LA MONTAÑA EN ARAGÓN

Mikel Zabalza: "Siempre habrá aventureros en busca de lo desconocido"

El alpinista navarro cierra una etapa de trece años como referente en la formación de autenticidad y compromiso como director de la selección masculina de FEDME. Con más de cuarenta expediciones por todo el mundo, su dimensión y reconocimiento internacional le hacen ser miembro del comité que otorga los Piolet de Oro que ha otorgado el premio honorífico a Jordi Corominas. Este fin de semana estará en Jaca como parte de jurado técnico del Alta Montaña Festival.

El alpinista navarro ha liderado durante trece años la formación del grupo masculino  de FEDME.

El alpinista navarro ha liderado durante trece años la formación del grupo masculino de FEDME. / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Huesca

Forma parte del jurado técnico del Alta Montaña Festival. Es para celebrar el nacimiento de un nuevo formato que estimule el alpinismo como compromiso por la aventura.

Sobre todo celebramos que se ubique en Jaca. Yo vivo en Etxauri. Estoy cerca, junto al Pirineo. Además de un festival de cine, que se otorgue un premio a actividades alpinas es un buen binomio que esperemos que esta primera edición no sea la última y tenga su recorrido.

¿Por qué se ha implicado en este evento?

Fue muy sencillo. Juan Caballero me llamó, me comentó la idea y me quiso involucrar para elaborar las bases del premio de la actividad de alpinismo. Desde ahí fue tirando del hilo y me fue liando.

¿Cómo definiría compromiso en el montañismo?

Puede tener muchas acepciones. Los montañeros nos referimos al alpinismo en lugares remotos, donde un rescate o una retirada en ciertos sitios es complicado. Quizá no tienes unos riesgos objetivos claros, pero tienes ese componente que hay que conocerlo y aceptarlo. Hay que saber que vas a un lugar comprometido, aceptarlo con todas las consecuencias y tomar todas las medidas que tienes que tomar. Es una parte inherente al gran alpinismo, es una de las pocas actividades que se pueden seguir haciendo en las que si te pasa algo no hay nadie para que te pueda socorrer. 

¿El alpinista moderno está dejando de ser aventurero para ser consumidor de montañas?

No me atrevo a decir qué es un alpinista, puede haber tantas formas de verlo como personas. Sí puedo hablar de lo que yo siento y lo que me motiva. A mí siempre me ha gustado la aventura como un enfrentamiento a lo desconocido, de lo que no tengo toda la información y donde tengo que ir resolviendo los problemas como vengan. Eso me ha motivado para explorar sitios nuevos pero también lugares cercanos, abriendo rutas nuevas y explorando rincones diferentes en los Pirineos.

Me refería a que vivimos en el tiempo de la exhibición del récord, de la competición, de la rapidez, del todo vale… ¿Su raza es una especie en extinción?

La incertidumbre como se define no está muy bien vista en la sociedad actual. La gente busca certidumbre, busca seguridad, pero la aventura siempre tendrá sus adeptos. Siempre habrá esos aventureros en busca de lo desconocido, que se motivarán no por repetir la vía que está de moda, sino ir a ese rincón a pisar algo nuevo, a encontrar su hueco en ese lugar inexplorado. Lo percibo en las nuevas generaciones, algunos tienen un espíritu más aventurero y otros no.

En su primera expedición al Himalaya, en 1992, el ‘ochomilismo’ era el mayor reto y ahora sonroja su explotación. 

Lo que pasa en las rutas clásicas de las montañas más altas no es alpinismo, es una rama del montañismo muy específica en el que el principal objetivo es la cumbre. La definición para el alpinista aventurero es el valor del camino, la ruta en su integridad. La cima es un punto más pero no todo el peso de la actividad recae ahí. A mí lo que hagan otras personas en otros lugares me trae sin cuidado e incluso no me parece mal porque la masa se concentra en unos sitios puntuales. Eso pasa en Himalaya, en Alpes, en Andes o en Pirineos, y hace que el resto tengamos más espacio para nosotros.

No es un debate nuevo. Walter Bonatti criticaba hace cincuenta años la ausencia de autenticidad cuando se empezaron a equipar sus apertura en los Alpes. ¿Existirá siempre esa reivindicación por el purismo?

Cuantos menos medios utilicemos para ascender montañas o paredes, siempre va a ser más limpio, aunque no por usar expansivos va a dejar de tener valor. Pero siempre hay que ver las rutas, ponerlas en su momento y en su lugar. En todos los contextos puedes encontrar y calibrar esa aventura.

Esa búsqueda por ‘lo desconocido’ ha impreso un sello personal de autenticidad en las expediciones que ha dirigido en estos trece años al frente del Equipo Nacional de Alpinismo masculino. 

Ha sido en primer lugar porque eran destinos que a mi me motivaban y también eran adecuados para los chicos, por ser picos de 6.000 metros técnicamente exigentes, donde hubiera espacio para abrir rutas nuevas o cumbres vírgenes. Como siempre he estado salseando con estos viajes y, en ese sentido, ha sido fácil elegir esos objetivos, buscando lugares donde tuviéramos espacio de exploración y alpinismo de dificultad.

Ha anunciado recientemente que deja el cargo. ¿Qué balance hace de su paso por el equipo FEDME?

Ha sido una etapa superchula, me lo he pasado muy bien, la he disfrutado un montón, pero ya me tocaba. Todo tiene un principio y un final y era el momento de dar un paso atrás para dejar que llegase otro con energías renovadas y nuevas ideas. Al final los años pesan y no tenemos las mismas capacidades. No es algo que se pueda dirigir desde un banquillo, hay que estar ahí, hay que estar a la altura y cuando ves que te toca, hay que saber irse.

Ha liderado más de treinta concentraciones con cuatro generaciones distintas. ¿Cómo le gustaría que le recordaran sus pupilos?

Como una persona que les motivó para hacer alpinismo y que les transmitió algunos valores éticos y de forma de funcionar en montaña, donde menos es más, la persona más importante en tu vida es tu compañero de cordada... Ese tipo de cosas que para mi son los pilares del alpinismo.

¿En estos años cómo ha percibido la evolución de estos nuevos alpinistas?

El nivel deportivo en roca que traen en general es cada vez mayor, pero eso no quiere decir que a la postre vayan a hacer mas actividades de alta montaña.

Toma el testigo Iker Madoz, amigo y también navarro. ¿Qué consejo le da?

Vivimos en el mismo pueblo, escalamos juntos un montón de días, somos supercolegas y las últimas expediciones he ido con él y, probablemente, en la próxima, también. No le he dado ningún consejo tipo padre. Él sabe perfectamente, porque ha sido parte del equipo, cómo he funcionado yo. Creo que él seguirá con una línea de trabajo similar y le irá dando algún toque nuevo cuando vayan pasando las concentraciones y adquiera la perspectiva del director.

Un predecesor en su cargo fue Jordi Corominas al que le han concedido el Piolet de Oro honorifico, galardón del que forma parte del jurado. 

Para el Piolet de Oro a la trayectoria, los organizadores tenían claro que se lo querían dar a un alpinista español y estaban debatiendo por un par de candidatos. Por eso crearon un minicomité formado únicamente por alpinistas españoles para ver a quién se lo otorgaban. Este jurado era independiente al itinerante en el que decidimos los premios de las actividades del año. Todos los que componíamos ese grupo concluimos que ‘Coro’ era la persona indicada.

Fue una alegría tremenda porque es un reconocimiento muy merecido a una persona que ha sido un referente para todos muchos años. Si algo define a Jordi es su coherencia y honestidad, en todo lo que ha sido su vida como alpinista y como ser humano.

Un ser libre, ajeno a la autopromoción y los focos.

Es un personaje que sus coetáneos lo conocemos de sobra, aunque quizá las nuevas generaciones lo conozcan sólo de rebote, porque, además, es un tío que no tiene redes sociales, que pasa de todos esos rollos, que va a hacer su actividad y punto. De hecho Jordi tiene muchas actividades que ha hecho en solitario, impresionantes, sin cuerda, escaladas increíbles, que ha hecho para él, para nadie más, porque así lo ha sentido y ni las ha divulgado. No sé si aparecerán todas en su historial del galardón, quizá si le han tirado de la lengua, se las habrán sacado. Porque nunca ha querido alardear de ese tipo de ascensiones, lo cual me parece muy bien, que queden en la intimidad de la persona porque asumes tanto riesgo que no deben ser tomadas como referencia para los demás. 

Es un amante de los Pirineos. ¿Recuerda su primer contacto?

Tendría que hacer memoria. Sería por la zona de Belagua, con amigos a los catorce o quince años. Pero con diez me apunté a un club de Pamplona. Fui porque me gustaba, me atraía el monte, aunque mis padres no eran montañeros. Allí empecé con las acampadas, con las primeras excursiones, y luego, con grupos de amigos, cogíamos un autobús y nos íbamos a Aralar, a San Donato, a Irati...

Dice que no hay que buscar lo desconocido en la lejanía. ¿En qué rincón del Pirineo encuentra esas sensaciones aventureras? 

He disfrutado un montón de ciertos lugares que son sitios que están cerca pero lejos, sobre todo, en invierno. En los últimos he tocado mucho la zona del Ibón de Ip, en la norte de Collarada, en la Pala de Ip, Punta Escarra… Es incómodo porque se aparca lejos y quizá es una zona donde aún queda espacio para buenas aventuras invernales.

Tierra de Fuego, los Polos, Andes, India, Karakórum… Más de cuarenta expediciones por todo el planeta. ¿Si cierra los ojos cuál es la primera que le viene a la mente?

Sin duda, la Tierra de la Reina Maud en la Antártida. Allí estuve escalando en roca con el programa ‘Al filo de lo imposible’. Eran los picos más impresionantes que he visto, con unos colmillos de roca que salen del hielo, agujas increíbles con una verticalidad de más de 1000 metros. Por su belleza me pareció espectacular. Son muchas vivencias. Otra montaña que me hizo mucha ilusión fue el Gasherbrum IV. Había leído todo lo legible sobre esa montaña, siempre soñé con subirla y también guardo un recuerdo especial.

¿Y ahora con cuáles sueña?

Hay muchas montañas por descubrir. Esta primavera voy a una en Nepal que no tiene ascensiones registradas, aunque volvería con gusto a una vertiente distinta del Phurbi Chhyachu a la que estuve el año pasado. Lo que más me motiva ahora es seguir con mi línea: abrir rutas en picos técnicos de 6.000 metros o 7.000 bajos. Viajes que me los pueda costear yo, sin pedir cuentas a nadie.

¿Es mejor el viaje o la compañía?

Sigo disfrutando mucho del previo, del soñar, del pensar con las montañas que no conozco, del pensar cómo voy a hacer, qué estrategia voy a seguir, buscar mapas, en el Google Earth, enredarme en ellas. Disfruto mucho en el proceso de investigar, en soñar con el lugar. De estos lugares no tienes en ocasiones ni buenas fotos o ni siquiera una imagen. Allí intento disfrutar de dónde estoy y de con quién estoy, siempre con grupos pequeños, con colegas, con los que vivir a tope la experiencia.

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