ATLETISMO

El aragonés que saltó con Fosbury

Luis María Garriga recuerda la final de México 68 en la que el americano, fallecido el domingo, revolucionó el atletismo con su técnica. «Estuvo muy amable, siempre con una sonrisa», relata

Luis María Garriga posa este martes en el paseo de la Independencia de Zaragoza.

Luis María Garriga posa este martes en el paseo de la Independencia de Zaragoza. / ÁNGEL DE CASTRO

Solo doce personas en el mundo pueden decir que estuvieron allí en la pista el día que Dick Fosbury, fallecido este domingo a los 76 años, hizo historia en la final de salto de altura en los Juegos Olímpicos de México 68 colgándose el oro y cambiando para siempre esta disciplina. Uno de ellos es el aragonés Luis María Garriga (Borja, 1945), que 55 años después lo recuerda como si fuera ayer. «Yo estuve allí. Es un privilegio haber estado y seguir vivo todavía. La experiencia es fantástica y la final, inolvidable».

Entonces todo el mundo utilizaba la técnica del rodillo ventral, con la que el listón se superaba de cara. ¿Todo el mundo? «Oímos hablar de Fosbury porque hubo mucha controversia por la homologación o no de ese salto. Además la zona de caída era de arena y corcho, con la técnica de Fosbury (superando el listón de espaldas) el saltador podía hacerse mucho daño», explica. Habían llegado incluso imágenes de esa novedad. «En Madrid, en la Federación Española, lo vimos en una moviola. Vimos una cosa extravagante y que estaba en duda. Al final se homologó. Pero una cosa es verlo en la moviola y otra ver la realidad», recuerda Garriga. La diferencia entre ambas técnicas era notable. «Era más rápido, con menos dificultad a la hora de batir, se batía más lejos, la parábola era muy alta, nosotros entrábamos casi debajo y subíamos. Los resultados ahí están. Con mi marca hoy no se clasificaría nadie», indica.

Claro que, en este caso, la realidad superó cualquier expectativa. «No pude imaginar jamás ver la realidad. Era un chaval muy normal y verlo saltar de esa manera... Al lado estaba Martin Gavrilov, un soviético, que era la ortodoxia en el salto, una técnica inmejorable. Pero le pasó por encima», rememora. Luis María Garriga fue uno de los 13 finalistas aquel 20 de octubre de 1968. «En la clasificación éramos dos grupos, participábamos un montón de gente. Solo le vi en la final. Fue muy protocolaria, sales, te saludas entre todos, todo el mundo sonríe pero piensa cómo puede ganarte».

Luis María Garriga (derecha) junto a Dick Fosbury en la final de México 68.

Luis María Garriga (derecha) junto a Dick Fosbury en la final de México 68. / SERVICIO ESPECIAL

Una final no es momento de muchas conversaciones, se impone la concentración. Pero Garriga observó cómo Fosbury se aislaba en un costado para concentrarse y tuvo tiempo de hacerse una foto con él. «Estuvo muy amable. Le dije, nos hacemos una fotografía, y él encantado. De hecho me hizo él el gesto para hacérnosla allí en los aros olímpicos. Luego supe de él que estuvo enfermo una temporada, algún amigo había coincidido con él, pero ya no le volví a ver más», rememora. «La verdad es que es un recuerdo inolvidable, porque ganó, por cómo era, siempre con una sonrisa, amable, dándose abrazos con todos, no había pedantería», señala.

En lo deportivo, fue «una final fantástica», dice este testigo de excepción. «Había un rumor, le decían, ándele gringo, ándele. Hay mucha gente que va a los Juegos por el espectáculo y con Fosbury venía añadido. A lo mejor ellos no eran conscientes de que estaban viviendo un momento histórico del deporte, que es lo que nos pasó a los que estábamos abajo», reflexiona. Fosbury saltó 2,24 metros, récord olímpico.

«Me costó dormir porque estaba súper concentrado. Al día siguiente tenía un bultito en el aductor de la pierna derecha que acabó en lesión pero te olvidas. Imagina que se dan las circunstancias y subes al podio… ahí podía haber muerto de placer. Duermo muy bien pero si alguna vez me cuesta conciliar el sueño por alguna causa tengo tres o cuatro momentos en la vida que recuerdo y me duermo plácidamente y este es uno de esos», asegura.

Garriga, de amarillo, observa uno de los saltos de Fosbury.

Garriga, de amarillo, observa uno de los saltos de Fosbury. / SERVICIO ESPECIAL

Ese día cambió la historia del atletismo, aunque entonces ni Garriga ni ninguno de los finalistas lo sabía. «No fuimos conscientes. Ocurrió con Bob Beamon. Los jueces tenían un telémetro con una mirilla que daba hasta 8,50 y el récord del mundo eran 8,33. De pronto se hizo un silencio en el estadio porque había saltado 8,90 y no daba el telémetro. Además con una técnica extravagante, con los pies por delante. Una fuerza de la naturaleza. Con Fosbury pasó algo parecido. Cuando ves el primer salto, dices, pero qué es esto. Aún así no eres consciente ni capaz de predecir lo que va a pasar en el futuro. Que estás asistiendo a algo importante, eso sí. La importancia es que desapareció el rodillo ventral y no hay ningún insensato que utilice esa técnica porque es perder tú solo», explica el borjano.

Luis María Garriga fue 12 veces campeón de España y el primer nacional que alcanzó los dos metros. Siempre con la técnica del rodillo ventral. «Nunca me pasó por la mente cambiarme al Fosbury porque había que cambiarlo lo todo, entrenadores nuevos... No me lo planteé, preferí morir con las botas puestas, siendo fiel a mis principios». Garriga hizo su propia historia y es uno de los pocos que puede decir que estuvo allí el día que Fosbury lo cambió todo.