al menos en las formas, aunque en el fondo sí lo sea. No conviene olvidar que se estrenó destituyendo a Julen Lopetegui como seleccionador nacional a dos días de arrancar el Mundial de Rusia, tras anunciarse su fichaje por el Real Madrid tras el torneo, anulando la renovación que habían pactado un par de semanas antes.

Hoy, quizá, Rubiales habría gestionado de manera diferente aquella situación, al igual que ya no entra al cuerpo a cuerpo, con guerras infinitas de comunicados, con un Tebas que siempre se ha movido a gusto en esa dialéctica. En 2018, quizá, Rubiales habría salido a hablar unas horas después de los audios publicados por 'El Confidencial', pero hoy, en 2022, permanece todavía en silencio.

Pero volvamos a la gestión interna. Rubiales heredó una RFEF que era un gigante con pies de barro, uno de los organismos futbolísticos más importantes del mundo que carecía de recursos para explotar todo su potencial, a años luz de la velocidad de crucero que había alcanzado LaLiga en los últimos años.

Pedro Sánchez y Luis Rubiales, antes del Mundial 2018. EFE

Lo que el dirigente andaluz hizo en Las Rozas fue una enmienda a la totalidad. La llegada de Pedro Sánchez al Gobierno, casi coincidente en fechas, le ayudó, pues Rubiales era visto con buenos ojos en el PSOE, donde encontró acompañamiento. Ahora, después de su acuerdo con Arabia Saudí y su proceder en la profesionalización de la liga femenina de fútbol, lo es bastante menos.

Más ingresos

Recuperar competencias propias y remodelar las competiciones de las que era organizador fueron dos de las prioridades de Rubiales, mientras modernizaba y profesionalizaba las estructuras internas de la Federación. El objetivo, en todos los casos, era el mismo: maximizar los ingresos por venta de derechos de televisión y acuerdos de patrocinio. Los datos hablan por si solos en ese aspecto: el presupuesto de la RFEF ha pasado de 146 a 406 millones de euros en apenas cuatro ejercicios.

Y en estas, como ahora ya se sabe, llegó Gerard Piqué para ofrecerle en 2019 que la Supercopa de España pasara a disputarse en modelo Final Four con Arabia Saudí como escenario. Desde un punto de vista estrictamente financiero, era un negocio redondo para todas las partes (incluido Piqué, claro), pues un torneo residual y casi deficitario pasaba a generar unos ingresos anuales de 40 millones de euros.

El dilema debía ser ético, por cuando se estaba entregando parte del fútbol español para la propaganda de un estado dictatorial que vulnera de forma sistemática los derechos humanos en general y los de las mujeres y colectivos LGTBI en particular. En la RFEF, claro está, existió ese dilema, pero la conclusión fue que la modernización tenía un precio. Y que Arabia Saudí lo pagaba.

Luis Rubiales junto a un representante del gobierno de Arabia Saudí. EFE

Rubiales justificó entonces, en noviembre de 2019, que "cuando hay países con desigualdades en salud, alimentación o derechos sociales puedes darles la espalda o tratar de ayudarles" y que la RFEF había elegido la segunda opción, arrancando a la dictadura saudí el compromiso de "que las mujeres entren libremente a los estadios, crear escuelas de fútbol femenino y la obligación de establecer competiciones femeninas, una de ellas de categoría senior".

Frente al revuelo social y político que generó ese contrato con el que la RFEF gana 40 millones al año (y Kosmos, la empresa de Piqué, cuatro), la mayoría de clubes daban su plácet mientras se tapaban la nariz y miraban para otro lado. Hace tiempo que el fútbol de alto nivel es una industria que no se permite a sí misma el lujo de tener escrúpulos.

El tiempo ha reforzado el argumento economicista de aquel acuerdo, pues recalcan en la RFEF que esos 40 millones de euros han permitido aliviar en gran medida la grave crisis que han padecido los clubes no profesionales como consecuencia de la pandemia. "Sin esos ingresos, muchos habrían desparecido", señala un defensor de Rubiales.

Mundial 2030

Y mirando a medio plazo, aparece el reto de que España, junto a Portugal, organice el Mundial masculino de 2030, otro de los grandes retos de la presidencia de Rubiales, quizá el mayor de todos, que cuenta con el apoyo firme del Gobierno, pues ninguno en el mundo desaprovecharía la oportunidad de colgarse la medallita de acoger un evento de esas características.

Rubiales lleva años trabajando en silencio para que la candidatura tenga éxito. Logró ser nombrado vicepresidente de UEFA y desde esa posición ha movido los hilos necesarios para que desaparezca la competencia europea (Reino Unido e Irlanda representaban la verdadera amenaza) y lograr un respaldo unánime del resto de federaciones del continente.

Pero con el apoyo europeo puede no bastar y ahí es donde entrar en juego, de nuevo, Arabia Saudí. La RFEF tiene la convicción de que el acercamiento a la dictadura saudí y los contactos realizados en la región durante estos años de acuerdos facilitarán los votos favorables de la mayoría de países de la región en el proceso de elección de la sede del Mundial 2030.

Todos callan

Y el Gobierno, que con tanto recelo mira ahora al acuerdo de la RFEF con Arabia Saudí, a las comisiones cobradas por Gerard Piqué (algo que, conviene recordar, se sabe desde 2019 tras su publicación en 'El Mundo') y a Rubiales en general, conoce a la perfección cómo se están ganando esos apoyos para la candidatura mundialista.

Y Tebas, antagonista de Rubiales, criticó en su día el acuerdo únicamente por el pirateo televisivo que ejercía Arabia Saudí sobre los derechos de televisión de los clubes, no por una cuestión ética y ahora se limita a decir que lo escuchado en los audios "es fuerte", sin hacer demasiada leña del árbol que se tambalea.

Florentino Pérez, cuya alianza con Rubiales se sustenta en su común desprecio a Tebas, accede a llevar al Real Madrid a Arabia Saudí por ocho millones de euros, según se desprende de los audios publicados. Y Joan Laporta escurre el bulto y asegura que no tiene "nada que decir" del asunto.

La sociedad española desprecia el acuerdo con Arabia Saudí, pero el fútbol, la industria del fútbol y del deporte, lo celebra o lo mira con cierta envidia. Aunque solo Rubiales (y Piqué) se atreva a defenderlo en público. Aquí más que nunca, el Rubiales sindicalista que arrancó su mandato amenazando con boicotear un clásico es perfectamente visible 12 años después.