Dos de los triunfos más relevantes de Miguel Induráin en Aragón, el Trofeo Radio Morancho y la Semana Aragonesa, antes de llegar al profesionalismo, los vivió en primera línea Manuel Sancho, entonces directivo del Club Ciclista Aragonés que organizaba ambas pruebas y que conducía el coche que cruzó la línea de meta justo detrás del navarro.

«La tercera etapa del Trofeo Morancho (1982) fue un día de bastante cierzo que hizo que la carrera se rompiese pronto y Miguel se escapó con Tomás López que solo pudo seguir a su rueda, algo similar a lo que paso años después en el Tour con Bruyneel, y le ganó la etapa pero Miguel se aseguró el triunfo en el Morancho», explica Sancho.

El recuerdo para Sancho es muy vivo. «No le importó mucho llevar a rueda a Tomás López y, como hizo tantas veces después, hizo lo que tenía que hacer sin aspavientos ni importarle lo que pasase», afirma. «Los valores de Miguel ya estaban presentes. La seriedad, la tranquilidad y la deportividad que transmitía era extrapolable a lo que ofrecían muchas familias rurales de Aragón, muy parecido al entorno del que procede. Los años confirmaron aquella primera impresión que nos dejó en 1982», rememora hoy.

Eso sí, también reconoce que en aquel momento «nadie podía pensar que iba a llegar hasta donde llegó a pesar de la calidad que atesoraba». En su dilatada trayectoria en el Club Ciclista Aragonés, Sancho había visto y vio años después a otros que llegaron a la élite ganar el Trofeo Morancho o la Semana Aragonesa, como Javier López Izcue, Jaume Vilamajó, José Antonio Casajús o David Cañada, entre otros muchos.

Induráin, en lo alto del podio de París. DESCONOCIDO

El trofeo de vencedor del Morancho se entregaba en la cena social de final de temporada, habitualmente en diciembre, en la que Sancho apunta que «vino a recogerlo con su director (José Barruso) y nos sorprendió la metamorfosis que había tenido. Era más grande y más alto, se había transformado como persona, porque en marzo todavía parecía un juvenil y en diciembre se veía que estaba desarrollando un físico con un potencial tremendo. Era muy respetuoso, serio, reflexivo, humilde», insiste.

Dos años después de ganar el Morancho, en la Semana Aragonesa en la segunda etapa, ya había ganado la primera en Zaragoza, con final en Ejea repitió lo que había hecho como juvenil y «llegó escapado, pero esta vez ganó porque en este caso Juan Carlos Orquín que iba a su rueda ni siquiera le esprintó. Tenía una seguridad tremenda y nos preguntábamos dónde estaba el juvenil que había ganado el Morancho».

Sancho reconoce que «ni en los mejores sueños pensábamos que iba a ganar cinco Tours, pero sus victorias eran como si fuera de casa». Desde el otro lado del océano, en 1982, dos ciclistas chilenos, Mario Hurtado y Gustavo Brunet, pasaron la temporada de verano en Aragón donde coincidieron en unas cuantas pruebas con Induráin. Brunet, en la actualidad afincado en Mallorca, no llegó a la elite. «En las dos carreras que gané --explica en conversación con Efe-- corrió él, en Zaidín y una nocturna en el barrio de San José. Parecía apuntar a ser más un velocista o un rodador que lo que terminó siendo. Te queda el orgullo de haber corrido con él», dice.