LA MONTAÑA EN ARAGÓN

Ricardo Montoro, el pintor de montañas felices

Ricardo Montoro cumplió su sueño de niñez en Vallecas de poder vivir en el Pirineo. Cuarenta años después es un montañés que sigue pintando las cumbres que le han conquistado en alegría y libertad

Ricardo Montoro muestra uno de sus cuadros de montañas.

Ricardo Montoro muestra uno de sus cuadros de montañas. / RICARDO MONTORO

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Huesca

Esa brisa agitó en vendaval hasta hacerle volar por las cimas de sus ensueños. Esa ráfaga que Bóreas germina en invierno, esa que arrastra la primera gran nevada, esa misma, despeinó el flequillo curioso de Ricardo niño, absorto, distinguiendo Gredos a lo lejos desde la oscuridad de Palomeras. Allí, donde nada era fácil, lucía de colores su paraíso como brújula de vida. ¡Las montañas! «Desde Vallecas podía ver Guadarrama, hasta Gredos. Era de los raros. Esquiaba y escalaba, me iba a Urrellu con un grupo que eran todos mayores. Yo era su mascota. Mi objetivo siempre fue salir de ese barrio. Quería vivir en los Pirineos».

En cuarenta años ese viento del norte ha vestido a ese intrépido soñador de una barriada obrera de Madrid con las canas de un montañés que se pierde feliz entre bosques, ballenas e ilusiones de vivas pinceladas. Un pintor precoz de cumbres felices, un artista entre acuarelas y nieves. «De pequeño pintaba en todos los sitios. Era mal estudiante porque no paraba de dibujar en clase», reconoce. Como ustedes reconocerán los brochazos acuosos de Ricardo Montoro, sus inconfundibles esquiadores que surfean lienzos blancos y que dejó de reproducir para sentirse libre. «Podía seguir haciendo, se vendían bien, pero no me quería encasillar, deseaba hacer otro tipo de obras», rememora Ricardo.

Él, gato de Tramacastilla de Tena, expone este puente en ese Sobrarbe que le acogió en una huida vertical que le hundió en la horizontalidad azul del mar de Sitges. Soñando con montañas se hizo marinero «porque siempre pinto desde la experiencia y el conocimiento. Fui allí a los 17 años a casa de un amigo. Para hacer cuadros del mar tenía que conocerlo. Allí hice mi primera exposición». 

El viento le empujaba irremediablemente al norte. Llevó su mimetismo A Espuña, a Ballibió, a otros tiempos. Recogió setas, fue forestal, trabajó en Ordesa y, finalmente, en un cruce de caminos con Fernando Garrido y otros bravos, se hizo guía. «Fuimos de los pioneros en asentarnos. No había tanta gente de fuera como ahora y menos con ese trabajo, que era muy nuevo. Entonces la vida era más dura, quizá no tan cómoda», recuerda con leve nostalgia.

Ricardo Montoro se afana en dar vida al sol a uno de sus cuadros montañosos en su terraza de Tramacastilla.

Ricardo Montoro se afana en dar vida al sol a uno de sus cuadros montañosos en su terraza de Tramacastilla. / RICARDO MONTORO

Persiguiendo borrascas se mudaron a la sombra de Telera. Llegaron los críos. Su mujer, buena ceramista, mostraba sus creaciones en una tienda-taller. En la entrada, entre viajes a Alpes, horas y horas de ‘píster’ en Formigal, entre escaladas y aventuras guiadas, colgaba sus cuadros que nunca dejó... y empezaron a venderse. «Siempre fui un idealista, he querido hacer las cosas a lo grande. Iba a Chamonix a hacer fuera de pista o con clientes a subir algún Montblanc y veía el ambiente artístico que había. Nada que ver con aquí. Siempre soñé con estar allí… pero fue una sorpresa cuando me llamaron de una galería. Vinieron de propio a conocerme y se llevaron una carpeta entera de dibujos. La vendieron rápido». Eso fue en 2007. Tanto gustó que llegó la primera gran exposición en un hotel de lujo. Luego a Turín, a Grenoble, a Alemania, a Lillehammer, a Pau, a Estados Unidos... «Siempre he vendido más fuera». Suele pasar.

Prolífico, anárquico, almacena más de trescientos cuadros en su estudio, diminutos algunos y otros enormes, de más de dos metros. Una colección variopinta pintada variando estilos. Desde el puntillismo de esencia japonesa al movimiento que baila en la mezcla de acuarelas, acrílicos y tintes, que derrama en cumbres idealizadas y otras reconocibles, siempre felices. «Me preguntan por qué hago las montañas rosas o amarillas si el granito es gris. Es que yo las veo así. Son luz, son alegría y felicidad, son de colores», reconoce.

En el filo

Esgrime pinceles, espátulas o rotuladores para retratar la elegancia del Cervino, las interminables agujas de Chamonix, a su poliédrico vecino Telera, al fotogénico Midi, que tantas veces ha subido, o la inspiración de la pureza del Valle de Ossau. «Normalmente tomo fotos y luego me encierro en el taller a inventar. Mi objetivo es mostrar su belleza. Si con ello transmito el mensaje de respetarlas, de conservarlas, mejor», narra.

De sus viajes a Noruega y a Islandia brota una nueva obsesión y una futura exposición de más de cuarenta cuadros llamada ‘On the edge’. Encerradas en ondas cartográficas se confunden ballenas varadas, osos polares y escaladores que transitan en el filo del abismo. 

Sus pinceladas han abordado portadas de libros, revistas internacionales o decorado esquíes. Su arte se sale del marco. Se asoma a la escultura y ha alumbrado cortometrajes premiados, incluso sobre su propia ‘Vida’. Este año imprimió su primer libro, ‘Viento del Norte’, que acaba de alcanzar una segunda edición. «Mezcla la pintura, fotografías y textos, que siempre han decorado mis cuadros. Lo editó Antoine Brosse. El título nace de una narración autobiográfica que cuenta mi infancia y adolescencia». La de ese niño despeinado en Palomeras que soñaba con montañas y que ahora es un montañés feliz con pintura en las manos. Buen viaje. 

Un Ravier vuelve al Sobrarbe

Fue Ricardo Montoro quien ayer abrió las Jornadas Montañeras del Sobrarbe con la presentación de su libro y una exposición que se mantendrá todo el puente. Este sábado visita (19.00) el Palacio de Congresos de Boltaña el escalador Christian Ravier, hijo de Jean, icono con su gemelo Pierre del mejor pirenaismo. Su conferencia ‘Los placeres de la piedra y el vacío’ antecederá a la que el domingo (19.00) retomará la ‘Década prodigiosa (1953-63)’ del alpinismo aragonés con algunos de sus protagonistas.

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