Karkajadas de vida

El sanitario Alberto Rodríguez asalta el reto de acumular 100.000 metros de desnivel en cinco meses para activar la donación en favor de la investigación del cáncer infantil tras superar esta enfermedad

Alberto, madrileño afincado en Campo desde 2020, es un completo alpinista, con técnica que le permite moverse como esquiador de travesía, corredor de trail o escalador.

Alberto, madrileño afincado en Campo desde 2020, es un completo alpinista, con técnica que le permite moverse como esquiador de travesía, corredor de trail o escalador. / Alberto Rodríguez

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

¿Loco? No me llames loco, llámame demente. Esa insensata cordura que tensa el amor a unas montañas y a la vida. Ese filamento que une bien fuerte pasión y empatía. A carcajada limpia, disfrutón de Aragón, madrileño de la Prospe, del Ramiro, el demente Alberto Rodríguez anda subido por las paredes por una causa buena y justa. Con Karkajadas CRIS Project quiere rematar en cinco meses, de abril a agosto, 100.000 metros de desnivel acumulado, una pechada irracional, como reclamo para recaudar fondos en apoyo a la Fundación CRIS, es decir, por la investigación por el cáncer infantil que cada año afecta a 1.400 niños en España.

Dos niños se juntan en esta cordada. Uno de siete. Él, el pequeño Alberto, cogiendo su macuto y saliendo al monte desde ese refugio familiar en Toledo o, no mucho después, aprendiendo de su hermano a deslizarse sobre la nieve. «Nadie en la familia era montañero, a mí me llamó desde siempre. Estaba predestinado. La montaña me encontró a mí», relata convencido.

Y otro niño, de diecisiete meses, que no logró solventar la enfermedad, que ahora acompaña a Alberto en su pensamiento, su inspiración en cada paso por ese Pirineo que anhelaba, esa llamada que le trasladó a Campo (Ribagorza) poco después de Filomena. Estar cerca de las montañas, como él quería desde siempre, un magnetismo que le llevó a formarse como Técnico de Emergencias Sanitarias y lograr una plaza en Aragón.

Alberto, en pleno ascenso hacia la Brecha Latour del Balaitous, cima que conquistó durante este proyecto.

Alberto, en pleno ascenso hacia la Brecha Latour del Balaitous, cima que conquistó durante este proyecto. / Alberto Rodríguez

Todo iba como soñaba. El plan se cumplía. Hasta que notó algo extraño. «Tenía un testículo más duro de lo normal. Fui al hospital y esa misma tarde me lo detectaron. Era un tumor». Gracias a la rápida intervención, y aunque las previsiones no eran buenas, lograron extirpar el problema. «Por suerte era un Seminoma, porque es de los más fáciles de remediar, y no había metástasis». Ocho meses de proceso con quimioterapia y otro más profundo de reflexión. «Por mi trabajo convives con pacientes de cáncer, pero cuando lo sufres, lo vives en primera persona, te cambia la perspectiva y si no lo hace, hay algo que no estás haciendo bien. Ahora aprovecho cada segundo, vivo todo con más pasión, incluso la montaña, y me expreso de otra manera, sin miedo», añade este madrileño de 50 años.

Alberto lleva más de tres décadas vinculado al alpinismo. Es amante de la escalada clásica, ha competido como trail runner y esquíador de travesía, es hábil en crestas y corredores. «Me gusta ser polivalente, es la clave. Poder manejarte con cuerdas, controlar la nivología, la meteo... conocimientos que te ayudan a reducir los riesgos y tener una visión global de la montaña», indica. 

Del Cervín al Cervino

Durante siete años fue voluntario del Grupo de Rescate de Cruz Roja en la sierra madrileña. Esa mezcla de aventura y solidaridad siempre estuvo ahí y en una de estas intervenciones de auxilio halló un desvío. «Conocí a Quique Sáinz de Baranda, que tiene una ONG que escolariza niños en Nepal. He ido dos veces a hacer trekking y quería volver y colaborar en alguna acción, pero la pandemia y el cáncer lo paró». 

Un cambio que derivó en el proyecto Karkajadas, como le han llamado siempre en este mundo. Va a buen ritmo. Lleva más 40.000 metros acumulados desde el 1 de abril, en ascensiones al Aneto, Turbón, Perdiguero, Balaitous, Cotiella, Peña Montañesa, la cara norte del Perdido, Midi d’Ossau, Infiernos... Su trabajo como sanitario le ayuda a recorrer todo el Pirineo. «Como hago guardias en territorio comanche, como yo llamo a la tierra de Barbastro para arriba, en Jaca, en Sabiñánigo, aprovecho para ir con la furgoneta y hacer dos o tres días de rutas. No tengo nada planificado, voy sobre la marcha», indica. Ahora que la nieve se retira «podré salir más ligero, a hacer jornadas más largas, cumbres y acometer crestas».

Y, si no, nada más salir de casa tiene el Cervín, un kilómetro vertical que «voy a intentar hacer tres veces en un día». Y, si no, un poco más lejos, en su primo suizo, el símbolo del Cervino. Allí, en el vértice entre Italia y Suiza, en Alpes, rematará este viaje solidario en solitario, sobre la arista Lion del Matterhorn. 

Aventuras que va plasmando en sus redes sociales y en la web (karkajadass.wordpress.com), en la que se puede hacer donaciones. Ahora prepara parches y camisetas para vender, además de otros eventos, para recaudar y recaudar más fondos. «Es lo que más me está constando. No sé ni cuanto llevamos, es algo que gestiona la fundación. Yo intento promocionarlo, darle publicidad, involucrar a gente de la montaña, hacer iniciativas, porque es una buena causa. Si conseguimos 25.000 euros, perfecto, sería un sueño. Si es menos, pues bien. Porque lo importante es sumar, intentar ayudar».