La montaña en Aragón

Cuando el agua no suena

Los profesionales de aguas bravas y barranquismo afrontan un periodo de sequía en el que tienen que adaptarse a restricciones o modificar hábitos hacia la sostenibilidad

El área de la Sierra de Guara mantiene caudales activos en aquellos torrentes que se nutren de los acuíferos, aunque se prevé una reducción de los cauces si no llueve.

El área de la Sierra de Guara mantiene caudales activos en aquellos torrentes que se nutren de los acuíferos, aunque se prevé una reducción de los cauces si no llueve. / GUÍAS DE GUARA

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

La pertinaz sequía que afecta a Aragón tiene un efecto directo sobre la planificación de las actividades en el medio acuático típicas de la montaña. El barranquismo o el descenso en aguas bravas se ven afectados por la ausencia de agua en los cauces, provocando cambios en un sector creciente y troncal en el desarrollo social y económico de profesionales y poblaciones. Sin datos oficiales, se estima que el turismo activo en Aragón mueve 1.500 empleos directos en más de 300 empresas.

Sin nieve, ni lluvia, no hay agua en los ríos pirenaicos. Complejo pues lo tienen los responsables de las empresas de aguas bravas si no llegan nubarrones que rellenen los embalses. Están notando en primavera el estiaje y falta de mayencos, al empezar la temporada en marzo. Están a niveles de verano. Cauces como Gállego (en alerta naranja) o Ésera (en alerta roja) se nutren del deshielo en caudales normalmente regulados por los saltos gestionados por empresas eléctricas. «Hay un convenio con ellos y buena comunicación. Estamos como si fuera verano. Sueltan cinco días a la semana, durante cinco horas, para mantener una capa base para meter gente», indica Eduard Jubert, de Kayak Campo y vocal de la Asociación Aragonesa de Empresas de Turismo Deportivo, con más de 40 socios. 

En peor situación está el Ara, único río salvaje del Pirineo. «Hace semanas que se ha suspendido el rafting por falta de caudal», indican desde Guías de Torla.

Los profesionales del rafting, kayak o hidrospeed temen al verano, porque «el 80% de nuestro negocio es julio y agosto», del que se nutren «centenares de profesionales directamente y muchos más negocios indirectos en los valles» y que podría estar en peligro si se aumentan restricciones. «Podríamos quedarnos con dos o tres días de actividad semanal si no cambia la situación», alerta Eduard. 

Reflexión de futuro

El caso del barranquismo es diferente. Es una actividad más versátil, al haber más opciones de rutas. «Estamos en un año de rebajas, entre comillas, para descubrir descensos que en otras opciones son más restringidos. A los que les gustan los cauces alegres tendrán que rebuscar, pero habrá otros en los que hay que esperar al estiaje para entrar, que serán más practicables», indica Marcos Broto, vocal de barranquismo de la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM), que regula la actividad deportiva, formativa y de los clubs, pero no el ámbito profesional. 

A principios del mes de junio tienen previsto la organización de un encuentro de barranquistas jóvenes que no alterarán «porque se puede desarrollar en un barranco seco». En todo caso, desde la federación se hace un llamamiento a no relajarse por las condiciones de poca agua, priorizar siempre por las máximas condiciones de seguridad y «saber dónde se mete uno y con quién se mete».

Las consecuencias de la sequía se han notado en primavera. En la Sierra de Guara, punto neurálgico del barranquismo en Aragón, las rutas con un régimen más irregular, que se nutren directamente de las precipitaciones y tienen un público más deportivo, han tenido una vida corta. Cauces como Mascún (Superior, Inferior y Caos de la Palomera), Fornocal y Palomeras de Fornocal están ahora secos «cuando normalmente se trabaja en ellos hasta junio», indica Álex Castro, de Guías de Guara. Una situación que este catalán, afincado desde 1999 en estas montañas, ha vivido «otros años. Luego caen tormentas y se reactivan. A ver qué pasa».

Sin embargo, si persiste esta situación habrá que adaptarse. No se espera que los trayectos más comerciales del Vero, Alcanadre y Balcés se queden sin agua, nutridos por el sistema kárstico que retienen el agua en acuíferos. «Somos testigos de primera mano de que la sequía está pasando y esta escasez conllevará que aumente la aglomeración en los barrancos que mantengan un caudal», afirma Paola Cabestany, guía profesional con sede en Panticosa. Ella insiste en que habrá que buscar nuevos itinerarios, aumentar la seguridad, sobre todo en los saltos, y, ser conscientes del impacto sobre el medio ambiente: «Tenemos que hacer una reflexión en el sector, por ejemplo, a la hora de limpiar los neoprenos».

La sobreexplotación de los cauces más asequibles y familiares es un problema que viene de antes y que podría agravarse este verano, abriendo el debate de la regulación y sostenibilidad en un ecosistema delicado. «Un barranco no es un parque acuático. Sería necesario que nos sentásemos todos los agentes para no ahogarnos en nuestro propio éxito al dar una mala imagen»”, indica Álex Castro.