Mikel Landa difícilmente ganará este Giro porque hay dos corredores a su misma altura en la montaña. Son Richard Carapaz, 'maglia rosa', y el australiano Jail Hindley. Por más que lo intente solo abre una pequeña brecha que ambos contrarrestan y para mayor castigo los dos son más rápidos en la llegada para arañarle segundos de oro, como sucedió este miércoles en la 17ª etapa.

Pero el ciclista vasco logró su primer objetivo, noqueó a Joâo Almeida y se instaló en la tercera plaza, en posición de podio gracias a un genial trabajo personal y al apoyo de su equipo, el Bahrein, que ganó la etapa con el colombiano Santiago Buitrago y se aupó a la primera plaza en la clasificación por escuadras.

Valió esperar a la subida final de Montevere, una cumbre con tres kilómetros finales que eran una pura emboscada. Fue la montaña donde Mathieu van der Poel, sin éxito, trató de convertirse en escalador y el lugar escogido por Landa para instalarse en el podio, quizá de forma definitiva, porque difícilmente Almeida le recortará los 49 segundos de renta que este miércoles consiguió en la general cuando quedan todavía dos etapas de montaña, el viernes y el sábado, donde el corredor vasco es infinitamente mejor que su oponente portugués. La lógica indica que Almeida cederá más tiempo en la montaña, lo que se convierte en un seguro a todo riesgo para el ciclista vasco, que ya fue tercero en el Giro de 2015, el que ganó Alberto Contador.

Contó Landa con la impagable ayuda de Wout Poels, convertido a sus 34 años en un gregario consistente para el corredor alavés. Poels es experimentado. Nunca ha ejercido como líder aunque tiene en su palmarés victorias tan prestigiosas como la Lieja-Bastoña-Lieja, que consiguió en 2016. Fue aquel ciclista neerlandés que siempre estaba al lado de Chris Froome, en su época de gloria, el mismo al que frenó el ciclista británico en 2017 y en el Angliru cuando Contador se disponía a ganar su última gran etapa en solitario. No quiso Froome privar a su rival madrileño de un último día de gloria ciclista.

Landa tuvo la enorme pega de comprobar como Carapaz y Hindley se aprovechaban una y otra vez de su furia, mientras Almeida iba pagando un peaje en forma de segundos. Landa era quien marcaba el ritmo de ascensión en Monterovere. Carapaz y Hindley se situaban a su rueda mientras Poels, cuando podía, le lanzaba un cable al marcar un ritmo de escalada fuerte mientras Landa respiraba un poco, cogía aire y volvía a poner en apuros, solo en apuros, al primer y segundo clasificado de la general.

Tres ciclistas al frente

Ellos tres siempre al frente, como sucedió el martes en la etapa del Mortirolo y el Valico de Santa Cristina y ya hace días en el Blockhaus, antes de que el Giro entrase en fase adormilada con demasiadas etapas sin mucho sentido durante la segunda semana de competición. Lástima que el calor lo tumbase en la gran etapa alrededor de Turín. Landa es del norte y le va mucho mejor el tiempo fresco, que acompaña al Giro estos últimos días, que el tórrido ambiente de la semana pasada.

Lástima que siempre en el último suspiro de la etapa Carapaz y Hindley, mucho más rápidos, le roben unos segundos de oro, como hormiguitas que van haciendo caja de alimentos. Este miércoles no tuvo a su lado a Alejandro Valverde, que previamente había tenido que levantar el pie, para taparle el hueco. Ni tampoco a Poels, que llegó muy cansado a la meta. Perdió injustamente seis segundos, pero se reforzó en la tercera plaza de la general. "Hay Giro", dijo Landa el martes. Y que nadie tenga dudas de que lo probará hasta la última meta.