La montaña en Aragón

Pasos por la historia

El guía Chemary Carrera lanza una ruta transfronteriza que descubre la memoria de los puertos que miran al Aneto

El guía cardigaso en el Puerto Viello, uno de los pasos fronterizos que componen una propuesta que enlaza refugios.

El guía cardigaso en el Puerto Viello, uno de los pasos fronterizos que componen una propuesta que enlaza refugios. / CHEMARY CARRERA

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Montañés y montañero. Términos que conviene no confundir, perfiles que en su fusión crean vínculos de identidad férrea, únicos, de semblanza de amor y respeto por el Pirineo. Pocos como el cardigaso Chemary Carrera conocen el Valle de Benasque, por herencia familiar impresa en esas rocas que callan relatos de aventuras, de pasos nada perdidos en los que encontró las huellas medievales en hospitales que eran hospedaje de peregrinos, en brechas por las que se colaron ejércitos imperiales, cruzó el contrabando, convivieron vaqueros, perdieron la libertad unos y la encontraron otros o de sueños imposibles de los primeros pirineístas. Porque Benasque es mucho más que una cruz de fotografía en el Aneto.

«Conociendo la leyenda de esos primeros pirineístas o de los hospitales que guardaban a los peregrinos en el siglo XI, vi que existía esa opción de una gran travesía que, sobre todo, fuera un paseo de contemplación de Maladetas y Aneto». Habla Chemary, de Chía, hijo y nieto de ganaderos que dominaron prados, fajas y trochas, traspasaron mugas en la supervivencia de años difíciles y felices, de intercambios en frontera, de puertos de unión que se han ido perdiendo en el progreso y que ahora él quiere enhebrar en un proyecto que cose Benasque, Luchonnais y Arán: el Reino del Aneto.

Una travesía senderista circular, uniendo valles por parajes con luz propia, aunque no se lo crean, no tan transitados. «Porque Pirineos es mucho más que subir al Aneto y hacerte la foto en la cruz. Es el atractivo de recorrer la media y alta montaña, reflexionar sobre la historia de esas montañas mientras las descubres, de sus gentes, de los caminos que transitaron por comercio, por vida, una gran memoria oculta y bonita que reconocer mientras andas», resume Chemary, guía en MásPirineo, instructor de esquí de fondo, antiguo inquilino de La Renclusa... que en verano tiene previsto realizarla con un par de grupos y cuya difusión se va a plantear en inglés, francés y alemán para llegar al público internacional.

La mirada de Unamuno

Ronda que le rondaba en la cabeza hace años y ahora se hace real. La necesaria conexión entre refugios que den cama, comida y auxilio involucra en la idea a Interpyr, la red combinada de federaciones pirenaicas que gestionan 70 instalaciones. La reciente ampliación del Hospice de Vénasque y del Refugio de Era de Artiga de Lin permiten una lazada de seis jornadas con extensiones suplementarias y ascensiones a tresmiles o cotas importantes de propina. 66 kilómetros con unos 5.000 metros de desnivel acumulados llevaderos.

La primera etapa, desde Llanos, cruza por el poco conocido Puerto Viello de Benás, cerca de Gorgutes, buscando el refugio de Maupas y su retrete panorámico por el sendero colgado al vacío que conecta los lagos Celinda, Bleu y Charles. «Son caminos que hicieron cuando construyeron las presas y las canalizaciones para su aprovechamiento hidroeléctrico. Son pasos aéreos, no recomendables en invierno». La visita al Valle de Lys sorprende por su silencio. Espalda de la crestaza Boum-Maupas, el Grand Quayrat, Lezat... permite conquistas de mérito.

El Puerto de Benasque,punto de partida y entrada de miles de historias.

El Puerto de Benasque, punto de partida y entrada de miles de historias. / CHEMARY CARRERA

La segunda jornada, la más larga (17k), baja hacia el Hospice de France de Luchón por el Lac Vert, laderas herbosas, cabañas de pastores, el Col de Pinata y Sacroux y, finalmente, el boscoso Chemin de l’Impératrice. La tercera desemboca hasta el Refugio de Vénasque y se remata en el Salvaguardia (2.736 metros), mirador donde don Miguel de Unamuno admiró los Maladetas.

Llega la cuarta en un paso de golondrinas, contrabandistas y exilio republicano por el puerto del Portillón y de Picada, recuerdos mineros, hasta el aranés Artiga de Lin, cerca de los ojos de los que llora el Garona. Noche y desde ahí, en otra jornada corta, puya al Coll de Toro, hasta Aigüalluts y La Renclusa para, al día siguiente, alcanzar el final de Llanos por Paderna, atalaya de despedida. «Puede tener muchas variantes para hacerlo más grande o más corto, ir hasta Anglios, a Estós, Conangles... O se puede hacer más deportivo en cuatro días. Lo hemos planteado en seis para que sea accesible para mucha gente. Solo hay que estar en forma».

Por comodidad, restricciones faunísticas, nieves y hielos, solo es practicable desde mediados de junio y en verano. No está marcada, todavía, pero el reto es popularizar una vuelta que merece un tratamiento a la par de las populares Carros de Foc, la Alta Ruta de los Perdido o la Camille. Un bucle para unir territorio y, a falta de túneles, reavivar las relaciones transfronterizas entre hermanos aragoneses y occitanos, que ya se divisan en la colaboración con guías y guardeses franceses para mantener sendas. «Se ha perdido la unión porque la sociedad y la economía de los valles ha cambiado. La relación intensa comercial y ganadera ha desaparecido. Esta puede ser una herramienta para fomentar esa relación desde el turismo activo en la montaña», concluye Chemary.