La montaña en Aragón

La montaña en Aragón: La semilla del arriero

Andrés Vilalta asciende el Aconcagua y cierra una deuda familiar abierta desde 1995. El montisonense alarga el legado de su padre José, ‘ochomilista’ que coronó el Nanga Parbat

Andrés Vilalta holló la cúspide de América gracias al apoyo del Ayuntamiento de Monzón, la Comarca del Cinca Medio y empresas locales.

Andrés Vilalta holló la cúspide de América gracias al apoyo del Ayuntamiento de Monzón, la Comarca del Cinca Medio y empresas locales. / ANDRÉS VILALTA

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Huesca

Hay experiencias que curten. No le quedaba otra. Había que colaborar. Es lo que tenía pasar los veranos a 2.150 metros porque tu padre es guardés del refugio Ángel Orús. «Entonces no era como ahora, que suben las cosas en helicóptero». Paca y Chiquinon, dos mulas, eran su montacargas con tracción a las cuatro patas, y Andrés, con doce años, su tozudo arriero. Desde Espigantosa al Forcau. «Bajaba tres veces al día con las alforjas llenas de basura y subían cargadas de comida», recuerda.

Esos viajecitos o las andadas en los campamentos de Rasal «nos hicieron ser unos adolescentes locos, salvajes, unos bestias» y, sin darse cuenta, plantar una semillita que fue creciendo bajo la sombra de su padre, de José, ese que «se iba dos meses al Himalaya. En el Broad Peak se cayó en una grieta y no sabíamos nada de él. No recuerdo vivirlo con especial tensión, sí la alegría de recogerlo en el aeropuerto». 

Ahora se ha dado la vuelta a la historia. Andrés Vilalta ha irrumpido en el panorama del alpinismo aragonés a base de pioletazo limpio. Es él quien marcha. Y José, espera. Andrés holló el 4 de enero el Aconcagua, la cima más elevada fuera de Asia, cubriendo una deuda familiar. En 1995 su progenitor cesó su conquista. «Quisieron abrir la vertiente altoaragonesa por el Glaciar de los Polacos. Fuimos con idea de cerrarla, pero, sin nieve, tomamos la vía normal».

Ahora es muy distinto. José tiene controlado dónde está Andrés en todo momento. «Ellos iban con teléfonos satelitales que funcionaban en el Campo Base. Nosotros estamos geolocalizados por internet. Ha evolucionado la tecnología. Ellos subían casi sin saber la previsión. Podían salir con sol y comerse un marrón en medio del jaleo. Nosotros esperamos y esperamos el mejor momento porque tenemos muchos más datos». 

El alpinista se siente «capacitado para ir al Himalaya» tras subir el Lenin y el techo de América

El verano austral despejaba esa incertidumbre. Mucho calor, mucho sol. Demasiado. Cambio climático. «Estaba tan seco que tuvimos que cargar con agua extra. Por suerte nevó un poco el día anterior y pudimos aligerar», recuerda. Habla en plural porque fue con un debutante, el zufariense José Carlos Cortés, un amigo montañero que conoció jugando al rugby. En esta expedición a él le tocaba liderar, cubrir esa experiencia que en sus dos anteriores viajes le entregó Carlos Pauner, con el que está inmerso en la conquista del Leopardo de las Nieves, las cinco cimas por encima de los 7.000 de la antigua URSS, y con el que su padre alcanzó Nanga Parbat (8.126) e intentó Broad Peak , G-I y Cho Oyu.

Al Aconcagua subieron en cuatro días, con un largo trekking hasta Plaza Mulas. Aclimataron rápido y atacaron cima tras pasar por Nido de Cóndores y colocar una tienda en Cólera, a 5.500. «No es una montaña técnicamente difícil, donde el factor diferencial es la altura». En la cumbre estuvo casi una hora solo, esperando a su compañero. «Nos levantamos a las dos y a las diez ya estaba arriba. A la bajada por la canaleta nos encontramos con una procesión, muchas ascensiones comerciales. Había gente que iba hasta con oxígeno», cabecea el montisonense.

A 6.961 metros, Andrés miró un horizonte despejado y reconocible. A lo lejos vio su futuro, esos ochomiles que son una llamada paterna. «Me siento capacitado para afrontar ese reto». 

Profesor en Salesianos

No siempre fue así. La rebeldía adolescente le llevó a renegar del legado. Que si kickboxing, que si rugby, jugando de primer centro en Quebrantahuesos... pero las escapadas desde Monzón al Pirineo se fueron repitiendo. Que si a correr con su perro, con la bici o a escalar... «Soy intensito en todo. A mí no me metas en un boulder. Siempre al aire libre».

Este verano repetirá cordada con Carlos Pauner en su meta de cerrar el ‘Leopardo de las Nieves’

Solo se encierra en las aulas del Salesianos, donde es profesor de fabricación mecánica. «Me gusta ser cercano con mis alumnos, que confíen en mí». Algunos saben de sus aventuras y le siguen en redes. Y por allí se cruza con Raúl Martínez, quien «me abrió la puerta» con Pauner, compartiendo cordada al Monte Lenin (7.134). «Este verano renunciamos por las condiciones al Korzhenveskaya y al Comunismo, pero este año esperamos subir el Khan Tengri y el Pobeda».

Pero él mira al Himalaya, tozudo como una mula. Decidido, con confianza, como cuando en 2020 obligó a su padre a acompañarle al Montblanc, donde se dio cuenta de que podía hacer más, ir mucho más alto, superar su sombra. «Me daba largas porque veía que me iba a meter en el berenjenal. Si me llevaba era la llave para este proceso. Ahora está superorgulloso y me dice que le voy a superar, pero para mí él siempre será mi mentor. He aprendido de muchos, pero él me entregó la esencia, el amor por las montañas». La semilla. 

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